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VADENUEVO DE COLECCIÓN: DEL NÚM. 139 (MARZO DE 2020). NICOLÁS GRAB. IN MEMORIAM. (A DOS AÑOS DE SU FALLECIMIENTO)

 Publicado: 06/10/2021

Entrevista


Entrevista por Marisa Ruiz


Ruiz: El Dr. Edward Kaufman, de la Universidad de Maryland, me recomendó entrevistarte debido a tu participación en la ayuda a los presos políticos y en la campaña contra la tortura.

Grab: No tuve participación directa en episodios concretos, pero llegué a convertirme en fuente de información regular de Amnistía Internacional en Londres y de organismos intergubernamentales, particularmente de la Comisión de Derechos Humanos y -después que se constituyó, pues aún no existía en esa época- del Comité de Derechos Humanos.

Ruiz: Comencemos primero por tu persona.

Grab: Yo soy abogado. Militaba políticamente, pero me dedicaba al Derecho Laboral (enseñaba en la cátedra de Derecho del Trabajo de la Facultad de Derecho), y desde 1971 asumí algunas defensas ante la Justicia Militar, de integrantes del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, en una época en que eso era deber moral de todos los abogados. Incluso lo hicieron muchos que no eran de izquierda. Te estoy hablando del período anterior a la disolución de las Cámaras. Para mí era materia absolutamente exótica pues nunca había trabajado en Derecho Penal. Después defendí algunos dirigentes muy notorios del Partido Comunista, entre ellos Jaime Pérez cuando era Primer Secretario. Y terminé cuando Arismendi estuvo preso, aunque no llegó a ser procesado. Menciono esto porque es un elemento curioso de la discutida sagacidad con que se llevó a cabo la represión. Yo discrepo con alguna gente, que me merece mucho respeto, pero que opina que ciertos episodios se hicieron con muy buena planificación. Creo que no fue así, en particular el ataque contra el Partido Comunista.

Hubo un período en el cual demostrar que uno era comunista era una forma de salir del problema de caer preso: se estaban llevando presa gente "al barrer", particularmente muchachada joven, y probar que Fulanito era comunista significaba quedar libre porque no era contra ellos. El cambio represivo hacia el Partido Comunista fue súbito, desencadenado de una manera instantánea y -te repito-, según la opinión de gente que me merece mucho respeto, muy bien "carburado". 

Fui y volví con mi familia de Buenos Aires. Porque ellos me vinieron a buscar. Se habían llevado presos a dos profesionales del edificio en el que yo trabajaba, el escribano de la planta baja y un abogado que, como yo, trabajaba en el primer piso. Yo seguía trabajando. Para subir a mi oficina los clientes tenían que pasar por una puerta cerrada, custodiada por un señor de civil, que ni siquiera sabíamos si era de la Policía o del Ejército (después supe que eran del Ejército), y mis clientes tenían que pasar por ahí para subir. Pero a mí no me tocaron. Se dio de hecho la circunstancia de que, a través de mi trabajo profesional, yo era abogado de un montón de sindicatos, me enteraba de pila de cosas: Fulanito ha sido llevado preso..., se supo que..., en fin, noticias tenebrosas que todos los días teníamos en esos tiempos, que yo transmitía a la persona que sabía que era la encargada de difundirlas. Eran noticias de gente del MLN, presos y presas. Yo los defendía desde 1971 y diseminaba esa información. 

Ruiz: ¿Y tu diseminación de información fue más o menos desde esa fecha, 1971-72?

Grab: Pero por la vía que te digo, consistente en comunicarla a una persona de mi partido, que era la encargada de hacerlo; yo no. Hasta que un buen día esa persona cayó presa y, aunque me costaba creerlo, semejante hipótesis tan verosímil no estaba prevista y cubierta. Organicé un viaje de familia turístico a Buenos Aires, en auto por ferry -no había puentes-, con mi cuñado, mi suegra; nos fuimos a pasear a Buenos Aires en una semana larga y volvimos. Yo ahí aproveché para, entre otras cosas, enterarme de que la persona que había caído presa no tenía su relevo previsto y allá mis amigos estaban absolutamente en babia; a partir de lo cual, por la vía de los hechos, yo me hice cargo. También me vinculé con Amnistía... desde años antes había gente del Partido Comunista encargada del vínculo. 

Ruiz: Eso me interesa mucho porque las relaciones entre el Partido Comunista y Amnistía siempre fueron estrechas. 

Grab: Sobre esto no me voy a explayar precisamente porque, en fin, es mi intimidad... porque los amigos que tuvieron esa responsabilidad, cuando empezó a tener sentido, se durmieron debajo de la cama.

Ruiz: No te estoy pidiendo que me cuentes anécdotas, que sé que son álgidas o vagas. Simplemente, hablando todavía con alguna gente noto, honestamente, un poco la perplejidad de que Amnistía no tuviera preferencias por ningún partido político, algo que en esa organización es de rigor. También decían, debés haberlo oído en la época del socialismo real: "Amnistía puede estar infiltrada por la CIA porque defiende a presos polacos", en Polonia. 

Grab: No dudo de que la CIA lo haya intentado, de eso tampoco tengo dudas, por pura presunción. Si yo fuera director de la CIA, lo haría. Mi visión actual es que después que volvimos, en 1985, el Partido creó una Comisión de Derechos Humanos de la cual fui coordinador. Y hubo todo un trabajo interno para cambiarle un poco la mentalidad muy compenetrada que tenía nuestra gente en la dirección, que tú estabas señalando recién. Es curioso, la Dirección del Partido comunicó sin ninguna clase de vacilaciones una nueva línea más razonable sobre todo ese tema. Yo tuve no sé cuántas charlas en mi agrupación, de barrio y cosas por el estilo, explicando que debíamos ver como un hecho altamente positivo el renovado interés mundial por el tema de los derechos humanos. Cosas tan elementales como estas que te acabo de decir, no eran obvias. Porque incluso eso... y te estoy hablando después de la dictadura... algunos decían: "acá estamos para la Democracia Avanzada y no para las pavadas". Debido a la línea oficial, vertical, de arriba para abajo, después de la dictadura yo creo que fue correcto meter en la concepción de los cuadros del Partido una imagen razonable sobre el tema de los Derechos Humanos y el carácter positivo de su defensa en general; al margen de que algún disidente soviético fuera o no una víctima.  Sin perjuicio de cualquier consideración específica o individual.

Ruiz: Claro. Volvamos a los años setenta...

Grab: Empecé a forjarme vínculos en una actividad que se resume en la palabra denuncia. Curiosamente... y esto lo viví acá y lo viví después que me fui del país... La parte leguleya estaba mal atendida. Ni siquiera para los que se dedicaban a ayudarnos afuera, por ejemplo en Londres, era fácil penetrar en la selva, la maraña de leguleyerías inventadas por la Justicia Militar y las leyes absurdas que dictaban, como las Actas Institucionales y el Código Penal Militar y la mar en coche. No era fácil ni siquiera explicarlas en su significado total, que el habeas corpus no funcionaba con el pretexto de las Medidas de Seguridad y cualquier cantidad de cosas que acá parecían obvias, afuera no solo no lo eran, sino que no era fácil transmitir un cuadro de la barbaridad que se vivía acá adentro. Entonces, tú vas a hacer una reconstrucción de hechos históricos en los cuales no tuve arte ni parte.

Ruiz: Pero tú mandabas toda la información que tenías para afuera, incluso a Amnistía.

Grab: Hice cartas, largas cartas con información de casos y con datos sobre, yo que sé, innovaciones en las leyes que dictaban, nuevas interpretaciones que habían inventado y cosas por el estilo. Una fuente importante era el "boca a boca", muy intenso en aquel tiempo, con algunos centros de concentración del chisme, el más eficaz de los cuales era los juzgados militares. En estos nos encontrábamos todos con sobrado pretexto. Así, invento una información, “el impúber que está de Juez Militar de xx Turno se ha descolgado con una teoría nueva según la cual se comete delito por ser de izquierda, porque eso atenta contra la fuerza moral del Ejército y la Marina”.

Esto se daba en un determinado juzgado militar y después se generalizó como doctrina nacional, eso era una novedad. Cuando salí del país ya me integré en una estructura organizada tanto en Buenos aires como en México.

Ruiz: ¿Cuándo te fuiste?

Grab: Me fui el 26 de noviembre de 1975 a Buenos Aires, desde donde viajé a México en mayo de 1976; viví allí año y medio, y en noviembre de 1977, el día que el presidente de Egipto visitó Israel -porque vimos eso en la televisión-, nos fuimos a Nueva York pues había ganado un concurso como traductor en la sede de las Naciones Unidas.

Ruiz: ¿Y ahí te quedaste mucho tiempo?

Grab: No. Porque antes de llegar ya había pedido que cuando fuera posible me trasladaran a Ginebra. En realidad, en Nueva York tuve un magnífico jefe, un español estupendo, gracias al cual creo que batí el récord de menor permanencia en esa sede. Estuve dos años y un mes, y el día de fin de año de 1979 nos fuimos a Ginebra.

Ruiz: ¿Y tú, durante todo ese tiempo, seguiste informando a Amnistía? Porque inclusive, no sé si viste el libro de Edy Kaufman, él pone tu nombre sin mencionar tu apellido. ¿Cómo fue que conociste a Edy?

Grab: Por teléfono, desde Buenos Aires. Llegué a Buenos Aires, me contacté con los amigos que tenían la noticia de que yo estaba preso y me hicieron comunicar por teléfono, el teléfono transoceánico era bastante novedoso o más bien carísimo y rarísimo. Pero se podía llamar por cobrar y pagaban en Londres. Lo conocí por teléfono y después personalmente en México cuando él también estaba por ahí. No le conocía la cara hasta entonces, incluso mis primeros tratos con Amnistía fueron con Inger Fahlander, que se ahogó después en un naufragio. Amnistía hizo una campaña sobre Uruguay, en la cual yo fui un minúsculo grano de arena. Por ejemplo, cuando mataron a Álvaro Balbi yo estaba en Montevideo, y la foto de Álvaro con sus cuatro hijos que circuló por el mundo la hice ampliar yo en Foto Martín. El caso de Balbi fue muy importante para la decisión que Amnistía tomó en Suiza de realizar por primera vez una campaña contra la tortura en un país específico. Y ese fue Uruguay. 

Pero quería decirte, Marisa, que no creo que puedas reflejar la trascendencia ni la calidad del trabajo de Amnistía a través de los aportes que recibió desde aquí. Sin haber estado nunca en la sede de Amnistía en Londres, creo que el trabajo que ellos hicieron antes de la campaña, durante la campaña, y después de la campaña, fue absolutamente magistral. He visto y tuve en mi poder materiales preparados por ellos de lo que difundían sobre Uruguay, sobre sus instituciones, para desasnar sobre cosas elementales para nosotros a los grupos dispersos por el mundo que se ocupaban de nosotros. En Nueva York trabajé con los grupos de Amnistía de Estados Unidos y de Nueva York en particular, y me vinculé sobre todo con una muchacha que tenía a su cargo el trabajo en Naciones Unidas donde yo era funcionario. Claro, ya en aquel tiempo se trataba esencialmente de realzar el caso de Uruguay en determinadas instituciones: la Asamblea General, la Comisión de Derechos Humanos de Ginebra, el Comité de Derechos Humanos. Uruguay ratificó los Pactos internacionales durante el gobierno de Pacheco Areco. Los Pactos son de 1966 y, si no recuerdo mal, Uruguay los ratificó en 1970.[1] Pero de momento no pasó nada porque los Pactos entrarían en vigencia cuando los hubieran ratificado 35 países, y Uruguay fue de los primeros. Cuando estaba en México me enteré de que no sé qué paisito había ratificado; era el número 35 y el Pacto entraba en vigor. Uruguay había ratificado en los tiempos irresponsables de Pacheco no solo los dos Pactos sino también el Protocolo Facultativo que permite las denuncias individuales; es decir, toda persona que se considere víctima de una violación del Pacto por un país que ya ha ratificado el Protocolo Facultativo lo puede denunciar. Entonces, cuando el Comité aún no existía, porque había un plazo de seis meses para las actas y todo eso, armamos en México la denuncia que después se convirtió en la Número 1/1 con un listado de 1300 a 1400 historias individuales uruguayas, precedido por un sesudo estudio de los líos jurídicos que se planteaban, más una multitud de denuncias individuales. Imagínate que, durante sus primeros años, el país estrella del Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas fue Uruguay. ¿De qué sirvió eso? Tal vez de nada. Pero a juzgar por la "bronca" que uno podía percibir en los diplomáticos uruguayos, en los círculos gubernativos el hecho creaba una gran irritación. El primer dictamen definitivo del Comité de Derechos Humanos en un caso individual fue el del Dr. Massera, un par de años después de iniciado, en 1979. En todo lo que hicieron, fuimos los primeros. 

Además, los informes anuales -tengo los primeros en los seis idiomas oficiales- traen todas las declaraciones del Comité. Era un procedimiento, es un procedimiento con intervención del Estado después de un juicio con plenas garantías y terminaba en resoluciones en las cuales se declaraba que se había violado la prohibición de la tortura, el debido proceso, esto y lo otro... Yo no sé si alguna vez podremos tener una valoración de la utilidad práctica de este tipo de cosas. Pero, en fin, los grupos uruguayos con que estuve vinculado en México, Nueva York y Ginebra hicimos lo que pudimos por todos lados.

Ruiz: ¿Por qué te parece que Amnistía tomó el tema del Uruguay?

Grab: Pregunta para ellos. Creo que era un caso muy bien elegido, muy paradigmático. Los antecedentes democráticos de Uruguay hacían que fuera algo asombroso; para empezar para nosotros mismos. Yo nunca creí que pasara eso, que estuviera pasando eso, ni remotamente parecido, nunca lo creí. Yo creí que podría haber una dictadura militar que sería light y estos hechos... Si haces una comparación simplificada con las dictaduras de la época, creo que Chile tuvo un estallido inicial muchísimo más sangriento, la Argentina mató mucho más, pero no creo que ninguno haya torturado tanto como Uruguay; hubo tortura hasta el mismo año 1984.

Ruiz: Sí. Además, Pérez Aguirre dice que era la más controlada de las tres, la más totalitaria, la más policial; según él "no había bolsones de descontrol".

Grab: Es interesante. Claro, él estaba acá y además debió haber sido un observador muy privilegiado, incluso desde su posición en la Iglesia. La bestialidad en sí, en términos absolutos y en términos relativos, quiero decir en sí misma y comparada con los antecedentes históricos del país, que no son los argentinos...

Uruguay y Chile eran los dos modelos de democracia civilizada y de ejército subordinado. Entonces, que Amnistía eligiera Chile no tenía mucho sentido, supongo, porque lo había tomado todo el mundo. Nuestros fraternales rivales en todo siempre fueron los chilenos, los que ya habían "copado" las posibilidades siempre eran ellos. Esto lo digo, por favor, sin amargura, pero siempre fue cierto. Entonces me parece que fue una elección muy lógica. Agrégale que un paisito de morondanga también siente más el impacto. Y si tú has visto -claro que has visto- lo que eran en la época, por ejemplo, El País y los comunicados oficiales, la Campaña de Amnistía fue un éxito antes de nacer, por la "bronca" que despertó, por la importancia que le dieron ellos. 

Ruiz: Nunca más la dejaron entrar a Amnistía, además. Entonces, de alguna manera, en todos los lugares recibiste información de tu partido y de mucha otra gente.

Grab: La condición de abogado me permitió hacer las denuncias sobre Elena Quinteros en algunos ámbitos. Hay mucha discusión sobre esto. Se habla de la fraternidad que se generó entre los presos y de algunos problemas entre los exiliados. Es muy cierto, pero también, en alguna medida, el exilio fue una escuela de colaboración política, y aunque hubo toda clase de líos, colaboramos entre todos. No hubo mala fe entre uruguayos en su militancia contra la dictadura. Yo era funcionario en Ginebra en un lugar donde podía bajar libremente al "boliche" en cuyas mesas se reúnen los delegados, toman café junto a funcionarios y los "moscas" que andan por ahí. Puedes ver a todo el mundo. Ahí pasamos horas y horas gente tan incompatible en apariencia como, yo qué sé, Wilson Ferreira, Erro, Enrique Rodríguez, Juan Raúl Ferreira. La Convergencia Democrática, tan vapuleada, fue una cosa muy natural de convergencia... Es decir, incluso el nombre me parece oportunísimo. Los que convergieron fueron la izquierda y el Partido Nacional, que tenía exilados; no había exilados colorados, prácticamente, muy pocos. Tomaban mate juntos y se “peleaban”, como nos peleábamos nosotros. Yo fui un tipo más o menos orgánico, que tuve mis choques con gente de mi propia tribu como lo puedo decir más fácilmente ahora, pero era normal, me parece normal. Además, estaba la gente que acabó en los países llamados socialistas y que venía mucho a Ginebra. Traían una imagen que muchas veces nos costaba asimilar. Tenían la misma cabeza que nosotros, solo que venían de un medio diferente. Entonces nos hizo bien a todos, en muchos sentidos, incluso para captar cosas que no habíamos querido creer antes, en todos los niveles. Bueno... no gente de las bases porque no las había, pero sí de cuadros medios insignificantes como yo y también gente de la primera línea.

Ruiz: ¿Tú eras traductor?

Grab: Sí, funcionario, hacía traducciones para distintas instituciones. Por esa vía me vinculé con una organización internacional sindical, cuya sigla no me acuerdo; pero era la de los docentes -maestros y profesores-, les traduje un librito que habían producido. ¿En qué terminó eso? En que la finlandesa con la que yo trataba me presentó al escocés que presidía esa organización, y las conversaciones sobre Uruguay derivaron en una interesantísima discusión en la Organización Internacional del Trabajo sobre los sindicalistas uruguayos presos. No me acuerdo el nombre exacto de la Federación de Sindicatos Suizos, vinculada al Partido Socialista, que tiene un mecanismo por el cual sus afiliados (los trabajadores suizos) pueden hacer un aporte complementario de su cuota que cada año, esa institución, destina a donaciones significativas a dos o tres causas importantes. Nunca conseguimos que fuera para Uruguay, pero estuvimos ahí, ahí, tratando. Ese tipo de cosas se daban, atajar frutos maduros que caían, era sacudir el árbol.

Ruiz: Pero, además, este episodio de la campaña de Amnistía contra la tortura fue en 1975-1976 y la dictadura duró hasta 1984, cuando murió Vladimir Roslik. Se tortura hasta el último momento. Ahora: ¿a ti te parece que Amnistía y la solidaridad internacional, de alguna manera consiguieron por lo menos preocupar, atenuar? ¿Eso es medible?

Grab: Ese era uno de nuestros principios: era muy claro, lo que podamos hacer lo tenemos que hacer, sirva mucho o sirva poco. Esa cuestión siempre nos interesó, pero nunca la pudimos esclarecer; ni del otro lado te lo pueden decir.

Ruiz: Una de las cosas que se dice en esos informes de Amnistía es que por lo menos la dictadura uruguaya se deslegitimizó en el ámbito internacional. Yo quisiera rescatar también que estas campañas erosionaban la legitimidad del régimen, en la medida, y por sobre todo, porque se asentaban en la más rigurosa calidad de información. Lucía Sala me contaba que en México se tomaron declaraciones a treinta o más torturados (no me acuerdo la cifra exacta) con la presencia de un notario público, y se mandaron a Amnistía.

Grab: Muy formal... Y lo que perseguía esto que tú decís, era la impecabilidad formal. No le agregaba mucho, porque el notario lo único que podía afirmar era que la persona realmente había declarado eso, más no podía decir, la realidad de lo que ocurrió en el Uruguay no la podía certificar un notario en México.

Ruiz: Todas las denuncias que mandaste a Edy, desde Nueva York, México y Ginebra, eran porque seguías trabajando con Amnistía y otros organismos que las recogían: ¿te llegaban a través de tu partido, de Uruguay, y por otras vías?

Grab: Fundamentalmente por compatriotas, para decirlo en términos mucho más amplios. Pero no magnifiques una función personal, la mía, que era simplemente la del escriba que por formación profesional es capaz de traducir el relato de una persona que cuenta lo que le hicieron y lo convierte en algo aceptable en un organismo formalista. No como en casos que he visto, que fueron al tacho de la basura porque decían, por ejemplo, que el procedimiento violaba todos los artículos de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Si en vez de decir esa imbecilidad refieres que viola el párrafo 3 del artículo 14, entonces te toman en serio.

Ruiz: Respecto al episodio en sí de los asesinatos de Michelini, Gutiérrez Ruiz, Whitelaw y Barredo, y la desaparición de Manuel Liberoff, ¿vos te fuiste  después del 20 de mayo, fecha en que ocurrieron los asesinatos?

Grab: Me fui cuando nos fuimos muchísimos, a raíz de la muerte de la gente cuya muerte estás investigando y a la que yo nunca vi en Buenos Aires. A Liberoff yo lo conocía mucho de Uruguay, pero no lo vi en Buenos Aires.

Ruiz: Una de las cosas que pretendo es recuperar a Liberoff, tengo que hablar con su hijo Benjamín. Y también recuperar a esos dos miembros del MLN pues creo que el único que hizo algo al respecto fue Wilson Ferreira, cuando le envió una carta al dictador Jorge Videla en la cual señala que el asesinato de Whitelaw y Barredo fue una muerte terriblemente injusta. Parece que han tenido la desgracia de ser olvidados varias veces. 

Grab: Déjame contarte algo que me parece interesante: Durante la campaña del Referéndum, que hacíamos actos públicos, una vez me mandaron a hablar en la Feria de Villa Biarritz. Se formó un estradito, hice mi discurso y de golpe apareció una muchacha, jovencita, muy jovencita, que se puso a hablar. Era la hija de Rosario Barredo, y contó algo de lo ocurrido; estuvo muy bien. Pero yo no conozco la participación que tuvo la madre de esos niños en la cosa.

Ruiz: Estos tres niños fueron dejados con unos vecinos, pero el padre de Whitelaw los rescató. Sé que es gente que estuvo muy conectada con el Consejo Mundial de Iglesias, pero en su libro, Claudio Trobo señala que no quisieron hacer ninguna querella cuando volvió la democracia.

Grab: Una cosa es la querella y otra la historia.

Ruiz: Claro. Pero pienso hablar con ellos, la familia Whitelaw-Barredo, porque además una cosa que descubrimos es que ellos formaban parte de la escisión del MLN, a la cual la nueva interpretación de Fernández Huidobro atribuye prácticamente el desmoronamiento del MLN. Te digo esto porque salió un libro de Clara Aldrighi, "La Izquierda Armada", que cuenta esto con mucha objetividad. La cuestión es que esta gente, además de haber formado parte de la lucha armada, tuvieron la desgracia de ser ignorados. 

Grab: Encima de todo.

Ruiz: Sé que la gente tiene diferentes maneras de reaccionar frente a un dolor, muy respetables todas. Entonces, yo te decía que lo que quiero rescatar es todo el episodio en sí, más allá de los dos grandes políticos, Michelini y Gutiérrez Ruiz, personas muy entrañables, y llegar a lo que significó la desaparición de Liberoff y la muerte de esos chicos ex-MLN. Entender cómo la represión de alguna manera sube un escalón y cruza fronteras. Ya las había cruzado, pero las vuelve a cruzar con total impunidad, no elige. Para mí fue como un gran escarmiento, como diciendo: "Cuidado, ninguno de ustedes está exento, ni los comunistas, ni los ex MLN, ni los políticos tradicionales, todo lo que sea oposición es pasible de ser condenado a la muerte".

Grab: No sé si te interpreto bien, Marisa, en el sentido de que estás haciendo de los hechos concretos el símbolo del fenómeno más amplio.

Ruiz: Sí, por un lado eso; es un tema que tiene varias puntas, esa es una de ellas.

Grab: El aspecto que tú mencionaste, el de la repercusión, de la eficacia o la inutilidad de los "arañazos" que le tratábamos de hacer, me parece que es un tema para estudiar ahora o nunca, incluso porque todas las apariencias son superficiales. Yo te mencionaba antes las reacciones casi histéricas de la dictadura ante la campaña de Amnistía; fueron hasta excesivas; en definitiva, parecía el mundo confabulado contra el régimen de Uruguay.

Ruiz: Sí, hay una carta del Agregado Comercial uruguayo, que aparece en los Hearings,[2] que dice textualmente que "Amnistía representa al comunismo internacional". 

Grab: La onda aquí era esa, no sé si tan explícitamente, pero la forma en que la descalificaban era directa y tan simple como esa. Claro, una cosa es propaganda para el consumo dentro del país y otra eran los intereses comerciales, intereses diplomáticos, intereses de toda clase que en alguna medida Uruguay cuidó. Nosotros hicimos algún estudio en Ginebra acerca de la política de Uruguay sobre África del Sur, incluso fundamos una institución que se llamó AUCRA, Asociación Uruguaya Contra el Racismo y el Apartheid. La idea era crear una organización uruguaya dedicada a colaborar en la campaña mundial contra el apartheid, pero haciéndolo desde nuestro principal objetivo, que era la denuncia de la connivencia del gobierno uruguayo con los países que lo practicaban. Esto causaba sensación, sobre todo en las delegaciones africanas, porque nadie tenía la menor idea de que había un país en el mundo, un país disparatado, perdido en América del Sur, que pedía la independencia de Transkei y las cosas más extrañas. Entonces, alguien hizo un estudio estadístico de las votaciones de Uruguay en las Naciones Unidas sobre temas relativos a África del Sur, y no se diferenciaban mayormente de las de otros países latinoamericanos. Es decir, había una política muy definida junto con un cierto cuidado, cierta prudencia; la imagen, por muy enchastrada que estuviera, parece evidente que les importaba. ¿A qué estaban dispuestos, qué cosas estaban dispuestos a hacer para mejorar su imagen o para no empeorarla? Eso es otra historia, pero no iban a dejar de torturarte ni a vos ni a mí para evitar la mala imagen. Todo es muy confuso. Yo lo veo principalmente como un tema histórico no dilucidado, donde todavía tenemos elementos de juicio contradictorios.

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