Compartir

EL VASO MEDIO LLENO

 Publicado: 05/09/2018

Apuntes para un bosquejo del Uruguay en la “era progresista” y su futuro


Por Salvador Schelotto


Diez años y 120 números de vadenuevo convocan a reflexionar sobre el trayecto recorrido en ese tiempo que compartió la historia de esta publicación con la peripecia nacional, y a la vez proyectar algunas ideas hacia lo que, inevitablemente, vendrá.

En esa dirección de pensamiento, y desde una mirada de izquierda, me he propuesto conectar algunas realidades y procesos ocurridos con ideas y con debates que están planteados en la sociedad uruguaya, para empezar a atar algunos hilos sueltos que pueden vincular algunas de las principales transformaciones sociales registradas en el Uruguay en las últimas décadas con el ciclo de reformas y políticas impulsadas en los tres períodos de gobierno del Frente Amplio y considerar también las perspectivas de un futuro que se viene.

1. Un aparato productivo diferente

Un primer dato estructural es el cambio en las estructuras productivas. No es posible considerar el impacto de las grandes transformaciones sociales al margen de las que se operaron en la base económica.

La reestructuración productiva del país, acelerada dramáticamente en la década de los 90 (asociada a la “apertura económica”, la desindustrialización y las privatizaciones), se consolidó en el nuevo siglo, con un sector privado que presenta una integración vertical en las cadenas productivas más relevantes y una creciente concentración en la propiedad y control de las empresas.

El desarrollo de las grandes explotaciones agrícolas, de la mano del agronegocio exportador alentado por el buen desempeño de las commodities en los mercados internacionales, explica una parte importante del crecimiento económico, así como la inversión extranjera directa.

En ese campo, la construcción de dos plantas de procesamiento de celulosa (y la perspectiva de una tercera) impulsó un proceso de inversión concentrada en megaproyectos que luego de su puesta en funcionamiento muestran un derrame moderado en la economía local y un resultado más bien magro en términos de puestos de trabajo. En términos más generales, la diversificación de los socios comerciales del país ha contribuido a preservar a nuestra economía en relación con los vaivenes de la región y a proteger en cierto modo al aparato productivo al haberse abierto nuevos mercados para la colocación de la producción.

No obstante ello, la incorporación de tecnología a la producción de bienes y servicios y la innovación basada en desarrollos nacionales sigue siendo problemática y dependiente de coyunturas externas.

Si bien es creciente la incorporación de conocimiento a la producción de bienes y servicios, lo que se puede constatar en las más diversas áreas de la actividad, esto se evidencia más en algunos sectores como el del software o las comunicaciones y en algunos más chicos como el audiovisual. Esto ha permitido la exportación de servicios de alta especialización.

No es ajena a este cambio en el campo de la producción de bienes y servicios la electrificación casi total del país y la importante conectividad a internet, así como la formación de los recursos humanos en este campo.

2. Crecimiento y desarrollo

Se suele afirmar que los indicadores y las cifras no mienten, pero en lo que hace a las realidades sociales ciertamente tampoco lo explican todo. Una gestión macroeconómica responsable aseguró la estabilidad, el descenso de la inflación y un equilibrio fiscal que ha permitido que Uruguay sea bien considerado por las calificadoras de riesgo y su conducción económica genere confianza: ¡bien!

Por otra parte, si bien es cierto que el país alcanzó 15 años ininterrumpidos de crecimiento económico (en algunos años con índices realmente significativos), mejoró su distribución y alcanzó a ubicarse como el de PBI per cápita más alto de la región, reduciendo drásticamente la pobreza y la indigencia medidas por ingreso, no necesariamente ha alcanzado niveles de desarrollo humano satisfactorios y mantiene una cuantas deudas pendientes. Entre ellas, la persistencia de desigualdades no solamente en términos de ingresos sino principalmente de riqueza, y las enormes dificultades para hacer retroceder la pobreza estructural, considerándola en sus múltiples dimensiones.

No comparto la medición del éxito de una economía cuantificado en la cantidad de vehículos particulares 0km que se anualmente vendan, o en ventas de televisores, o en el incremento de excursiones y viajes al exterior; éstos pueden ser indicios de un aumento cierto de la capacidad de consumir para sectores sociales más o menos amplios, pero no dan cuenta de la satisfacción o no de necesidades sociales.

La cuestión del desarrollo siempre parece quedar en un segundo plano, opacada por las demandas de sectores que reclaman “rentabilidad” en cortos plazos, resultados inmediatos o pujan por la distribución de excedentes. Esto explica en buena medida la dificultad para construir perspectivas de mediano y largo plazo y el descreimiento en los procesos de planificación económica y social que, si bien han sido alentados desde esferas de gobierno, no terminaron de arraigar en la acción estatal.

3. Las políticas sociales y la equidad

En ese escenario, los tres gobiernos del Frente Amplio ensayaron e implantaron algunas reformas fundamentales: la Reforma Tributaria y la creación del Sistema Nacional Integrado de Salud son dos de las más importantes y tienen implicaciones directas en las políticas sociales de alcance universal. En el campo de las políticas sociales focalizadas, la creación del MIDES y el desarrollo de sus programas se dirigió a aquellos sectores más vulnerables, focalizando las políticas, primero a través del Plan de Emergencia y luego del Plan de Equidad, a la que han seguido los programas de cercanía siempre desde una lógica de focalización y la implantación reciente del Sistema Nacional de Cuidados.

Ellas se suman a otras reformas importantes: la reestructuración del Sistema Público de Vivienda, el fortalecimiento de la institucionalidad ambiental, la creación de una institucionalidad para la investigación y el fortalecimiento de las estructuras para el desarrollo científico y técnico (destacándose la creación de la ANII y del Sistema Nacional de Investigadores, de los Centros Universitarios del Interior y del CUDIM, entre otras).

Se debe señalar en este contexto el fenómeno del MIDES, que es muy complejo, y entre otros logros le dio nombre y espacio a ciertas vulnerabilidades, visibilidad y jerarquía dentro de las políticas públicas, pero no involucró un impulso estructural potente hacia la superación de inequidades.

Mientras tanto, los sectores sociales, gremiales y empresariales con mayor capacidad de estructuración y llegada a los medios han conseguido pelear exitosamente por sus reivindicaciones, haciendo pesar su capacidad de incidir en la opinión o en los procesos productivos: de este modo sectores corporativos tan diversos como algunas corporaciones médicas o económicas, como los de productores agropecuarios y otros nucleados en “Un solo Uruguay”, confrontan con el modelo de equidad y redistribución.

4. Construyendo nuevas relaciones laborales

La reimplantación de la negociación colectiva, junto con otros dispositivos y espacios de protección del trabajo implementados desde 2005, aceleró el proceso de modernización de las relaciones laborales y un mejor equilibrio entre capital y trabajo.

Este escenario, generado junto a la marcha ascendente de la economía, posibilitó un proceso sostenido de incremento del valor real y una efectiva recuperación salarial a lo largo de todo el período, así como también de las pasividades.

Las mejoras en la legislación laboral y, en general, del sistema de protección social, contemplaron reclamos históricos de los trabajadores en términos de seguridad, de higiene en el trabajo y, en general, de dignificación de las condiciones de trabajo para amplios sectores.

El amparo del trabajo rural y del trabajo doméstico, el incremento de la tasa de formalización y el aumento significativo de los cotizantes a la seguridad social, son resultados para mostrar.

En el horizonte más o menos próximo, sin embargo, se anuncian fuertes amenazas: mayores transformaciones en la demanda de empleo, mayores requerimientos de formación y más flexibilidad en el desempeño y las trayectorias laborales, que se suman a la perspectiva de eliminación de puestos de trabajo, automatización y robotización, cuestiones todas que tensan el mercado de trabajo, vuelven a plantear la inquietante perspectiva de la precarización y agregan incertidumbre sobre lo que vendrá.

5. Inversión pública, desarrollo productivo e infraestructura

Las transferencias de recursos desde el presupuesto nacional a los gobiernos departamentales y municipales, que han sido previsibles y constantes, han asegurado ciertos niveles de inversión de los gobiernos subnacionales, tanto en infraestructura urbana como en vialidad rural, principalmente en los departamentos del interior del país.

La inversión en infraestructura en el período ha sido importante en materia de generación y distribución de energía (principalmente de fuentes renovables), telecomunicaciones (en particular fibra óptica), abastecimiento de agua, redes de saneamiento y drenajes (con plantas de OSE de abastecimiento y de tratamiento de efluentes en muchas ciudades medias, y las redes de Maldonado-Punta del Este y Ciudad de la Costa). No obstante, existen importantes retrasos en materia de extensión de redes de saneamiento, particularmente en ciudades del interior.La inversión en infraestructura social ha sido importante en algunas áreas como las construcciones hospitalarias y el desarrollo de la arquitectura educativa: son un ejemplo de esto las nuevas escuelas de tiempo completo, centros CAIF, escuelas técnicas y liceos que se han construido o ampliado, y la importante inversión en infraestructura educativa de la Universidad de la República y de la UTEC, fundamentalmente en el interior, en algunos casos conformando verdaderos campus educativos interinstitucionales.

En ese marco, el Plan Ceibal y su expansión a la enseñanza media, así como el Plan Ibirapitá, suponen un esfuerzo importante no solo para la inclusión digital y la creación de capacidades sociales distribuidas sino también para la construcción de ciudadanía. La infraestructura cultural y deportiva, con ejemplos como la culminación del auditorio del SODRE y la recuperación de teatros en el interior, la construcción del ANTEL Arena y otras infraestructuras y equipamientos de menor porte, ha actualizado un parque decadente o inexistente.

Sin embargo, sectores importantes como la infraestructura ferroviaria, vial y portuaria, así como el transporte, no han logrado concretar sus proyectos y permanecen rezagados, a la espera de impulsos que se asocien a impulsos externos.

Lo logrado en infraestructura es la base de importantes logros, pero a la vez la brecha de infraestructura es seguramente una de las condicionantes más fuertes para un proyecto de desarrollo económico y social como el que el país necesita.

6. Ciudades en transformación

Las estructuras territoriales y el sistema de ciudades de nuestro país no están congeladas, sino que son dinámicas y su evolución acompaña las transformaciones sociales. El seguimiento de evolución es competencia, antes que nada, de los gobiernos departamentales y locales, que ejercen la política del territorio, pero que se complementa con la competencia nacional en la materia.

Por una parte, los espacios urbanos expresan y visibilizan, en los asentamientos y áreas precarizadas y también en los barrios privados o las áreas residenciales de alto estándar, la persistencia de la fragmentación social. En ese sentido se debe anotar que la segregación socio-territorial es una de las expresiones más tangibles de la fractura, evidenciando una mayor separación de grupos sociales y menores interacciones.

Por otro lado, la expansión de las tramas urbanizadas y los crecimientos periféricos más allá de las áreas consolidadas no se han detenido, pese a los esfuerzos de la planificación para contener o revertir algunas de esas tendencias. La misma cantidad de personas usando más superficie urbanizada inevitablemente soportará un costo más elevado y mayor carga de aportaciones a la gestión de lo colectivo.

Análogamente, el mismo número de personas pero integrando más cantidad de hogares de menor tamaño, demanda un mayor número de viviendas y más pequeñas, requiriendo por ello mayor inversión pública y privada y más costos fijos.

A esto se agrega que las migraciones internas y la movilidad espacial de los trabajadores en seguimiento de las oportunidades de empleo plantean desafíos que no son de fácil respuesta en el corto plazo. Las ciudades medias muestran por primera vez mayor dinamismo que la capital y la región metropolitana, registrando incrementos poblacionales moderados que indican el peso de las actividades agrícolas en el mapa productivo y su incidencia territorial.

En ese contexto, la importancia del espacio público se refuerza, lo que ha sido reconocido tanto por las autoridades locales como por actores nacionales, emergiendo el discurso de la convivencia y de los nuevos espacios públicos equipados y recargados con actividades.

El escenario del espacio público en las ciudades sigue siendo el espacio de la democracia, donde se realiza el festejo, la memoria, la protesta y toda forma de expresión colectiva, entre ellas las marchas del 8 de marzo, del 20 de mayo y de la diversidad, que alcanzan a todo el país.

7. La fractura social, la educación y la formación de capital humano

Una cara diferente y complementaria del crecimiento económico, del crecimiento y mayor peso social de las capas medias y del aumento de su capacidad de consumo asociado a la estabilidad económica es la dualización social que aún persiste y está lejos de ser superada.

La dualización de la sociedad reside en la profunda fractura entre quienes están incluidos y quienes están excluidos de las diferentes dimensiones de la convivencia social, ya sea en términos de formalidad laboral, precariedad urbano-habitacional, deserción educativa u otras dimensiones que involucran no solamente los aspectos materiales sino también simbólicos. Población excluida, más allá de la pobreza material, en la que, por ejemplo, luego de varias generaciones, se puede constatar las capacidades cognitivas obturadas y se carece de ciertas habilidades que permitan una inserción en el mercado de trabajo y la formalidad.

Estas realidades recientemente se han asociado con nuevas modalidades delictivas organizadas que se afincan en espacios periféricos o precarizados y contribuyen a la estigmatización de esas comunidades, dificultando la convivencia y exacerbando conflictos.

Frente a la perplejidad de las instituciones y los escasos resultados de los esfuerzos interinstitucionales emergen tentaciones de buscar atajos. Las respuestas propias del populismo punitivo, como sentido que afecta transversalmente a sectores sociales y partidos políticos, alimentan una expectativa poco fundada en resolver estas problemáticas desde una lógica policial, principalmente punitiva y un imaginario carcelario.

Desde otro ángulo, la inclusión social puede encontrar caminos en el sistema educativo, en la medida que se ha expandido la educación inicial, se amplió la cobertura de la educación media (con una interesante participación en ese crecimiento de la educación técnico-profesional) y se incrementó notablemente la matrícula universitaria, crecimiento que no solamente se asienta en el desarrollo en el interior del país. Es un dato nada menor que casi la mitad de los estudiantes ingresantes sean primera generación de universitarios.

8. Emerge una nueva sociedad

Los uruguayos somos pocos, y seguiremos siendo en las próximas décadas más o menos los mismos, pero organizados de diferente manera. Pero esa inquietante perspectiva no da cuenta de las fuertes alteraciones que internamente sacuden a este colectivo de tres millones y poco de almas. Somos y seguiremos siendo más o menos la misma cantidad de personas, pero distribuidas de otra manera en el territorio, más envejecidas, más educadas, menos fértiles, más solos y solas, o con relaciones y vínculos más efímeros.

Los nuevos arreglos familiares y las diversas formas de convivencia repercuten, como ya se vio, en el espacio doméstico y en el espacio público, y demandan, además, del cuidado y la coexistencia y cooperación de diferentes generaciones.

Pero además, el cambio en las relaciones de producción y la concentración del capital produce que muchas personas trabajen en forma más aislada y menos asociada, y que la dispersión espacial y horaria del empleo se traslade al espacio doméstico. Lo que está conectado a la producción de conocimiento y nuevas tecnologías aplicadas para el trabajo colaborativo y a distancia.

Nuevas dinámicas culturales están asociadas a estas realidades sociales de reciente aparición, como el arte callejero, la ocupación del espacio público con actividades deportivas, sociales o gastronómicas, algunas de las cuales están conectadas con grupos sociales específicos o tribus urbanas.

La inesperada conversión del Uruguay en un país receptor de migrantes constituye un dato que viene a enriquecer ese panorama, con no pocas novedades positivas: el aporte de población joven, en algunos casos con formación terciaria y con una rápida inserción laboral, lo que se agrega a la ampliación de la geografía cultural en el escenario nacional.

9. Movimientos sociales en transición

En quince años, los movimientos sociales acusaron tanto el impacto de los cambios en el mundo del trabajo y en la producción como también de los cambios culturales y en las pautas de consumo, utilización del tiempo libre y modos de entretenimiento y socialización.

Y también registraron una cooptación de muchos de sus cuadros desde la lógica político-partidaria o el aparato del Estado, debilitando sus cuadros de dirección y vaciando las organizaciones. Como efecto indirecto de esta situación se registró un cierto adormecimiento de la sociedad civil organizada y reclutamiento de sus cuadros hacia la institucionalidad.

Pese a ello, y mostrando capacidad de reconversión, en un marco de dificultades crecientes para el desarrollo de procesos colectivos, el sindicalismo ha crecido numéricamente, en cantidad de afiliados cotizantes y sobre todo se ha transformado, acompañando las variaciones tanto en la estructura del empleo por sectores y ramas como en su distribución territorial. Algunos sindicatos de primer nivel como el SUNCA (construcción y afines) y FUECYS (comercio y servicios) evidenciaron una importante capacidad de organizar a los trabajadores y de movilizarse, asociada a una conducción inteligente e inclusiva, que refleja los intereses y demandas de los gremios respectivos.

En otros movimientos sociales se destaca la persistente vigencia de FUCVAM, que sostiene el pujante cooperativismo de vivienda de usuarios con una estructuración gremial sólida y un amplio poder de organización y movilización.

Otros movimientos sociales menos estructurados, con alcance local o con menor continuidad en el tiempo mantienen vigente la movilización de otros sectores: es el caso de los grupos juveniles estructurados en los gremios estudiantiles de liceos y en la FEUU, así como también los grupos ambientalistas y otros de base comunitaria local. Muchas de estas instancias de organización y movilización se estructuraron en torno a temáticas específicas, pertenecientes a la “agenda de derechos” como la lucha por la legalización del aborto o la legalización de la venta y cultivo de marihuana.

Un ejemplo relevante de este tipo de enfoques, que culminó con una movilización amplia, transversal y exitosa, fue el movimiento “No a la baja”.

Deber ser progreso manuscrito, enfoque de derechos y la agenda de derechos, conceptualizar los problemas sociales desde los derechos humanos.

10. Emergencia incontenible de los feminismos

Uno de los datos más interesantes de las transformaciones sociales recientes es la consolidación de un movimiento de mujeres plural, combativo y pujante, masivo y de alcance nacional.

La lucha por la igualdad sustantiva entre hombres y mujeres encuentra expresiones diversas, y entre ellas que se destaca la movilización social, que es una continuidad ampliada de la lucha de décadas anteriores, expansión que se produce fundamentalmente a partir de sectores jóvenes.

Esta lucha sentida contra la desigualdad de género atraviesa todos los sectores sociales y los involucra, dado que tiene posibilidad de mostrar logros ciertos, lo que le da un atractivo fundamental. Algo por lo que pelear, desde y en lo cotidiano, por un mundo distinto, adquiriendo inclusive una perspectiva revolucionaria y anticapitalista, que finalmente cuestiona relaciones de poder. El movimiento de mujeres ha logrado incidir en diferentes planos, entre ellos en la institucionalización de políticas, con gran habilidad, impulsando la aprobación de leyes y la formación de espacios de incidencia específica.

11. Crisis y mutaciones en las formas de hacer política

La política, en apariencia tan omnipresente en la escena pública, registra sin embargo notables transformaciones en sus formas de ejercicio y su capacidad de prevalecer en la escena pública. Está en crisis no solamente en las expresiones orgánicas de la izquierda, sino en todas las formaciones partidarias.

Las “nuevas formas de hacer política”, reivindicadas desde ciertos sectores de la izquierda, han tenido importantes fracasos o no han terminado de instalarse.

Los espacios tradicionales de militancia y de participación se han reducido o han cedido lugar a un funcionamiento de los “aparatos” más chicos y profesionalizados, aun en la izquierda, reduciendo su convocatoria y acotando su campo de acción a las campañas e instancias electorales. En ese cuadro, el Frente Amplio ve erosionados dos de sus fundamentos centrales: la acción política permanente y la unidad de acción. Esta última es permanentemente jaqueada por amenazas o actos de indisciplina, frecuentemente en el ámbito parlamentario, lo que compromete la eficacia de la acción de gobierno.

Simétricamente, las formas renovadas del caudillismo, en referentes nacionales o locales, sustituyen o avasallan a las expresiones colectivas, reforzando lazos y modos de vinculación de los ciudadanos con los líderes o caudillos que pasan de largo por las estructuras partidarias.

12. Transparencia

La sociedad uruguaya ha ganado en transparencia y acceso a la información, particularmente de la acción de los organismos del Estado. La legislación de acceso a la información permite a los ciudadanos conocer en detalle la acción del Estado y llegar aun a los ámbitos más recónditos. Esto, sumado al avance del llamado “gobierno electrónico”, que facilita en buena medida y democratiza las gestiones de los ciudadanos ante organismos, ha generado mejores condiciones de acceso a los servicios públicos y de presentación de reclamos.

No obstante, al mismo tiempo, las grandes corporaciones del sector privado y, sobre todo, el oligopolio de los grandes medios de comunicación, siguen siendo opacos a la consideración pública.

La oposición cerrada desde espacios de poder económico y comunicacional a la llamada “Ley de medios”, que establece tibias condicionantes a las discrecionalidades de las empresas concesionarias de servicios de comunicación audiovisual, es parte de una resistencia corporativa pero también ideológica a la transparencia y democratización de la información.

Simétrica consideración merece la cuestión del financiamiento de los partidos políticos, que no ha logrado cuajar en un marco legal que dificulte o impida vinculaciones dudosas o viciosas entre las estructuras de los partidos y sectores del poder económico.

La aprobación y puesta en vigencia de un nuevo código del proceso penal, con juicios públicos y procedimientos que clarifican roles de jueces y fiscales, contribuye también, no solo a una mejora de la justicia y mayores garantías, sino también a una mejor comprensión de la sociedad de una materia tan compleja.

La creación de instituciones como la del Comisionado Parlamentario para el Sistema Carcelario, la Institución Nacional de Derechos Humanos y hasta la Defensoría de los vecinos y vecinas de Montevideo, muestran un avance en esta dirección, pese a lo acotado que puedan resultar sus actuaciones.

13. Ética pública y ética privada

La cuestión de la ética pública, que siempre ha sido una preocupación en el Uruguay, registró un interés creciente en los últimos años, a punto de salida de un conjunto variado de episodios, algunos de ellos delictivos y otros de flagrante inobservancia de principios éticos, por parte de jerarcas públicos y dirigentes políticos, afectando prácticamente a todos los principales sectores del espectro político.

El desarrollo de la sociedad civil en términos de vigilancia y contralor de la gestión pública constituye un aspecto saludable que facilita la denuncia pero no oculta ni empaña el carácter preocupante de muchos de estos actos que han afectado no solamente la gestión pública, sino principalmente la credibilidad en el sistema político.

Los reclamos de un mayor rigor para con los que han caído en inconductas forman parte de una saludable reacción desde la sociedad y de una demanda más exigente para con quienes son figuras públicas. Parte de las respuestas (insuficientes) a esa demanda social la han aportado no solamente la justicia sino sobre todo tribunales y comisiones de ética de todos los partidos, que han adquirido mayor visibilidad y recarga de trabajo y están siendo crecientemente exigidos desde la ciudadanía, así como comisiones parlamentarias que abordan estos temas.

Sin embargo, esas reacciones quedan casi reducidas a la acción pública; mientras que queda como pendiente y sin abordar la cuestión de la ética en las relaciones comerciales y las instituciones privadas, cuestión que se ha puesto recientemente en el tapete, entre otros episodios, con las maniobras fraudulentas de algunos empresarios (alguno de los cuales también es actor político) y la crisis desatada en torno a la elección de autoridades en la Asociación Uruguaya de Fútbol.

14. El malestar en la cultura

Se había hablado, hace algún tiempo, en contextos económicos más optimistas, de la emergencia de un tipo social de “nuevo uruguayo”, que con su perfil más positivo y optimista contrariaría la tradicional tendencia nacional hacia la prudencia, la austeridad, el conservadurismo o la negatividad. Ese nuevo uruguayo, más liviano de equipaje y menos conservador, sería más hedonista y audaz.

Si esa nuevauruguayez existió alguna vez, en alguna medida hoy está fuertemente cuestionada desde una perspectiva económica menos alentadora y también desde un clima social de menor optimismo.

A ello contribuyen los pronósticos económicos, pero también la saña y sistematicidad con que se agrede al estado de ánimo de la población. El machaque continuado desde los grandes medios de comunicación, que entre otros tópicos salpica con horas y horas de crónica roja los espacios informativos, es, junto con otros tópicos, un aporte fundamental a la construcción de un malestar que reconoce causas más estructurales.

Los malestares son variados y registran motivaciones diversas y aun contradictorias, lo que no impide que converjan en un malestar generalizado muy difícil de asir y que tiñe inevitablemente el clima social.

Pero ese malestar generalizado que integra muchos malestares tiene también un telón de fondo oculto, que incluye problemáticas sociales frecuentemente soslayadas, como los consumos problemáticos, la violencia de género y la violencia intrafamiliar, los trastornos mentales, la alta tasa de suicidios, la endemia de los accidentes de tránsito, y por supuesto el delito. Indicadores todos de una dificultad de estructuración social y carencias de cuidado.

15. ¿Nuevos intelectuales?

Una de las grandes dificultades que se registran en un escenario actual es la escasez de sujetos y espacios colectivos capaces de desarrollar y estimular el pensamiento crítico.

Esa aspiración va en una dirección contraria al mainstream de la cultura contemporánea y el mundo líquido. Bombardeados por los efectos de la conectividad permanente y el acceso a un quantum inconmensurable de información en internet, los uruguayos se informan más y están más pendientes de noticias y de datos, pero quizás cuenten con menos tiempo y menos herramientas para interpretar y evaluar esa marea informativa, con serenidad y desde una posición de autonomía. La crisis y desaparición de medios de comunicación independientes y la reducción de espacios para la crítica cultural y el pensamiento (con excepción, para nada menor, de algunos blogs y portales de internet), se agrega al empobrecimiento o la virtual desaparición de la producción académica crítica en materia de humanidades y estudios culturales.

Como resultado de esa carencia encontraremos que mientras abundan intelectuales tomadores de ideas y reproductores de tendencias globales, inevitablemente domesticados y acríticos, escasean generadores de ideas originales o cuestionadores de lo establecido.

Obviamente no es esta una problemática local, dado que la función histórica de los intelectuales en las sociedades modernas está en crisis y la necesidad de reinterpretar su papel está planteada a nivel global.

Algunos indicios permiten mantener una expectativa positiva en términos de la emergencia de otros intelectuales, no cooptados por el sistema, por cuanto están surgiendo núcleos de pensamiento autónomos y pujantes, generalmente integrados por jóvenes que se organizan al margen de las instituciones y las estructuras académicas, abordando temáticas tan diversas como la economía, la producción audiovisual, las artes o las intervenciones urbanas.

16. El relato ausente

La calidad del debate público y el desarrollo del pensamiento crítico están hoy fuertemente condicionados, entre otros aspectos, por el acotado espacio que deja la saturación de información generada tanto desde los medios tradicionales como por la expansión de las tecnologías de la información, en particular los portales de internet y las redes sociales.

El volumen de datos y la velocidad con que circula la información contradicen las posibilidades de decantar y discernir entre los mensajes que nos llegan, no solamente por las ediciones de contenidos y las “fake news”, sino también porque el escenario virtual se ha constituido en un ámbito privilegiado de feroz e intensiva disputa por la hegemonía política e ideológica, en la que todo vale, aún la siembra de bots y trolls. Ello se encuadra en mensajes claros y comprensibles que atacan a lo medular de los proyectos colectivos.

En contraste, claramente es un faltante y se evidencia necesidad de la construcción de un relato y un sentido común como el que supo generar la izquierda social y política en el Uruguay. La apelación a un proyecto nacional, popular y democrático, que sustentó la elaboración política y orientó la acción de la izquierda social y política, al menos desde principios de los años 60 del siglo XX, ya no vertebra los discursos de la izquierda política. Esa apelación sustentó una estrategia que resultó exitosa pero que parece haberse agotado. En este punto, la izquierda aparentemente está más preocupada por sostener su posición en el aparato del Estado que por formular de manera nítida y comprensible una perspectiva de futuro por la cual pelear.

Relato y estrategia se alimentan mutuamente. La ausencia de uno, o de ambos, compromete toda perspectiva de cambio.

17. Algo por qué luchar

Haber avanzado tanto, y saber que tanto más falta aún, saber que está lejos la ilusión y la esperanza cierta de construir una “nueva sociedad”, en la que puedan emerger “el hombre y la mujer nuevos”, no es excluyente de construir una perspectiva de cambio progresista asentada en el convencimiento de que es posible construir sociedades en que las personas sean más libres e igualitarias y puedan desarrollar sus potencialidades.

Pero esas aspiraciones, hoy sentimos que están en riesgo, amenazadas por un contexto mundial, regional y hasta nacional crecientemente hostil para los proyectos progresistas y de izquierda, que implica una articulación social política y económica que procura desmantelar no solamente los logros en materia redistributiva y de naturaleza económica y social, sino también los dispositivos institucionales y legislativos que avanzaron sobre la agenda de derechos y las libertades.

Una vez más cabe la pregunta: ¿qué hacer?, interrogarse sobre cómo construir mayorías sociales sólidas y reconstruir la fuerza social y política motriz que pueda seguir impulsando los cambios.

Las respuestas no se encuentran fácilmente, dado que los vínculos entre los movimientos sociales y las expresiones políticas orgánicas de la izquierda se han vuelto menos fluidos y más conflictivos, y que las propias organizaciones políticas son más débiles y menos estructuradas, mientras que las relaciones “líquidas” en la sociedad debilitan las perspectivas de proyectos más ambiciosos y de largo plazo.

Estas dificultades, nada menores, y las resistencias crecientes desde los sectores de poder económico que no quieren ceder en sus privilegios o buscan recuperarlos, no deberían hacernos perder de vista las perspectivas históricas de un proceso aún abierto, que tiene enormes carencias y vulnerabilidades, pero que también cuenta en su haber con transformaciones estructurales y aciertos.

La lucha es política y es cultural; depende en gran medida de construcciones e imaginarios colectivos, sustentados en una conjunción de voluntades que acumule más allá de los liderazgos individuales y organice la lucha por un programa. Finalmente, no creo que sea posible imaginar un futuro en el que se reviertan o simplemente desaparezcan las conquistas en materia de derechos sociales e individuales y se licúen las expectativas de proyectar futuros.

No hay fatalidades en la historia, pero tampoco existen destinos inexorables. Proyectar futuros para hacerlos posibles demanda inteligencia colectiva, trabajo, persistencia, continuidad, compromiso. Para que ello ocurra se necesita esfuerzo y voluntad. En el futuro inmediato hay confrontaciones y tareas tanto o más importantes que campañas electorales internas, nacionales o departamentales. Se juega la posibilidad de seguir construyendo esperanza.

No vuelvas atrás.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *