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FRENTE AMPLIO: OPOSICIÓN COMPLICADA Y RETOS ESTRATÉGICOS

 Publicado: 06/10/2021

Hace falta


Por José Luis Piccardo


Tras una gestión removedora que cambió cosas importantes en Uruguay, el Frente Amplio (FA) necesita actualizar sus lineamientos programáticos, que son imprescindibles no solamente en la perspectiva de retomar el gobierno, sino para hacer política hoy, en la oposición, con un buen desempeño táctico y capacidad de acumulación política. 

Hace falta

Vale como ejemplo de lo que hace falta la siguiente reseña de Rodrigo Arocena, que aunque el autor no pretende que sea exhaustiva, da una idea del desafío: “Hace falta cambiar al FA para que el FA pueda volver a proyectar el cambio del Uruguay. Hace falta transformar la estructura productiva nacional mediante la incorporación de gente altamente calificada y conocimiento avanzado, para producir mejor con menor uso de recursos naturales, sin lo cual no se podrá afrontar el desafío ambiental y climático. Hace falta transformar la educación pública -asignatura pendiente de los quince años de gobierno progresista- para combinar formación avanzada y trabajo creativo para todas y todos a lo largo de toda la vida, sin lo cual la automatización multiplicará la desocupación y, más en general, no se podrá afrontar el desafío de la desigualdad. Hace falta afirmar la vigencia de los derechos humanos para todas y todos, en todas partes y en todos los tiempos, sin lo cual no se podrá afrontar el desafío de proteger y ampliar la democracia.[1] Considera imprescindible “encarar tareas como esas y varias otras”. 

Aun las políticas públicas más ambiciosas del periodo frenteamplista, como las reformas estratégicas del sistema tributario o de la salud -instrumentos que las condiciones de la pandemia revalorizaron-, ameritan nuevos desarrollos, máxime cuando fueron concebidas con sentido dinámico, no de una vez para siempre, ni como estructuras rígidas e inamovibles. Por ejemplo, parece necesaria una tributación que avance en la imposición al patrimonio y la riqueza, logrando “sinergias con la tributación a la renta, fundamentalmente, con la imposición a la renta personal”.[2] Algo similar cabe decir de la reforma sanitaria, más aun tras su especial incidencia en el combate a la Covid-19 y las lecciones que dejó, y en un sector donde el avance de la ciencia y la tecnología es incesante.

El FA también está desafiado por reformas no iniciadas o que apenas fueron desarrolladas en gobiernos anteriores. Entre ellas, la educación, como sostiene Arocena. Resulta acertado rechazar los cambios impuestos por el gobierno en la cúpula de la enseñanza y lo exiguo del presupuesto. También lo es valorar los logros de los años anteriores en algunas áreas y aspectos de la Ley de Educación. Sin embargo, el discurso del FA sobre el tema no luce como una propuesta potente, que dé respuestas a notorios problemas en el sistema. 

El día a día de la política y la visión estratégica

El Frente Amplio demuestra “agilidad” para advertir fallas en el oficialismo, así como desviaciones éticas, lo cual está muy bien. Pero no está siendo igualmente activo en materia de propuestas, lo que no debería desligarse de la aludida insuficiencia en cuanto a elaboración estratégica. Esto no significa desconocer que hay frenteamplistas que están estudiando la realidad y generando valiosas ideas para transitar nuevos caminos. Solo a título de ejemplo cabe destacar, entre las experiencias que contribuyen en esa dirección: Hacia una estrategia nacional de desarrollo, Uruguay 2050,[3] en el marco de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP), durante el gobierno anterior; los análisis del Centro de Investigaciones Económicas (CINVE); esfuerzos diversos entre los que puede ser ejemplo lo realizado por el Grupo JUEVES (Juntadas de Evaluación Económica y Social); trabajos personales -incluyendo columnas y entrevistas en los medios- de dirigentes políticos, asesores de legisladores y de bancadas, investigadores, muchos de ellos del FA y, por supuesto, el trabajo académico de la Universidad de la República (UdelaR), así como de otras instituciones terciarias y centros de investigación públicos y privados.

Hay mucha elaboración en esos ámbitos, pero el Frente Amplio debería aprovecharla más para generar sus respuestas. Estas han de ser de carácter político (diferente de lo académico y lo analítico-politológico, aunque desde estos ámbitos se nutra a la política), es decir, insumos para la acción política y la generación de planes y medidas que contribuyan a mejorar la vida de la gente y cambiar la sociedad, apuntando al desarrollo sustentable con inclusión y justicia social. Para esta actividad sigue siendo insustituible el partido político, con las formas organizativas que se estimen mejores para desplegar su actividad. También en esta materia el FA tiene mucho para cambiar.

Señales hacia la sociedad

Por supuesto que siendo oposición el Frente Amplio ha propuesto en este periodo proyectos de ley y medidas legislativas de interés, además de intervenir en procura de mejorar las iniciativas del oficialismo en materia presupuestal y en otras áreas. Pero da la impresión de que el flujo de propuesta está por debajo de lo necesario y que muchas veces el discurso opositor discurrió de manera errática. Esto seguramente es muy discutible, pero menos discutible tal vez sea que a gran parte de la población le ha costado entender y sentirse representada por la oposición. 

La mayoría de las iniciativas del FA tienen que ver con denuncias y críticas al oficialismo. Casi todas necesarias y algunas sobre aspectos relevantes, como el rechazo a la entrega de la operativa del puerto a un monopolio privado pasando por arriba de la Constitución y del interés nacional (de lo peor que le ha pasado al país en décadas) o, en otro plano, la campaña por la derogación de 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración (LUC). Pero el Frente Amplio no logra meter con fuerza en el debate nacional sus propias iniciativas, incluyendo aquellas que desde ya vayan esbozando su plataforma electoral en 2024. 

El FA planteó con escasa o nula receptividad del gobierno varias propuestas para hacer frente a la pandemia, en especial en los momentos donde el coronavirus golpeó más fuerte. Fueron de carácter sanitario y también económico, en especial tributario, además de sus acciones solidarias con relación a las ollas populares y situaciones sociales críticas. Esas actuaciones priorizaron a los sectores más vulnerables, lo cual responde a los más caros principios de la izquierda. 

Pero las señales del Frente hacia la sociedad no contemplaron en medida suficiente a otros vastos sectores. Por ejemplo, las clases media y media alta, que crecieron y se fortalecieron durante los gobiernos anteriores y entre las cuales, además, el FA ha tenido históricamente un importante respaldo electoral. En el diverso ámbito agropecuario, si bien actitudes como la adoptada en defensa del Instituto Nacional de Colonización contribuyen a reposicionarlo favorablemente, tampoco se percibe una atención sistemática a su problemática. 

Lo dicho no se puede generalizar: hay muchos frenteamplistas que entienden, atienden y tienen a los sectores aludidos en el centro de sus preocupaciones. Pero el FA como tal, en su accionar y en su discurso, suele dar mensajes poco claros o potentes y, como consecuencia, le cuesta acumular políticamente. 

Al señalarse esas insuficiencias en su capacidad de propuesta, no deben ignorarse dos aspectos: primero, que el FA está en la oposición, lo que inevitablemente limita la posibilidad de instalar iniciativas en el escenario nacional y, segundo, que en gran medida la estrategia del gobierno apunta a eliminar o rebajar las transformaciones generadas durante los gobiernos frenteamplistas, lo cual obliga a priorizar la defensa y la preservación de dichos logros. No obstante, según se señaló, el Frente tendría que promover con más fuerza sus propias iniciativas; es necesario para dejar claro ante la sociedad el camino que debería seguir el país. Camino que, dicho sea de paso, deberá tener en cuenta el contexto mundial y regional, que hoy condiciona las decisiones en política nacional y regional como nunca antes en la historia. Y a propósito, otro de los grandes asuntos que ameritan nuevas reflexiones desde el FA es la inserción internacional y la política exterior. Máxime cuando el presidente Luis Alberto Lacalle está impulsando una orientación peligrosa, que va a aislar al país y que se contradice con postulados de política internacional que el Uruguay ha sustentado, más allá de los cambios de gobierno.

La batalla cultural

Se señala con razón que pese a los logros del FA en sus tres gobiernos, se perdió la batalla ideológica con la derecha. Pero no se contrarresta esa situación si el propio Frente no procesa un debate de ideas que cambie ciertas formas de hacer política y aborde asuntos como el consumismo, el individualismo, el debilitamiento de la solidaridad, etcétera. Tal cosa no sería posible si el proceso de renovación estratégica al que se viene haciendo referencia no se plasmara en la acción política y esta, a su vez, no respondiera a definiciones claras. De lo contrario, los mensajes a la sociedad desde el FA no lograrán ganar terreno en lo cultural. Siendo gobierno, no se consiguió que la gente relacionara mejor los cambios positivos en sus condiciones de vida con las medidas que los hicieron posible. Siendo oposición, revertir eso va a ser más difícil aun, por obvias razones. Por lo tanto, habrá que bregar con inteligencia en la defensa y promoción de los valores de la izquierda.

El documento del FA y un camino a recorrer

El documento “Balance, evaluación crítica, autocrítica y perspectivas + Propuesta lineamientos estratégicos”,[4] presentado recientemente en el congreso del Frente Amplio, es sin duda una contribución importante para el proceso de renovación ideológica, programática y organizativa. Pero dicho proceso no quedará establecido automáticamente con la aprobación en el organismo. 

Con un sobrio manejo de los términos, Mario Bergara ha dicho que el documento “es bastante bueno”. Efectivamente, es una base correcta para abrir el diálogo. Tiene omisiones, formulaciones ambiguas, a veces maneja categorías sin tener en cuenta los cambios del contexto histórico, esquiva algunas definiciones y el análisis de situaciones del ámbito nacional e internacional que resultan “incómodas” para el FA. E incluso por momentos resulta “anticuado” (juicio indiscutiblemente subjetivo) en ciertas formulaciones. (La forma también hace al contenido; lo puede clarificar o enturbiar, según los casos). 

Pero el documento es un borrador necesario, no exento de virtudes, como base para el debate. No es una síntesis final. Mucho dependerá de cómo y cuántos frenteamplistas se involucren en este camino, y de los frutos que puedan crecer con esos intercambios, que, cabe esperar, serán fraternos y constructivos. 

Renovación y política

Para el FA no habrá renovación entre cuatro paredes, sin hacer política en estrecho contacto con la sociedad. Se esté en el gobierno o en la oposición, la autocrítica y la construcción programática no deberían procesarse como instancias internas, al margen de la praxis. La renovación deberá ser en unidad y en lucha. Lucha concebida, según el viejo principio del Frente Amplio, como actividad política permanente, sea presencial o virtual y en los distintos ámbitos en los que deba desenvolverse.

Los asuntos estratégicos y programáticos aluden a cuestiones que constituyen el centro y la razón de ser de la política. Desgraciadamente, esa noble actividad deriva con frecuencia hacia asuntos menores y prácticas que la rebajan, alejándola de la gente y debilitando a la democracia. Las redes sociales exhiben un lamentable panorama de agravios, falsedades y tilinguería en el que participan también personas con responsabilidades de gobierno, dirigentes y militantes (habría que ver hasta dónde son militantes) de todos los partidos. A veces este clima se manifiesta en el Parlamento y en los medios tradicionales. Es para preocuparse.

Una última anotación: el logro, junto al Pit-Cnt y varios movimientos sociales, de la obtención de las firmas para habilitar el referéndum sobre la LUC y el gesto de unidad que significó elegir en un clima de unidad a los candidatos para presidir al Frente Amplio, son señales positivas. Le servirán para templar las fuerzas. Pero esto no borra la derrota, no debería relegar el balance, ni genera automática y mágicamente las definiciones de esta etapa.

El optimismo sobre el papel a cumplir en el futuro por el FA -que tiene grandes fortalezas y seguirá siendo el principal partido del país- deberá sustentarse en su capacidad para transformarse e incidir sobre la realidad, para cambiarla.

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