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VADENUEVO DE COLECCIÓN: De nuestro N° 1 (octubre de 2008)

 Publicado: 03/10/2018

Las nostalgias del futuro


Por Juan Pedro Ciganda


Nuevas

Las bicicletas nuevas, aunque las fabrique uno mismo, pueden ser un buen instrumento para sentirse más esperanzado. Para mirar lo que vendrá con una sonrisa razonablemente optimista. No por ingenuo, sino porque cuando con honestidad intelectual se gesta una herramienta nueva al servicio de la reflexión y el intercambio de ideas, algo anda mejor…

Por eso en este primer número, quiero privilegiar la "buena onda" por encima de otras cosas.

La nostalgia está patentada como propiedad nacional. Con impuestos al día, sellos y aporte a la lucha contra el mal humor.

Allá por los años 50 y pico, cuando con ocho o nueve años fui por primera vez al Estadio con unos tíos que me llevaron, me enteré de cosas increíbles. Por ejemplo supe que los héroes de Maracaná (suceso que tenía apenas seis o siete años) eran muy buenos en el noble arte de jugar al fútbol. Pero.... (esa es la peor palabra del diccionario)... los que en realidad habían sido fabulosos habían sido los del treinta.

Con "pantalón corto" y 11 años de edad me tocó inaugurar el nuevo local del Bauzá. Ese que está en Lucas Obes a dos o tres cuadras de Agraciada, frente al Parque José Nasazzi y con todo el Prado como vecino geográfico. Menciono las tres referencias porque desde Agraciada llegábamos... pero la cancha de Bella Vista y el Prado eran atracciones importantes para eventuales fugas, "ratas" o "rabonas" y vainas similares. No sé lo que dirá un arquitecto al día de hoy, pero parecía que ese local era especialmente moderno, iluminado, agradable. No obstante ello un día escuché a un viejo profesor, "un veterano macanudo", decir que era cierto lo de las virtudes del nuevo Liceo Bauzá en lo arquitectónico. Pero... (otra vez la peor palabra)... el viejo local era más cálido.

En los primeros años sesenta inauguré la adolescencia tomando algunos cafés y fumando los primeros Republicana sin filtro, tratando de imitar a Humphrey Bogart, en el Bar Barrucci de la vieja Olimar (hoy Germán Barbato) esquina 18 de Julio. Era un boliche de novela. Por allí pasaban, a comer algo o tomarse una, un capo cómico uruguayo de la época como don Roberto Barry, un locutor engominado de la CX14 que se llamaba Alfredo Zitarrosa, un cantor de tangos argentino con la voz más gruesa y las manos más grandes que he visto: nada menos que don Edmundo Rivero, cuando hacía su visita anual a Montevideo; y asì... el "Potrillo" César Zagnoli, Diana Vidal, Dante Ortiz, toda la barra de la "Vuelta Ciclista" de la CX18, Radio Sport, que funcionaba en el mismo local que la otra radio mencionada, a unos metros del Barrucci. Y junto con todos esos notables los adolescentes escuchábamos por primera vez hablar a políticos.

Había, especialmente, batllistas.

Era un boliche batllista, con historias y leyendas de los tiempos de la resistencia a la dictadura de Terra, reuniones clandestinas en el sótano y otras maravillas. Me resultaba especialmente atractivo ese clima especial.

Pero... (sí, otra vez...) el batllismo de los cuarenta y cincuenta, el de Luis Batlle, no era lo mismo que... el de "Don Pepe". Ese sí que era batllismo.

Un tiempo después un amigo me ayudó a tranquilizarme.

Cuando le comenté un día algo sobre esa tan uruguaya mención a las bondades del pasado, me dijo que a él de muchacho le había pasado lo mismo. Que un día había unos veteranos hablando de básquetbol, después que los uruguayos habían obtenido la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Melbourne, en 1956. Los opinantes decían que Moglia, Scaron, Mera, García Otero, Mato, eran buenos pero... (¡¡!!)... no eran comparables con los jugadores de básquet de los años treinta.

Mi amigo me contaba que afortunadamente uno de los veteranos se apartó un instante de la tertulia y cuando pasó a su lado, con una sonrisa, le dijo: "no le des pelota a estos viejos, pibe. Si no hubiera cuentakilómetros te contarían que los Ford del treinta corrían más que los de ahora...".

Por eso

No quiero pecar de nostálgico a esta altura de mi vida, con una ya dilatada carrera en el arte de estar vivo.

No deseo correr el riesgo de escucharme a mí mismo pensando o diciendo un día que los autos de los sesenta corrían más que los de ahora, que las muchachas de esa época eran más lindas que las de hoy, que los políticos, los dirigentes sindicales, los cines, el dulce de leche, los championes y los programas de humor... eran de mayor calidad y nivel.

Por ser el primer número de este invento digital de Federico, me limito a decir que me preocupan los muchos desencuentros.

En el partido de gobierno, en la acción gremial de los trabajadores, en algunos nexos de la sociedad con la política.

A Pepe D´Elia le escuché decir más de una vez que, en lo que tenía que ver con el movimiento sindical uruguayo, su sueño era que un Primero de Mayo nunca más hubiera más de un acto de conmemoración de esa fecha.

Lamentablemente, los ha habido. Es solamente un ejemplo.

De todos modos, aclaro que apuesto fuerte a que las cosas anden bien.

Si las polémicas y confrontaciones son realmente de ideas, no implican demonizar al otro sino sencillamente combatirlo con el razonamiento propio, apuntando a convencerlo... Todo puede encaminarse.

En lo que resta del año 2008, habrá instancias -varias- decisivas para apuntar a edificar el futuro. El inmediato y el de largo aliento.

Por eso, estimo que hay que pensar mucho y apurarse poco... dentro de los tiempos razonables.

El protagonismo de la central sindical es un instrumento no sustituible al tiempo del fortalecimiento de la democracia. Más aún, es poco imaginable algún proceso democrático de transformaciones, de cambios progresivos en la sociedad uruguaya, sin un protagonismo marcado de los trabajadores organizados.

Es como una torta de chocolate sin chocolate.

Me resisto a -solamente- imaginarme que dentro de muchos años haya un sentimiento de nostalgia por una "central que tuvimos", un "tiempo de cambios que tuvimos", "una esperanza que tuvimos".

No me gustan las nostalgias del futuro porque anuncian un mal porvenir.

Sin duda

No hay casualidades.

La experiencia que estamos haciendo todos los uruguayos es novedosa. Por primera vez después de Ponsonby, la Constitución del 30 y la Batalla de Carpintería, el Uruguay se ha dado -en la puja democrática- un gobierno de izquierda.

En los últimos cuarenta y dos meses se ha estado viviendo una experiencia inédita... en los 175 años anteriores.

Es razonable que todo el mundo haya crujido un poco.

Esa realidad ha supuesto dificultades de adaptación en toda la sociedad.

Hay perplejidades visibles que han afectado al ciudadano común, a avezados políticos, a brillantes intelectuales.

Hay gente que está sorprendida por lo que el gobierno de izquierda "le ha dado", más allá de que jamás respaldó, votó ni simpatizó con... la izquierda.

Hay -por otro lado- un conocido que me decía: "pero che, uno es cliente de toda la vida de la izquierda y me están matando con los impuestos."

Hay jóvenes que no están muy contentos porque el mundo no cambió en este lapso. Y ellos sienten −con Rada− que "su tiempo es hoy" y no han encontrado las respuestas que esperaban. Al menos con la premura que creían que éstas iban a llegar.

Hay políticos para quienes estar en el gobierno era parte de su vida habitual, cotidiana. El llano es otra cosa y ajustarse a esa realidad no es fácil.

Hay compatriotas intelectuales que mantienen, desde su espíritu crítico, una histórica relación de amor/odio con el poder político, cuya conflictiva relación con el susodicho poder se ha tornado aún más accidentada en el periodo reciente.

Hay políticos del gobierno que duermen poco ante la apabullante responsabilidad histórica que tienen sobre sus hombros sabiendo que en este negocio no se permiten fracasos. Ni errores. Hay otros que están menos inquietos porque... ya llegaron.

Es en ese país donde no es fácil estar al frente del movimiento sindical, de los trabajadores organizados. En una tarea donde las interpelaciones, los plebiscitos, el respaldo de los mandantes está en juego todos los días. ¿Y no es así hoy? Ha sido así siempre.

Los vaivenes de los estados de ánimo -producto de una experiencia nueva de la sociedad uruguaya- se expresan muy fuertemente en los nucleamientos de trabajadores. Todo lo que pasa en el conjunto social como reacciones ante un contexto novedoso, se amontona y se transforma en interrogantes y en exigencias -a veces- de la gente al sindicato.

Por eso, en este número de apertura de esta nueva bicicleta, me limito a expresar un deseo: que desde los puntos de vista contrapuestos, desde la polémica imprescindible, los trabajadores organizados puedan encontrar grandes acuerdos para aportarle a la democracia uruguaya y a un tiempo de cambios.

Otro día la seguimos.

Un comentario sobre “Las nostalgias del futuro”

  1. Brillante, ahora cuando uno se entusiasma con la nota viene «el otro día la seguimos», como cuando la maestra nos decía en el carnet «debe rendir más».

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