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EL SISTEMA EDUCATIVO DE LA EMOCIÓN

 Publicado: 03/10/2018

Las habilidades socioemocionales como reguladoras de las fuerzas productivas, al servicio del Mercado


Por Diego Suárez


“Las empresas quieren una educación adecuada para
los negocios. Hay que hacer que la escolarización y
educación superior estén subordinadas a los
requisitos ideológicos y económicos del capital, para
garantizar que produzcan trabajadores obedientes,
ideológicamente adoctrinados, procapitalistas y
eficaces. Esta primera agenda constituye un amplio
consenso transnacional, sobre el conjunto de
reformas necesarias para que las escuelas satisfagan
las necesidades de los empleadores, en términos de
la eficiencia con la que producen la fuerza de trabajo
futura”.

Dave Hill



INTRODUCCIÓN

En el último trienio se ha acentuado el aumento del desempleo en América Latina y el Caribe[1]. Los procesos de desaceleración económica en los países de la región, así como las recesiones económicas de Argentina y Brasil son las principales causas de la pérdida real de trabajo. Sumado a lo anterior, el debilitamiento de los Estados desde el punto de vista político, frente a las exigencias del mercado financiero mundial, ha desencadenado procesos reformistas en varios países de la región, que abarcan desde la extensión de la jornada laboral y flexibilización de las relaciones laborales, hasta cambios profundos en los sistemas de enseñanza.

Este renacer de los discursos reformistas para la Educación Pública tiene como bandera el fracaso del sistema escolar en la preparación de los trabajadores del mañana. Dentro de estos esquemas subyace una nueva concepción del papel de los sistemas educativos, que ahora, permeados por la tecnología y un paquete sólido de teorías sobre la educación por competencias, se pretende que sirvan para modificar la anatomía de las fuerzas productivas y adaptarlas a los vaivenes del Mercado.

Desde los grandes grupos empresariales se entiende que los cambios en un nuevo esquema de mercado global deben comenzar por la educación. En ese contexto, se busca que la educación opere sobre las competencias socioemocionales. Es decir, ya no se busca un desarrollo integral y académico del sujeto al cual se le imparte enseñanza, sino que su formación se base en un sistema de estructuración de la conducta, en función de los requerimientos de ese mercado.

En este escenario, los futuros recursos humanos de los cuales dispondrá el empresariado deberán contar con una serie de conductas -adaptadas, adaptables y transformadoras (Rodríguez Moreno, 2005)- en un sistema que lo único que ofrece es incertidumbre: “Las empresas quieren personas adaptadas, adaptables y creativas que ayuden a mantener, desarrollar y, finalmente, transformar la empresa, respondiendo y, mejor aún, anticipándose al cambio” (Harvey y otros, 1997).

A entender de Rodríguez Moreno, las competencias que exige el empresariado para la contratación de mano de obra calificada incluyen atributos de tipo emocional como: la actitud positiva para el aprendizaje continuado, las aptitudes de autorregulación, autocontrol, confianza en sí mismo, capacidad para comunicarse con los demás compañeros de trabajo, de influir sobre ellos y de comunicarse con los potenciales clientes; el dominio de las técnicas escritas y orales de comunicación, además del uso de las tecnologías de la comunicación y de la aptitud para comunicarse en otras lenguas; y la disposición para trabajar en equipo y para interactuar positivamente con sus componentes.

En una realidad marcada por la exclusión social y la búsqueda permanente de empleo (falta de estabilidad laboral), parece ser que la importancia de la educación estribaría en enseñar al futuro trabajador una batería de habilidades que le permitan sobrellevar la inquietante realidad del sistema económico en el cual está inmerso. No importa si el trabajador pierde su trabajo después de diez o más años de actividad, importa que éste se reponga felizmente y piense que lo único constante a lo que puede aspirar es a la búsqueda permanente de trabajo, ya que el mercado siempre lo estará desafiando; he ahí el reto de su vida laboral.



¿QUÉ SUCEDE CON LA EDUCACIÓN EN UN MODELO DONDE EL ESTADO SE PONE AL SERVICIO DEL MERCADO?

Sin dudas los seres humanos somos seres emocionales; la importancia de las emociones en la estructuración de la identidad de cada uno de nosotros es gravitante. Las relaciones interpersonales, el intercambio, son definitorios de los procesos de formación de las sociedades. Desde las diferentes unidades familiares y la escuela, en el proceso de formación, desde la niñez hasta la vida adulta, nos enfrentamos a un sinfín de experiencias que, junto con el desarrollo de un sustrato neuroanatómico, van formando una ética, una moral y modos comunicacionales con el otro. Sin una currícula específica, conforme el individuo transita por el sistema educativo, se desarrollan diferentes características emocionales que permiten la integración social. En este sentido, el papel de los sistemas educativos debería ser de peso.

La educación pública estatal, dentro de un paradigma de estructuración social que apunte a la integración y tenga como base el humanismo, no tendría por qué subordinarse a modelos de gestión que tengan como base la formación de individuos emocionalmente direccionados a intereses de tipo privado. Sin embargo, hay quienes sostienen que el camino, justamente, es este último. Para Christine Lagarde[2], actual Directora Gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), “hay que realizar reformas estructurales, y eso incluye mejorar el nivel de educación, asegurando que la formación responda a las necesidades del mercado”[3]. Éste es sin dudas el papel que el Mercado y la economía pretenden para la educación; sin ningún prurito, Lagarde nos exhibe el objetivo que deben perseguir los sistemas educativos a nivel mundial.

En un análisis del documento “Perspectivas económicas de América latina 2015: Educación, competencia e innovación para el desarrollo”, de publicación conjunta entre la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la Corporación Andina de Fomento (CAF) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la educación queda reducida a un mecanismo transmisor de competencias y capacidades laborales (Gentili, 2015), de tal forma que los principios humanistas de la misma son extirpados, por la necesidad descarnada de modelar las nuevas fuerzas de trabajo a las necesidades del Mercado.

Si había algo que destacar de los sistemas de Educación Pública Estatal moderno-humanistas, era que dentro de sus aspiraciones se encontraba la de dotar al individuo de una serie de lecturas y saberes, que permitían la generación de un entramado social donde “el otro me importa”. Tanto desde la filosofía, como desde las ciencias naturales y sociales y el arte, se presentaban un conjunto de problemas, debates y saberes que forjaban una relación emocional, con lo más profundo de la condición humana.

Ahora bien, ¿qué sucede en el siglo XXI? ¿Por qué de pronto el fracaso de la educación es tal que se promueven hacia nuestros países, desde diferentes organismos y organizaciones internacionales y nacionales, las reformas más radicales a favor de la educación por competencias y capacitación operativa? ¿Nos acompañará el subdesarrollo de por vida de no optar por este modelo, como nos suelen repetir? ¿Cómo escapar a esta acuciante realidad?

Una posible respuesta podemos encontrarla en la propuesta de David Wright, que nos indica el camino hacia el cambio educativo. En una nota que le realizó el diario español El País, plantea que “en la escuela se debe enseñar qué es el dinero”[4]; su preocupación es el capital financiero y los mercados bursátiles; él plantea que las crisis bancarias (causantes de los males de los países) son producto de gente "megalómana" sin los conocimientos necesarios. Entonces la culpa de la crisis del capital la tiene la educación. Por lo tanto, la misma tendría que aportar los conocimientos necesarios para blindar al sistema financiero en el futuro, a partir de la formación casi imperceptible de conductas procapital. Su idea de base es la formación de los estudiantes en la protección del sistema financiero. Ese sistema financiero que es el mismo que genera exclusión y pobreza y que ha sido el perpetuador de las crisis cíclicas, que muchos países han sufrido a lo largo de la historia.

¿Y por casa cómo andamos? La Dirección General Impositiva (DGI) desde hace años posee el programa “Tu aporte hace la diferencia”. Su descripción establece que “se trata de un espacio orientado a niños y adolescentes, en el que podrán recorrer dos mundos, con y sin impuestos […] se les ayudará a comprender la importancia social y económica de los impuestos en nuestra sociedad”. Mientras tanto, el Banco Central del Uruguay (BCU) lleva a cabo el programa BCUEduca. En su portal, bajo el título “Banco Central comprometido con la Educación Económica y Financiera”, Mario Bergara, presidente de la institución, destaca “que el BCU tiene una responsabilidad con la sociedad que hace al cumplimiento cabal de sus funciones por mandato legal que consisten en preservar la estabilidad de la moneda y los precios, velar por la salud del sistema financiero y el buen funcionamiento del sistema de pagos”[6]. Referido al programa del BCU, el mismo apartado refiere que “la Consejera de Primaria, Irupé Buzzetti, destacó la importancia de que a través de BCUEduca los niños adquieran conceptos como la planificación y el valor del ahorro”[7].

Es de destacar, a su vez, que ambas instituciones financieras realizan jornadas en centros educativos, y basta con leer los cometidos de las mismas para entender que los planteos de David Wright no son tan ajenos por estas latitudes.

Retornando a la relación Educación-Mercado, en el artículo del Banco Mundial (BM) “El desarrollo de habilidades socio-emocionales promueve las oportunidades laborales” sobre la situación del Perú, se destacan dos titulares: 1. “En la economía global del siglo XXI, los peruanos necesitan más que nunca una multiplicidad de habilidades socio-emocionales, además de una buena base de habilidades cognitivas”; y 2. “El mercado laboral peruano asigna un alto premium a las habilidades cognitivas y socio-emocionales del trabajador, más allá de su nivel educativo”[8]. Parecería que la educación por competencias o en habilidades es la solución para resolver el problema de la empleabilidad. Este enfoque pobre, triste, y reduccionista de la Educación desconoce que los procesos de exclusión y deterioro social son generados por el capital financiero y las guerras económicas del mercado bursátil, y deposita la culpa en las sociedades y sus instituciones estatales.

En el artículo referido, se presenta el estudio del BM “Fortaleciendo las Habilidades y la Empleabilidad en el Perú”. Del mismo se desprende que la preocupación que debe tener el país andino con respecto a la educación de sus jóvenes pasa por las habilidades y competencias adquiridas para el mundo laboral y la importancia de la certificación de las mismas. La publicación resalta lo que los empleadores (empresarios) desean en cuanto a mano de obra se refiere: ellos “demandan habilidades cognitivas (comunicación, numéricas, resolución de problemas) y socio-emocionales (autodisciplina, perseverancia, adaptabilidad, trabajo en equipo) […] La mitad de los entrevistados señalan la falta de personal ‘calificado’ (habilidades cognitivas y técnicas) y un 40% destaca la falta de habilidades socio-emocionales”[9]. Queda claro que en un escenario donde el Mercado actúe como arquitecto de los sistemas de enseñanza, la preparación de las futuras generaciones será en función de habilidades y competencias para los puestos de trabajo.

En un blog del BM, Pablo Peña[10], en el documento denominado “Potenciar las habilidades socioemocionales de los estudiantes en México”[11], hace referencia a la importancia que tienen las habilidades socioemocionales para determinar el éxito académico y profesional de los individuos. Ese documento tomó como base el trabajo de la organización Enseña por México. Esta organización es miembro de Teach For All, una red mundial de 47 organizaciones independientes, inspiradas en los enfoques de Teach For America. Este grupo trabaja con egresados universitarios o estudiantes avanzados que buscan intervenir en los centros educativos directamente, enseñando, en este caso, habilidades socioemocionales. El trabajo de esta organización cuenta con la anuencia del Estado.

En la publicación del estudio “The impact of Enseña por México on student socioemotional skills”[12], se evalúa el trabajo de estos jóvenes “docentes” y su impacto en las habilidades socioemocionales de los estudiantes. Tales habilidades son: autocontrol, mentalidad de crecimiento, autoeficacia, conciencia social, determinación y locus de control académico. Esta organización, que declara su interés en mejorar la calidad educativa, tiene como aliados estratégicos a grandes financieras internacionales, como Western Union, UBS, Bank of America, Deutsche Bank. Entonces, ¿qué habilidades socioemocionales se forman? ¿Orientadas a qué intereses? El estudio indica a su vez que las habilidades socioemocionales son adaptables. Imagine usted por un momento si detrás de la formación de las nuevas generaciones están involucradas grandes entidades financieras, a qué proyecto social nos estaremos enfrentando. Sin duda alguna, a la preparación de las futuras fuerzas productivas orientadas sociemocionalmente en los principios de eficiencia, calidad y disciplina; es decir, orientadas al servicio de los empleadores.

En nuestro país la realidad no es muy diferente, la organización Enseña Uruguay, miembro de la red Teach for All, también está muy preocupada por la educación y el cambio social, junto a sus principales socios: Scotiabank, CPA Ferrere, Deloitte, WTC, Repúbilca AFAP, entre otros.



¿QUÉ MODELO DEFENDER?

En primer lugar, como educadores, defender un modelo profundamente humanista-emancipador, que coloque al ser humano en una discusión permanente sobre el tiempo histórico que le toca vivir; desde el arte, la filosofía, la historia y las ciencias.

Insistir en que el Estado no puede ni debe hipotecar el futuro de las nuevas generaciones resignando espacios de acción a organizaciones privadas en formato de ONG. Sumado a esto, enfatizar la necesidad del aumento del presupuesto educativo, para robustecer no sólo la institucionalidad que proyecta y define las políticas educativas, sino para dotar de recursos y oportunidades de desarrollo a quienes son sus principales integrantes: estudiantes y docentes.

En referencia a la formación de habilidades socioemocionales, poner gran observación en las prácticas educativas que imparten su enseñanza y profundizar el análisis crítico e investigación sobre las mismas. Nadie puede negar lo gravitante del aparato emocional en el desarrollo humano; ahora bien, disponer de mecanismos que orienten el mismo, de forma sutil, para fines utilitarios, es preocupante. No es lo mismo enseñar para el trabajo que enseñar para el mercado laboral, en el entendido de que la formación para el trabajo implica el desarrollo del conocimiento referido a una tarea específica, la cual será desempeñada en un marco de formación permanente y crecimiento personal del ser humano. En cambio, enseñar para el mercado laborar comporta la enseñanza de habilidades y destrezas vinculadas a cómo sobrellevar las crisis del capital, porque lo constante será la falta de empleo. En ese esquema, los conocimientos no son importantes, mas sí las competencias socioemocionales que permitan trabajar en lo que sea y en las condiciones que determine el empleador.

Debemos reivindicar el rol de la educación en cuanto a fenómeno de transmisión de conocimientos, dinamizador del acumulado cultural de la humanidad. Vinculado a esto, reivindicar el carácter democrático que la Educación Pública Estatal tiene, en cuanto a la transmisión de diversos saberes que van desde lo académico hasta lo técnico, garantizando que las nuevas generaciones se formen en un entramado cultural diverso.

A modo de cierre: la Educación no puede ni debe convertirse en una formadora de recursos humanos para las empresas; por el contrario, debe ser el ámbito de desarrollo humano, de libertad, de democracia y de compromiso con el otro; pues es con el otro con quien podemos forjar una sociedad donde la justicia social y la integración sean causa de todos los días.

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