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LA LARGA CARRERA ELECTORAL

 Publicado: 05/09/2018

Ante un nuevo panorama político


Por Marcos Panucci


Ya se alzaron las cintas de la carrera electoral y en todas las tiendas políticas se verifican movimientos preparatorios que es oportuno analizar. Recordemos las etapas de esta sinuosa tormenta política que se avecina: el 30 de junio del próximo año están previstas las elecciones internas en los seis partidos existentes en la actualidad. Vendrán luego las elecciones en primera vuelta –nada indica que habrá un ganador en esta instancia– donde se elegirá la composición de ambas cámaras del parlamento nacional. Un mes más tarde la segunda vuelta que dará como resultado la elección del Presidente del Uruguay para los próximo cinco años. Finalmente y en una única vuelta, allá por mayo de 2020, las elecciones municipales, es decir la elección de Intendentes Departamentales, ediles, alcaldes y concejos municipales.

Y nos parece oportuno realizar este análisis en un momento en que casi todo está por definirse en cada una de las tiendas políticas. En algunos casos el panorama no parece ofrecer sorpresas: el Partido Independiente, el Partido de la Gente y Unidad Popular poseen ya candidatos preestablecidos y la instancia de junio del año próximo será sólo un trámite, al menos en lo que se refiere a las candidaturas presidenciales. Lo más interesante es tratar de visualizar lo que va sucediendo a nivel del Partido Nacional, el Partido Colorado y el Frente Amplio.

En el Partido Nacional se vislumbran tres candidaturas: Lacalle Pou, Jorge Larrañaga y, muy probablemente, el actual Intendente de Maldonado Enrique Antía. La actual senadora Verónica Alonso parece tener asegurada su candidatura como Vicepresidente del triunfador en la puja que se avecina. La pujanza adquirida por el movimiento feminista, a nivel mundial, el pasado 8 de marzo, casi torna obligatoria la presencia de una mujer en la fórmula final. Si bien en la interna del Partido Nacional los codazos se disimulan bastante bien, es evidente que la presencia de tres opciones favorece a Lacalle Pou, que es sin duda el peor candidato, más allá de cierta madurez adquirida en los últimos tiempos.

Pero es dentro del Partido Colorado donde se registran las mayores novedades. En primer lugar el regreso a la actividad política de Sanguinetti, en calidad de cabeza de lista al Senado, le confiere a dicha colectividad una fuerza que hace tiempo le falta: sabiduría política, conocimiento de los factores estratégicos y tácticos necesarios para lograr el principal objetivo de los llamados partidos tradicionales: impedir un cuarto gobierno del Frente Amplio. En segundo lugar el lanzamiento de la candidatura del economista Ernesto Talvi constituye un factor de fortalecimiento no menor, teniendo en cuenta su carácter de “outsider” y sus primeras presentaciones como aspirante a la presidencia. Este previsible fortalecimiento es una mala noticia para los partidos menores y aun para el Partido Nacional. Incluso para algunos descontentos del Frente Amplio esta opción puede ser cautivadora.

En el Frente Amplio el cronograma de decisiones inmediatas está ya definido. El Plenario previsto para el 1º de septiembre convocará formalmente al Congreso y hará circular un borrador del programa para el cuarto gobierno del FA. El 1º de octubre se estableció como plazo para fijar el orden del día de dicho Congreso y la lista de nominados para ser proclamados candidatos. Finalmente el 11 de diciembre el Congreso del Frente Amplio aprobará el programa y proclamará a los candidatos comunes a la Presidencia de la República.

Para el FA la próxima instancia electoral será, sin duda, la más difícil. Existen numerosas razones para que así sea. Por un lado está el ya trillado desgaste que genera el prolongado ejercicio del poder. Por otro lado tendrá que hacer frente a numerosas acusaciones de corrupción, más allá de la veracidad de las mismas. La instalación del tema de la inseguridad como principal preocupación de la ciudadanía será un tema quizás central en la campaña y el candidato formalmente electo tendrá que minimizar el impacto de este tema. Mucho más cuanto que los hechos de violencia probablemente se multipliquen durante la campaña. Se sabe, los llamados ajustes de cuentas entre bandas de narcotraficantes seguirán marcando una especie de agenda invisible, entre otras cosas porque es muy difícil identificar a quienes realmente están a la cabeza de dichas organizaciones. No es necesario recurrir a teorías conspirativas para entender que las dificultades de convivencia –y la violencia que tiñe muchos episodios de la vida nacional– no siempre responden a las guerras territoriales de traficantes de drogas. Existen oscuras fuerzas interesadas en que esto se multiplique.

No obstante, más allá de estos temas puntuales, en la dinámica preelectoral del FA existen dificultades adicionales. En primer lugar todo indica que ha llegado la hora de una renovación generacional, y lograr una buena selección del candidato no parece tarea fácil, entre otras cosas porque existen varios buenos candidatos posibles. Por otra parte es evidente que las instancias encargadas de decidir dichas candidaturas no representan ni por asomo la opinión política y el sentir de la gran masa frenteamplista, que a esta altura es predominantemente independiente. Esta falencia en materia de representatividad a nivel del Plenario, muchas veces señalada pero nunca solucionada, tiende a generar una selección de candidatos decididos en reuniones de cúpulas, a espaldas del conjunto de los frenteamplistas. El Frente Amplio se ha alejado mucho de sus orígenes, cuando en su composición había auténticos partidos políticos cuyas decisiones representaban un sólido consenso. La fragmentación de agrupaciones y los manejos cupulares pueden ser, pues, funestos. La única manera de superar esta dificultad inherente a la actual realidad del partido gobernante es habilitar la concurrencia a las internas de un número alto de dirigentes posibles y permitir que sean los propios frenteamplistas quienes libremente decidan. La peor solución sería que del Congreso salga una fórmula única y que las internas se conviertan en un simple trámite.

Ya se sabe que en política las cosas pueden cambiar bruscamente. Pero lo que es seguro es que estamos en los umbrales de una carrera electoral que será muy dura, con mucho juego sucio, con redes sociales muy activas y con un gran peso específico del carisma que los diferentes candidatos logren desarrollar; con encuestas de todo tipo, las de buena fe y de las otras, con abundante desinformación. Es posible que la Ley de medios vigente permita atenuar el impacto de la toxicidad electoral. Lo requiere una democracia que tiene muchísimo arraigo pero que está empañada por la persistencia del voto obligatorio y por la imposibilidad de lograr el voto consular.

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