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VADENUEVO DE COLECCIÓN: DEL NÚM. 78 (MARZO DE 2015). UNA FUERZA MUCHO MÁS TOTALITARIA QUE CUALQUIER APARATO MILITAR

 Publicado: 04/03/2020

La piel del poder


Por Gabriela Balkey


Leí en Facebook: "Está demostrado que la repetición no ayuda al educando".

Me quedé pensando…

"Está demostrado que…" Seguramente lo leyó en un diario o en Internet. Seguramente la señora que lo posteó no sabe que las agencias AP y UPI de EE.UU., la Reuters inglesa, la AFP francesa y la EFE española controlan el 85% de las noticias que se producen y se publican en el mundo.

La Agencia EFE, por ejemplo, es una sociedad anónima de la que el Estado es el principal accionista. O sea… Rajoy. El estatuto de la AFP le prohíbe ser directamente subvencionado por el Estado francés; pero todo bien, porque resulta que el Estado es su principal cliente. O sea Hollande, y ayer Sarkozy. De hecho, el Estado tiene presencia en el consejo de administración de la agencia, con voto preponderante. La señora, si es avispada, debe imaginar que esas agencias tienen intereses y le van a decir, ocultar o presentar los hechos de tal forma que no lesione esos intereses.

La señora puede que haya visto además algún documental al respecto y películas quizás, o algo en la tele. Seguro que no sabe que ya en 1983 el periodista Ben Bagdikian, en The Media Monopoly, demostraba que una cincuentena de multinacionales, todas “vinculadas por intereses financieros comunes a otras megaempresas y a algunos bancos internacionales de primera línea”, controlaba la mayor parte del mercado norteamericano que para entonces contaba con unos 1.700 diarios, 11.000 revistas, 9.000 emisoras de radio, 1.000 canales de televisión y 2.500 editoriales. Y como en EE.UU., en todos lados; en España los bancos privados son los dueños de casi toda la comunicación, concepto que excede por mucho al de la mera prensa.

¿Podrían los gobernantes aceptar que un pequeño número de empresas monopolizaran la comunicación? ¿Dejarían en sus manos la creación total de información, cultura y, en última instancia, de consenso?

Hoy la pregunta parece idiota: Solo 10 empresas lo controlan casi todo. Todos los ciudadanos del planeta consumen a diario, directa o indirectamente, sus productos informativos y culturales. (Eso es demasiado poder, "a no ser que sea mío", pensaría el poderoso).

Los holdings AOL, Times Warner, Gannett Company, General Electric, McClatchy Company, Knight-Ridder, News Corporation, The New York Times, The Washington Post, Viacom, Vivendi Universal y Walt Disney son propietarios de casi todo lo que vemos, oímos y leemos.

Esos diez grupos controlan en EE.UU. diarios como el New York Times, USA Today y Washington Post, miles de radios y las cuatro cadenas noticiosas de televisión de mayor audiencia: ABC, de Walt Disney, CBS de Viacom, NBC de General Electric y Fox de News Corporation. Empresas que a su vez tienen fuertes lazos con otras empresitas como la petrolera Halliburton Company, del exvicepresidente Cheney; el Carlyle Group, que controla negocios de la familia Bush; la proveedora del Pentágono Lockheed Martin Corporation; Ford Motor Company y Boeing, entre muchas otras.

Cuando digo que lo tienen todo, me refiero por ejemplo a que AOL/Time Warner Inc. tiene la revista Time, la revista Life, la proveedora de Internet AOL, las películas de Warner Brothers, canales de televisión como CNN, TNT, HBO, Cartoon Network, TBS, Turner Classic Movies (TCM), etcétera, por solo nombrar algunas que pertenecen a uno de los holdings.

Quizás valdría la pena mencionar que el holding Vivendi es dueño de Universal Music Group, la principal productora discográfica norteamericana, así como de EMI que a su vez compró nuestra querida productora Orfeo, entre otras. Sony, por su parte, además de la fabricación de electrodomésticos, es propietaria de Columbia Pictures, de TriStar Pictures, del 20% de MGM Studios, y obviamente es dueña de Sony Music además de la Columbia Music de CBS, y de la BMG. Sony tiene además el Sony Financial Holdings de servicios financieros, la Sony Life Insurance y el Sony Bank, además de tener el 50% de Ericsson y Samsung.

Les ahorro lo que sucede con el mundo editorial (los libros) porque se nos caen a todos las lágrimas.

Dicho esto, es fácil de comprobar que casi todo lo que vemos, escuchamos o leemos a lo largo de nuestras vidas es producido y vehiculizado por un puñado de megaempresas, también propietarias de grandes industrias (incluyendo las de armamentos), bancos y diferentes estamentos del poder transnacional. Existen sin embargo productos independientes, pequeñas rendijas que escapan a esa concentración, pero son cada vez menos y cada vez más pequeñas.

La señora que publicó "está demostrado que la repetición no ayuda al educando", no sabía que los partidos políticos en casi todos lados también son generosamente financiados por esas mismas empresas. Por ejemplo, en EE.UU., entre 1993 y 2000, la industria de los medios de comunicación destinó 75 millones de dólares al financiamiento de las campañas electorales a cargos federales tanto de demócratas como de republicanos. Casi no hay partidos políticos en el mundo que no tengan deudas con los bancos, por ejemplo; bancos que son parte de los mismos holdings que los medios de comunicación.

En síntesis: los bancos y todo el poder financiero, la megaindustria y los medios de comunicación son diferentes manifestaciones del poder; del mismo poder. Los medios de comunicación no "defienden" los intereses de una minoría poderosa, como si fueran subordinados a ella, por miedo o convicción: ellos son la minoría poderosa. Son como la piel del poder, la expresión última del poder ejercido mediante el consenso. Me pregunto, con temor, qué pasa cuando ya no son capaces de obtener el consenso: ¿la fuerza? Pienso en el poderío militar disponible para el poder hoy en día y me entra un pesimismo…

En muchísimos países, los partidos políticos de derecha (tradicionales defensores de los privilegios de las minorías) están en profunda crisis: en Sudamérica, su modelo neoliberal ha fracasado y no presentan alternativa a los modelos impuestos por las izquierdas; en Europa están agravando la crisis económica fruto del mismo modelo y vivida como una gran estafa en la que cientos de políticos de derecha está implicados, junto con sus aliados socialdemócratas. ¿Quién asegura entonces los privilegios de las minorías poderosas y el mantenimiento del statu quo? El gran "partido mediático" irrumpe en ese paisaje para poner orden. No tienen que preocuparse siquiera por la "crisis de representatividad", puesto que nadie los elige.

Hoy los medios de comunicación masiva son lo que la Iglesia fue al poder feudal primero y al monárquico después. Pero a partir de las revoluciones, desde el siglo XVII, y sobre todo en el XIX, las mayorías conquistaron derechos civiles. A través de los Estados y sus gobiernos, las mayorías y las minorías poderosas fueron encontrando un equilibrio en el que las minorías conservaban buena parte de sus privilegios, pero teniendo que ceder importantes espacios de poder a las mayorías. Las minorías tardaron en construir su nueva "Iglesia". No fue fácil: existían cosas como el Watergate, el Hollywood de los ’70, el Rock, y otros espacios libertarios.

Cuando nace la prensa liberal, era fruto de la visión que empezaba a dominar: si era privado era libre. Cualquiera podía hacer un medio y expresar su punto de vista. Era el símbolo de la libertad de expresión y de la democracia. Pero resultó que, con el tiempo, no cualquiera pudo establecer un medio; de hecho, solo gente o empresas con muchísimo dinero podían tener uno. Y ahora, la inmensa mayoría de los medios independientes que existían pertenecen a los mismos oligarcas que las revoluciones del siglo XVIII habían derrocado. Lo que nació como sinónimo de libertad de expresión se ha transformado en expresión del poder. Quizás el signo más claro se dio en 2010, cuando el mítico Le Monde pasó página de su historia, aquella en la que los periodistas tenían el control del diario, anunciando su venta al holding BNP, propietario también del banco homónimo.

Luis XVI era descendiente divino; el consenso generado por la religión, expresada a través de la Iglesia, era suficiente para legitimar su poder. Tal era la potencia de la religión y su Iglesia. La religión era el mensaje, la Iglesia su medio de comunicación. Pero ya no funcionaron más, gracias también a la prensa liberal. El relato humano, la cultura, la cosmovisión, debe ser el que el poder disponga, el que sea más apto para cumplir la primera misión de todo poder: perpetuarse. Si no es capaz de convencer, tiene que pelear, y peleando se corren riesgos. Por eso había que reconstruir ese aspecto del poder que otrora estuvo a cargo de la Iglesia.

La herramienta para la transmisión de la cosmovisión es la clave del éxito, es la que indica quién domina a quién. Desde la caída de la monarquía absoluta la comunicación fue terreno en disputa. Las mayorías perdimos, hace ya muchos años.

Si analizamos el contenido de los medios como un catecismo y los medios de comunicación como la Iglesia, podemos divertirnos con los paralelismos. Así como la religión signaba la vida entera del pueblo, hasta cómo hacer el amor, así el contenido de los medios lo hace hoy, salvo que la tecnología los ha hecho muchísimo más eficientes. Es como en 1984, de Orwell: ya no hay dónde esconderse. Internet, que parecía la salvación, ya no escapa a eso, salvo que hay grandes rendijas aún.

Desayunamos como nos dice Nestlé, nos lavamos la cara como nos dice L’oréal, nos vestimos como nos dice Nike, y emprendemos el día, que seguirá así hasta la noche cuando hagamos el amor como nos enseña el porno. Es obvio que vamos a creer lo que nos digan que "está demostrado", como decía la señora. No nos queda otra. Han logrado que, como civilización, ni siquiera leamos libros. Casi todo lo que creemos saber viene de los medios masivos de comunicación. Peor aún: nuestros gustos, nuestras aspiraciones, nuestra concepción del éxito, nuestra forma de relacionarnos, la mirada sobre nosotros mismos y sobre el otro, nuestro relato histórico, las normas sociales, todo eso viene de ahí, incluso las subculturas y las contraculturas.

Si se fijan, todos los países de Sudamérica que han tocado los intereses del poder procurando desmonopolizar los medios son justamente los que han tenido intentos de golpe o desestabilización. La Ley de Medios uruguaya no la conozco en profundidad, pero dadas las tibias reacciones que ha generado, no creo que sea tan lesiva para los intereses del poder. De todas formas, Uruguay es un país tan pequeño que la incidencia de los medios locales de comunicación es limitada. Aquí apenas se produce información, publicidad y poco más; todo es importado y por tanto sujeto al análisis que estamos formulando.

No pueden sino mover a la risa las denuncias de la oposición venezolana por falta de libertad de expresión, realizadas frente a cientos de cámaras de multitud de medios privados locales de oposición. Si se fijan en los medios franceses entenderán el fenómeno Le Pen; si se fijan en la virulencia de los medios españoles contra Podemos entenderán el peligro que significan; para no hablar del caso Grupo Clarín, que es de antología. Casi cada guerra hoy en día viene precedida por una campaña mediática mundial. No ha de ser fortuito que dichas campañas se centren hace ya muchos años en Irán, Rusia o Venezuela, casualmente los únicos países entre los 10 principales productores de petróleo mundial que no están bajo la égida de la OTAN. Como tampoco puede ser casual la islamofobia sistemática, tanto en prensa como en ficciones, conociendo los trabajos de Samuel Huntington sobre el "choque de civilizaciones". La parte buena de esto, para alguien despabilado, es que resulta relativamente fácil hoy saber quién representa a la minoría y quién a la mayoría con solo observar a quiénes eligen como enemigos los medios. Además, no hay pierde; todos suelen decir lo mismo.

Los medios masivos no tienen el mismo impacto en todas las personas: cuanto mayor es la formación, menor es el impacto; pero esto se arregla fácilmente produciendo gente que tenga poca o mala formación. De allí que el tema de la repetición o no de un educando cobre otro sentido. Si lo que se busca es un adulto funcional al sistema, con el mínimo nivel de formación posible, efectivamente la repetición carecería de mayor sentido, puesto que los niveles de exigencia académica deben bajar al mínimo. De hecho, si todos pudieran pasar olímpicamente hasta completar el ciclo que les permita entrar al mercado laboral (el liceo, por ejemplo), sin por ello haber adquirido ni el conocimiento ni la capacidad de pensamiento crítico que va implícita en él, ¡tanto mejor! Tendremos adultos a quienes los medios podrán manejar sin inconvenientes. De eso se dieron cuenta en Washington hace muchos años, lo que hizo decir al sistema político que el problema era que la gente estaba demasiado educada y pedía más….

La pregunta es si puede haber, en un mundo así, aquello que llamábamos democracia. Dice el diccionario: "Sistema político que defiende la soberanía del pueblo y el derecho del pueblo a elegir y controlar a sus gobernantes". Llamo la atención sobre "derecho del pueblo a elegir y controlar"… ¿Cómo puede ser posible eso si casi todo lo que creemos saber viene de unas pocas bocas, que a su vez son el poder, y por tanto hablan con la voz de la minoría poderosa? ¿Cómo podría el pueblo elegir libremente cuando casi todos los medios de comunicación se han transformado en medios de propaganda de una ideología? ¿Qué margen de libertad puede haber en un mundo donde las minorías construyen el "sentido común" a través de una cosmovisión determinada? Y mucho menos aún: ¿cómo podría el pueblo controlar algo si no sabe lo que pasa porque nadie se lo dice o se lo dice de forma tergiversada o parcial?

Vivimos hoy en algo muy parecido a una dictadura mediática mundial, ejercida por holdings, que aseguran el control sobre las masas preservando el poder de las minorías a través del manejo casi total de la información, el entretenimiento, y la publicidad.

Lo que nació como un derecho -la libertad de expresión-, se transformó en mercancía, en empresa privada. Sea: hagamos entonces leyes que la traten como tal. Que digan que, así como una empresa puede suministrar alimentos pero esos alimentos no pueden estar podridos ni adulterados, del mismo modo los contenidos de la comunicación tampoco pueden estarlo.

Hoy los medios en multitud de países gozan de bastante impunidad para mentir, tergiversar, difamar, etcétera. Cuando se demuestra que una portada a 8 columnas era falsa, es habitual, en España por ejemplo, que se realice un desmentido en un pequeño recuadro en una página interior. Es verdad que un aludido puede acudir a la justicia, pero estamos acostumbrándonos a ver campañas mediáticas de tal amplitud, muchas a nivel mundial, que a cualquiera le sería imposible presentar demandas contra cada medio que difame; implicaría ejércitos de abogados, y ¿quién tiene tanto dinero para ello? Pero ¿qué pasa cuando se trata de una tergiversación o una mentira que no atañe a una persona sino a un hecho? ¿Recuerdan aquellas fotos de represiones supuestamente cometidas en Caracas, donde veíamos gente con abrigos y gorros de lana? En esos casos parece poco lo que se puede hacer. Hay que comerse el producto podrido, que la mayoría del pueblo tomará por bueno.

De a poco nos han ido adoctrinando eficazmente en la noción de que sus privilegios son nuestro interés colectivo, puesto que ellos son los adalides de la libertad y la democracia; lo que fue cierto en algún momento histórico.

Pero ¿qué es mentira y qué verdad?, dirán ustedes. Quizás algo tan simple como que no se pudiera decir "el dictador Chávez" porque en el diccionario hay una definición de "dictador" que Chávez objetivamente no cumplía. Quizás si solamente los códigos de deontología periodística fueran ley, con las penalidades correspondientes, no se violarían constantemente.

Un ejemplo de mercancía podrida en otro terreno lo constituyen las publicidades de productos para el hogar donde solo aparecen mujeres limpiando, alimentando, lavando ropa, reproduciendo así el modelo patriarcal, manteniendo y alimentando la alienación femenina, que no tendrá fin mientras esos mensajes no cambien. Otro ejemplo más podrían ser los documentales con que los canales norteamericanos nos bombardean, transmitiendo visiones de la historia totalmente falsas (cualquier historiador mediocre lo sabe) sin que nadie pueda hacer nada al respecto. Quizás la mercancía mediática más podrida de las últimas décadas en estas tierras pueda ser Tinelli y los innumerables programas asociados que se transmiten a lo largo del día en Uruguay, en que observamos una transmisión de valores como que el reírse de la desgracia ajena es cool, que el agravio, el insulto, el escarnio público te hacen flor de piola, donde las tetas y los culos inundando las pantallas hacen de la mujer un pedazo de carne que, además (como veremos en la publicidad que le sigue), se puede comprar con solamente tener un lindo auto. Ni qué hablar de las series y películas de Hollywood que son casi monopólicas en nuestras antenas, en que los árabes son asesinos, los mexicanos son idiotas, el FBI y la CIA son paladines de la justicia y el objetivo de la vida es ser rico y parecer un adolescente siempre.

Los invito a ustedes a pensar en la cantidad de mercancía mediática podrida que consumimos diariamente. Una mercancía que genera además una violencia social inusitada, fruto de una serie de mecanismos mediático culturales y sociales que dejo para otra entrega.

Hago aquí una precisión: los periodistas poco tienen que ver en todo esto. Sus trabajos han sido precarizados al extremo, la carga de tareas que deben cumplir en tiempos exiguos, los menguados salarios, los contratos parciales y las pasantías hacen prácticamente imposible el ejercicio de un periodismo de calidad. Esta precarización del mundo periodístico tampoco es casual: es parte del sistema. Existen también las "stars" del sistema, que en la mayoría de los casos son conscientes y responden a los intereses de la minoría con quienes comparten vacaciones, y hasta algunas veces lecho.

En definitiva, los medios de comunicación, lejos de ser un tema menor, son la clave del poder actual. Son hoy al poder financiero lo que la Iglesia fue al poder feudal y al monárquico absolutista: un mecanismo de control de las masas y de introyección del sistema, una máquina de consenso. Los linchamientos que ejerce la prensa francesa, española, boliviana, venezolana, argentina, brasileña, sobre cualquier intento de tocar los privilegios de las minorías son lo más parecido a la Inquisición: la denuncia del "pecado". No hay necesidad de pruebas: juicio sumario y escarnio público… La diferencia es que no queman a nadie, de momento, pero lo descalifican lo suficiente como para que ya nadie atienda a sus ideas "subversivas".

Si la comunicación es mercancía y si nos creemos aquello de que la libre competencia nos hará más felices, entonces aseguremos una competencia verdaderamente libre. Para ello habrá que sacarle a unos y darle a otros, y nadie podrá tener más de un medio, ni con testaferros, procurando la igualdad de condiciones para todos. Tienen que existir medios de comunicación realmente libres e independientes. Eso no es posible en el sistema actual. Si las mayorías no son capaces de recuperar un sistema de verdadera libertad de expresión, habrán perdido una de sus principales conquistas históricas, consustancial al sistema democrático y sus derechos ciudadanos.

Lo que me hace ser muy pesimista es que las minorías y sus medios triunfan. Lo triste es que viendo lo que sucede en el mundo y lo que la gente cree que sucede en el mundo, cualquiera bien informado (ardua labor) puede constatar la irreductible diferencia entre ambas cosas. Los medios de comunicación masiva son una fuerza mucho más totalitaria que cualquier aparato militar; no necesitan imponerse por la fuerza sobre los que piensan diferente, puesto que cada vez son menos los que pueden pensar diferente. Podemos ver acaloradas discusiones de "especialistas" en los medios, pero todos se mueven siempre dentro de un límite, siempre dentro del mainstream. La apariencia de debate, de conflicto, sirve para oxigenar y aparentar una objetividad y libertad que en el fondo no es tal. Así, un mismo holding tiene un diario más de derecha y otro más de izquierda donde, fundamentalmente, la diferencia es de matiz.

El formateo cultural es cada vez más violento y parecería que nadie puede hacer nada al respecto. Lo más triste es que no se avizora siquiera en un horizonte lejano un cambio sustancial de ese statu quo. Quizás solo un cataclismo mundial cambie las cosas, quizás cuando el cambio climático comience a impactar severamente en nuestras vidas y el sistema sea incapaz de manejarlo, quizás allí algo cambie (o todo). Francamente, hoy parece difícil poder esperar algo revolucionario de las grandes mayorías mundiales, cada día más alienadas mediáticamente. Puede ganar una elección (o varias) un partido revolucionario cuando las condiciones materiales de la existencia son tan penosas que no hay campaña mediática que pueda contrarrestarla, pero al no transformar totalmente al sistema mediático será una victoria transitoria y precaria, principalmente porque ningún país de la Tierra está solo y la potencia mundial de los medios hace más que mella.

No podemos sino contemplar con admiración lo perfecto del sistema, la eficiencia de la mejor máquina de consenso jamás inventada.

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