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LOS DE ARRIBA Y LOS DE ABAJO
Educación e ingresos
Por Martín Buxedas
La atención sobre la distribución del ingreso ha aumentado en las últimas tres décadas, en parte por la creciente concentración de los ingresos en los países del Atlántico Norte al impulso de la aceleración de la globalización y el predominio de la política neoliberal. También se han ampliado las diferencias en los ingresos de las personas en los países del postsocialismo real: Rusia y China.
En América Latina, la desigualdad, de por sí muy alta, creció hasta comienzos de siglo. Posteriormente, en varios países, entre ellos Uruguay, esa tendencia se revirtió, principalmente al impulso de gobiernos progresistas.
La importancia que da la sociedad a la desigualdad en sus múltiples dimensiones, y los límites de tolerancia a dicha desigualdad varían ampliamente a lo largo del tiempo y a lo ancho de los países. Contemporáneamente, para las Naciones Unidas, las desigualdades basadas en los ingresos, el género, la edad, la discapacidad, la orientación sexual, la raza, la clase, el origen étnico, la religión y la oportunidad persisten en todo el mundo, amenazan el desarrollo social y económico a largo plazo, afectan a la reducción de la pobreza y destruyen el sentimiento de plenitud y valía de las personas.
En ese contexto, los estudios sobre la distribución del ingreso y la riqueza (el patrimonio) se han multiplicado, facilitados por la mayor disponibilidad de datos y medios para su procesamiento.
Uruguay integra esa ola de avances en el conocimiento del origen y las características de la distribución del ingreso, principalmente a partir de los estudios elaborados por investigadores del Instituto de Economía y del Departamento de Economía de la Universidad de la República, algunos de los cuales han sido reseñados en artículos publicados por Vadenuevo.[1]
En el 2022, a esas investigaciones se agregó un estudio de la relación entre la educación y la distribución de ingresos focalizado en el grupo de mayores ingresos por su alta contribución a la concentración. La muestra seleccionada comprende a personas de 30 a 55 años, seleccionada por su mayor probabilidad de estar ocupadas, excluyendo a las desocupadas y rentistas inactivos (Ardoguein, C. y Pessina, J., 2022).[2]
La principal conclusión de las autoras confirma las hipótesis del estudio y las expectativas de cualquier observador: cuanto mayor es el nivel educativo, mayor es la diferencia en los ingresos. Si al nivel educativo se agrega la riqueza, la asociación con los ingresos es mayor.
El 1% con mayores ingresos se apropia del 8,8% de los ingresos totales, si se toman en cuenta los datos de la Encuesta Continua de Hogares del Instituto Nacional de Estadística, la fuente utilizada generalmente, pero trepa a 15,2% si se toma en cuenta información de la DGI (Dirección General Impositiva).[3] Con este ajuste, el ingreso medio anual del 1% es diez veces mayor que el estimado previamente.
La comparación del 1% de arriba con el 50% de la población de menores ingresos de la muestra permite dimensionar las diferencias entre ambos grupos. El 68,7% del 1% de las personas de mayores ingresos tiene educación terciaria completa, proporción que baja al 2,7% entre quienes están entre el 50% de más bajos ingresos. Entre quienes integran el 1% de mayores ingresos, las mujeres son el 24% y los hombres el 56%, los afrodescendientes son el 13% en un grupo y el 2% en el otro. En cuanto al empleo, los patrones son el 28% del grupo integrado por el 1% de mayores ingresos, proporción que baja al 1,5% cuando se refiere a la mitad de personas de menores ingresos. El empleo formal comprende al 96% de los patrones en el grupo de personas más ricas y el 53% en la mitad de la población con menores ingresos.
También se muestra que un individuo que vive en una localidad que tiene en promedio pocas necesidades básicas insatisfechas (NBI), tiene más ingreso que otro de iguales características pero perteneciente a una localidad con mayor promedio de NBI.
La investigación estima que una persona con educación terciaria o superior, en promedio, tiene 89% más de ingresos laborales que otra de iguales características pero con Primaria o menos como máximo nivel educativo.
A partir de un laborioso y creativo estudio, Ardoguein y Pessina contribuyen al conocimiento de la concentración del ingreso en el 1% y el 10% de la pirámide y de algunas de las características asociadas con él.
Fuera de los límites de la investigación está el estudio del origen de las diferencias en las condiciones de nacimiento (riqueza, nivel educativo de los padres, localización, etcétera) y de la importancia de la meritocracia y del modo en que dichos factores interaccionan, un tema que ha sido abordado por otras investigaciones, algunas de ellas reseñadas en este medio (ver nota 1).
En suma, los logros educativos conforman un pilar importante de la explicación de lo que percibe el 1% de mayores ingresos, un grupo con sesgos favorables a los hombres, a los vecinos de Montevideo, a los que no son afrodescendientes y son patrones. Tal la fotografía.