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LO FÁCIL ES DECIR QUE ES DIFÍCIL, LO DIFÍCIL ES CAMBIAR

 Publicado: 05/09/2018

Plan de emergencia por la inseguridad


Por Gabriela Balkey


Ayer de tarde mataron a mi vecina en la parada del ómnibus en Los Bulevares. Una mujer joven, enfermera, buenísima persona. La mató un fuego cruzado entre un policía fuera de servicio y unos chorros que estaban robando un puesto de verduras en la feria en pleno centro de un barrio suburbano que hasta hace tres años era pura paz. Dos preguntas: ¿Qué cuernos aprenden los policías que son capaces de abrir fuego en medio de civiles? Que los medios presenten como "bala perdida" un fuego cruzado ¿no es mentir?

Somos Montevideo suburbano, casi rural, pero el Estado no llega hasta acá. Se trata de un barrio que hasta no hace más de tres años era pacífico: chacras, quintas, gente de clase media y trabajadora que de vez en cuando sufría el azote de los robos, pero no más ni menos que en cualquier otra parte de nuestra ciudad. Hace unos años incluso se empezaron a construir casas más bellas que denotaban un incremento general en el nivel de vida de este barrio, fruto del trabajo abnegado de sus habitantes. "Parece el Malvín de los 50", decía mi abuela. Esto ha cambiado de forma vertiginosa y dramática. Desde hace décadas hay un pequeño cantegril cercano al barrio, que no daba mayores problemas. Hoy el cantegril creció y es una zona roja en que ni los taxistas ni los policías entran. La delincuencia que irradia desde allí es de una cantidad y violencia nunca antes vista. Pero como a pesar de ello la policía nos considera un barrio tranquilo, no hay vigilancia, y los delincuentes, que no son bobos, vienen de otros barrios, más para el lado del Cerro Norte, a delinquir con total tranquilidad.

Cuando digo que el Estado no extiende su brazo hasta aquí, me refiero a que no hay pavimento, y donde lo hay, no hay veredas, ni saneamiento, poquísima iluminación, mucho menos transporte, y ninguna seguridad. La infraestructura faltante no nos complica tanto, pero la inseguridad ha trastornado nuestras vidas a extremos difícilmente imaginables hasta hace solo un par de años.

En realidad el Estado solo aparece por estos lares a través de la UTE, buscando hogares enganchados ilegalmente de la luz o similar. La sensación resultante es que al Estado lo único que le interesa es recaudar, joder a los pobres que no pueden afrontar tales facturas, entre otras, porque son esos pobres "colgados" quienes aseguran la iluminación de la vía pública en muchos lugares.

"Zona de respuesta" le llama la policía, es decir que solo vienen si alguien los llama, y llegan, naturalmente, media hora después del delito, con suerte. Acá no hay una fuerza capaz de hacer cumplir otra ley que no sea la que los delincuentes imponen. Que una tragedia sucediera, era solo cuestión de tiempo. Tanto lo era que los vecinos llevan muchos meses moviendo cielo y tierra para pedir ayuda al Estado. Durante un tiempo hubo un PADO (Programa de Alta Dedicación Operativa), dando vueltas con frecuencia, incluso en las zonas jodidas, y la cosa estaba un poco más tranquila; luego desapareció y la delincuencia recrudeció.

La actitud de la policía es vergonzosa: lo único que hacen es repetir como mantra que no tienen ni personal ni medios para hacer otra cosa que venir a tomar nota, y de paso culpan al gobierno sistemáticamente por la situación. Los policías, sin decirlo abiertamente pero sin ocultarlo, invitan no solo a la justicia por mano propia, sino además a la investigación propia, pues de antemano avisan que no tienen personal para investigar los robos. Resulta bochornoso enterarse por los medios que sí existen esos medios cuando se trata de un robo en la casa de algún político, o de alguna persona conocida, pero que para el resto brilla por su ausencia. Tan inútil resulta la policía que la gente hace tiempo dejó de hacer denuncias. ¿"Para qué?", se preguntan, acá la gente no tiene seguros domésticos como para necesitar el papelito. Por ello las tasas de delitos están subestimadas. Esto no significa que la responsabilidad recaiga sobre el uniformado; cuando alguno te explica su situación resulta evidente que el problema es el cuerpo policial en su conjunto y las herramientas materiales y jurídicas que tienen para desarrollar su trabajo. Es el sistema el que falla.

Los vecinos juntaron miles de firmas: nada. Se intentó hablar con representantes (del FA): nada. Se han hecho manifestaciones y cortado calles: nada. Mientras tanto, nos siguen robando y matando sin que el Estado dé el más mínimo signo de existencia. Sin abrir juicios de valor: ¿en serio les sorprende el linchamiento en Toledo?

¿Esta inseguridad es un problema global? Sí y no. Hay sociedades en que la inseguridad es endémica, como Colombia o México; aquí lo que parece haber es algo parecido a una epidemia. Un 66% de aumento del delito en menos de un año no es normal. No se trata de una progresión natural que muestra la decadencia del mundo contemporáneo en general (que también). Es un incremento exponencial difícilmente explicable. Un "conspiracionista" podría hacerse un festín con un dato semejante: es que, efectivamente, parece que hubiera una mano negra detrás porque es demasiado y en muy poco tiempo, como si obedeciera a algo más organizado que la simple existencia de los chorros de siempre.

Pero dejando de lado improbables conspiraciones, seamos honestos: no es de recibo compararnos con países superpoblados, con inmensas extensiones, con bolsones de miseria tremendos, y donde los Estados históricamente corruptos nunca lograron imponer su ley en toda su extensión. Uruguay siempre tuvo un Estado potente y menos población que un barrio de México. Aquí es mucho más factible resolver el problema que en otros lados.

Por otra parte, el hecho de que haya inseguridad en otras partes no es un argumento para la resignación; de serlo, deberíamos permitir la esclavitud, o tolerar la desnutrición porque en otras partes existe, y nunca hubiéramos hecho un plan de emergencia porque el problema de la miseria es global. Pero además, el Uruguay tiene un montón de particularismos en el contexto regional que no se pueden obviar.

Otro argumento señala que si los que mandan son corruptos y ladrones, emiten el mensaje a la sociedad de que las conductas delictivas son toleradas. Si fuera así, España por ejemplo, con unos niveles de corrupción estratosféricos (al punto de costarle el gobierno al PP), debería presentar niveles de violencia aún superiores a los nuestros, y no es el caso. Los niveles de violencia en el delito que se ven actualmente en Uruguay no se ven en todas partes; quizás sí en América Latina, pero por nuestros niveles de desarrollo humano, por la fortaleza de nuestro Estado, por nuestra extensión geográfica y población, compararnos con nuestros vecinos es trampa.

VÍCTIMAS SIN VOZ

Sea como fuere, lo cierto es que los delincuentes gobiernan en buena parte de nuestros barrios, deciden sobre la vida y la muerte de la gente. Lo cierto es que sus principales víctimas son el resto de los pobres, los obreros, la clase media baja de este país. A diferencia de quienes están en el top de la agenda gubernamental, desde los consejos de salarios hasta los autoconvocados, pasando por la unión de exportadores, la ARU, etcétera, los pobres, víctimas de tanta delincuencia, no tienen sindicatos ni mesas de negociación, no tienen mecanismos de presión, no pueden amenazar con huelgas, no tienen rostro, no tienen voz, y solamente aparecen cuando se les ve como votos en urnas y luego vuelven al ostracismo. La derecha y sus medios los instrumentalizan para su campaña y nada más. El FA parece solo capaz de decirles "pero ahora tenés trabajo y más plata, así que no te quejes; hacemos lo que podemos", sin entender que lo que hacen es inútil o insuficiente. Pero al FA no le importa porque sabe que lo volverán a votar, porque simplemente, como decía la dama de hierro "there is no alternative", porque la próxima elección se tratará de mantener esto de ahora, o arriesgarse a un caos como en Argentina o Brasil, y como los uruguayos somos conservadores, dudo mucho que dado el baile que hay en el subcontinente, nos arriesguemos a nada.

A CORTO PLAZO: PLAN DE EMERGENCIA PARA LA SEGURIDAD

Cuando se aborda el tema, en seguida aparecen los discursos humanistas que apuntan a las causas sociales, a la pobreza, la exclusión: todos argumentos de recibo. ¿Y con eso qué? ¿Qué se hace aquí y ahora? Quizás quienes sostienen esos discursos piensan que podemos esperar una o dos generaciones para resolver el problema. Es probable que esa gente viva en barrios céntricos o incluso privados. Ese humanista no tiene idea de qué está pasando en el Uruguay real, el de la calle, el de la inmensa mayoría. No estamos en condiciones de esperar 20 años para que esto cambie. Hay que hacer algo inmediatamente porque mientras esperamos solucionar los problemas de fondo que generan esta situación, nos están matando.

Ese humanista se alza con indignación diciendo "es odio a los pobres", "es una campaña mediática". Ese humanista debería empezar por comprender que la más afectada es justamente la gente pobre, la que no tiene otra protección que la del Estado. El Estado y la ley siempre protegen a quienes no pueden protegerse solos. Los chorros son pobres, pero los pobres que no son chorros son muchísimos más, y son las primeras víctimas.

¿Que hay una campaña de los medios de comunicación y de la derecha explotando esa situación e intentando sacar tajada política? Más que cierto, pero no mienten, aprovechan la bolada. Negar la realidad es un grave error político. El gobierno muestra una actitud infantil, esconde la cabeza como el avestruz. Es un grave error porque se pierde la confianza de la gente que sí lo está viviendo y no es chota. El gobierno debe reaccionar ya mismo.

¿Por qué se llegó a esta situación? Interesante debate, pero está pasando, aquí y ahora. Es imprescindible presentar un plan de emergencia contra la inseguridad, de la misma forma en que se presentó uno en 2005 contra la miseria. Porque si bien todos sabemos que el problema es complejo y no se soluciona mágicamente, también es cierto que algo hay que hacer ya. Es evidente que hay que presentar un plan con políticas que den resultado en tres niveles: corto, medio y largo plazo.

No creo que la solución de emergencia sea poner a los militares en la calle. Lo que sí es seguro es que como país estamos invirtiendo una millonada en financiar una fuerza militar que no reditúa en ningún beneficio para la sociedad que la financia. O bien la ponemos a servir para algo o bien destinamos ese dinero en otra fuerza que sí nos proteja. Lo cierto es que así no se puede seguir. El problema actual es que la única propuesta sobre la mesa es esa: del otro lado del tablero nada, negación y silencio. Los ciudadanos bien intencionados estamos ansiosos esperando alguna otra propuesta, pero brilla por su ausencia, mientras voceros del gobierno nadan en excusas que no excusan.

POLICÍA, JUSTICIA Y CÁRCELES

La primera obviedad es que hay que atraparlos. La incapacidad de la policía en la materia rompe los ojos. Se impone, pues, duplicar el número de policías, dándoles las herramientas necesarias para cumplir su cometido. Hace falta una potente inversión en ese sentido y bien podría venir de lo que estamos desperdiciando inútilmente en ejército. Estamos pagando de nuestros bolsillos un disparate en alimentar una tropa cuyas funciones actuales bien pueden ser realizadas por cuadrillas especializadas mucho más baratas. No nos podemos permitir, dado el nivel de emergencia nacional, tener miles de empleados ejercitándose para una improbable defensa contra potencias que quisieran invadirnos. La sola idea de nuestro ejército defendiéndonos en un tal caso mueve a la risa.

En segundo lugar, debe condenarse con penas importantes. ¡No puede ser que haya gente por la calle con 20 entradas! Entiendo los argumentos relacionados a los derechos humanos de los imputados, pero cuando sus derechos entran en conflicto con los derechos del colectivo social, uno debe priorizarse.

No entiendo nada del nuevo código, no soy especialista, lo que sí entiendo es que vivimos en dos tercios de democracia. El Estado tiene tres poderes, pero solo dos son representantes del pueblo. Me parece imperioso que buena parte del poder judicial sea electivo, que sea separado en el tiempo de las elecciones nacionales, que se presenten candidatos, con diferentes propuestas de cómo hacer y que la gente decida. Entiendo que pueda ser complicado, pero al menos el debate debe ponerse sobre la mesa pública ya. Como lega en la materia, me resulta incomprensible que el pueblo no esté llamado a dar siquiera su opinión con respecto a uno de los poderes esenciales del Estado. Quizás si fuera electivo percibiríamos cambios, y de paso evitaríamos demencias como los lawfair a los que asistimos en América Latina. La sola existencia de jueces como Moro o Bonadío debería movernos a meditar el tema. El poder judicial debe modificarse en función de las necesidades de la sociedad, y será a los abogados de bien exponer alternativas, porque lamentablemente los delincuentes ya no tienen miedo de ser apresados, saben que es rarísimo que puedan quedar presos por más de un ratito. Si eso implica cambiar la Constitución, pues bienvenido sea, que ya va siendo hora de actualizarla y no solo para esto.

Las cárceles deben ser centros de trabajo y estudio. Muchos lúmpenes toman la cárcel como "vacaciones"; lo he escuchado, no me lo contaron. Lo que ellos más odian en la vida es trabajar, por ello mismo cada preso debería trabajar 8 horas diarias para pagarse sus insumos, para indemnizar a su víctima en lo que haya robado (en caso de asesinato, la deuda debería ser fuertísima), y para generar en él hábitos de trabajo. De allí que las cárceles deberían tener quintas, chacras tambos, arroceras, industrias, etcétera, todo del y para el Estado. De tal forma que lo peor que les pueda pasar sea caer presos. Quien quiera estudiar, podría trabajar solo 4 horas y las 4 horas restantes dedicarlas al estudio, pero para gozar de ese beneficio, deben pasar los exámenes correspondientes, con las ayudas que necesiten; y si no rinden, a trabajar y listo. Quien no quiera trabajar no come, como sucede por otra parte en la vida real fuera de la cárcel. Con una política así todos saldríamos ganando, incluso los presos adquirirían un oficio que les permitirá trabajar una vez fuera. Se podría oponer el argumento de que el Estado estaría haciéndole competencia a las empresas privadas, y sería cierto: bastaría que el Estado comercialice la producción al precio de plaza, y listo. La plusvalía se invierte en el mantenimiento de la población carcelaria y lo restante podría invertirse en seguridad, educación y cultura. También se podría oponer el argumento de los tratados internacionales con respecto al trabajo forzado. Ya tuvimos problemas de ese tipo cuando la ley de la marihuana y los superamos. Es sólo cuestión de poner a expertos a trabajar en la materia.

A LARGO PLAZO: CULTURA PICHI O LA BÚSQUEDA FRENÉTICA POR LA TRASCENDENCIA

Lo primero a asumir es que existe una subcultura pichi en Uruguay, país mal acostumbrado a lidiar con subculturas por no tener ni muchos indígenas, ni muchos afrodescendientes, ni gitanos, ni ningún otro subgrupo de entidad importante que compartieran una cultura común fuerte dentro de una cultura dominante. Digamos que nuestra población es tan escasa que con una sola cultura más o menos común ya es bastante. Es pues complicado para nosotros hacernos a la idea de que existe una cultura "pichi", hecha y derecha, con todas las aristas necesarias para configurarse en cultura.

Es cierto que, como todo comportamiento cultural, éste también nace de bases materiales. Es cierto que el cierre de fuentes de trabajo en los 90 modificó la relación con el trabajo de ingente cantidad de población, pero el FA gobierna hace 15 años. El fenómeno de descomposición cultural que empezó en aquel entonces no solo no se detuvo, sino que, al contrario, se profundizó a pesar de que se resolvieron algunas de esas bases materiales (desempleo, miseria, entre otras). ¿Qué pasó? ¿Por qué? Porque, una vez más, no alcanza con poner plata en el bolsillo de la gente si no les ponés, al mismo tiempo, nada en la cabeza.

Los "pichis" presentan valores culturales que no son nuevos en la historia de nuestra civilización: al contrario, son muy antiguos, anteriores a la modernidad, anteriores al capitalismo, y tienen que ver con modelos de carácter guerrero: Vida corta e intensa, amoral y hedonista. Sexo, droga, reggaetón y violencia. Trabajar y/o estudiar es para giles (cuando se ven los cochazos que desfilan por los cantegriles cabe preguntarse si no tienen razón). Llegar a viejo es inútil.

Lo que en general ha mostrado en la historia este tipo de comportamientos culturales es que existe un vacío en cuanto a la sensación de trascendencia. En general (existiendo excepciones) son culturas con poca o nula convicción religiosa, o con religiones en que no existe la infinitud del alma para la gente de a pie: tras la muerte, la nada, como en Mesopotamia, o en la Grecia y Roma clásicas, donde el "más allá" era una nebulosa poco especificada, salvo en los ritos mistéricos. Los egipcios en cambio lo resolvieron con un más allá tremendamente desarrollado, razón por la cual (entre otras razones también importantes) no desarrollaron una cultura de base guerrera. Recordemos que en civilizaciones fuertemente religiosas, como la medieval, una vez que cesaron las invasiones, la guerra era excepcional y siempre vinculada a factores económicos y de poder entre las élites que rara vez involucraron al pueblo. Tremendas campañas de propaganda tuvo que poner en funcionamiento la Iglesia para legitimar las cruzadas (hacerla una "guerra santa"), como lo atestigua la escultura románica en sus capiteles historiados. Tanto no había una cultura guerrera real que se inventaron los torneos de caballería y toda una literatura asociada para teatralizar el hecho guerrero, que en aquellos tiempos ya era legendario.

Para que una civilización pueda saltarse la religiosidad, debe ofrecer otras vías de trascendencia para la gente común en su cosmovisión y la misma debe tener una legitimidad fuerte y compartida. De otra forma, la única trascendencia posible reside en permanecer en la memoria de los que quedan vivos a cualquier precio; mientras los suyos (su grupo de referencia) lo recuerde, habrá trascendido. Lo que diferencia a las culturas guerreras es el cómo permanecer en la memoria, en un marco que no ofrece muchas alternativas.

Quizás la prueba de la falta de este sentido de trascendencia y sus consecuencias resida en que la reincidencia tras la cárcel es muchísimo más baja entre quienes han estudiado o quienes se han convertido en religiosos. ¿De verdad nadie se ha preguntado por qué la iglesia evangélica tiene tanta fuerza en las cárceles? ¿Qué hay en esa religión que atrae tanto a esa población? Tema para otro momento…

Es por eso también que Mujica se equivoca: los pichis no son burgueses apurados, la acumulación de bienes no es lo que les interesa. De hecho tras robarnos, son una minoría quienes acumulan el dinero o lo invierten en droga, y son una mayoría quienes se van de shopping y se lo gastan todo. Son incapaces de acumular como haría un burgués. En esa cultura, lo que compran con el fruto de sus delitos lo mostrarán a su grupo de referencia como si fuera un botín de guerra, y éstos lo aplaudirán como si de un héroe se tratara. Antes los trofeos eran esclavos, objetos de oro, cosas dignas de ostentación, ahora son Nike o una televisión 50 pulgadas que se ostentan de la misma forma.

Es falaz sostener que los chorros son "pastabaseros" fisurados que roban para comprar droga. Es una obviedad que en buena parte, la delincuencia está asociada al narcotráfico, pero no es una relación tan simple como robar para proveerse. Al contrario, es bien complejo: el narcotráficante es el modelo a mano a emular, el exitoso, el que tiene un cochazo y las mujeres más lindas. Dicho de otra forma: chorro es el que no llega a narcotraficante, o bien por juventud, y entonces va haciendo sus armas en la delincuencia, o bien el maduro al que nunca le dio la cabeza para organizarse el negocio. Reducir la delincuencia al solo narcotráfico no resolverá el problema, porque el mismo es mucho más profundo: es cultural.

RELATO CULTURAL Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN

Pero ¿por qué nos ha pasado a nosotros, en tan poco tiempo? Intuyo que buena parte de la explicación tiene que ver con la estrategia en educación, cultura y medios de comunicación que ha tenido el Estado en los últimos 15 años (menciono esos 15 solo porque previamente gobernaba la derecha, que estaba encantada con el rumbo que se estaba tomando). Parte del rol de los Estados históricamente ha sido transmitir una cosmovisión al colectivo social, un relato cultural común. Si analizamos los mensajes que recibimos a diario, transmiten unos valores que explican en gran medida la actitud cultural de una parte no tan menor de nuestra juventud. Los privados sustituyeron al Estado en su histórico rol sin que el Estado haya opuesto ninguna resistencia. Los privados tienen intereses que difieren de los del colectivo.

Sería muy largo referirme a todos los mensajes y sus canales de transmisión; solo mencionaré los de mayor impacto: entretenimiento y publicidad. El entretenimiento son los Tinelli, los Petinati, y su jocosa cosificación de las personas. En la mayoría de los programas de entretenimiento, los "ídolos" son gente famosa sin que hayan hecho nada positivo que ameritara dicha notoriedad. El mensaje transmitido masivamente presenta como objetivo hacerse famoso, no hacer algo positivo que amerite la fama, sino ser famoso porque sí, a cualquier precio y a corto plazo. Esa fama asegura la trascendencia tan ansiada.

Ni hablar de la publicidad, transmitiendo determinados valores; por ejemplo la idea de que si querés algo lo tenés que tener porque si no sos un gil. En la publicidad se transmite el modelo de "éxito en la vida", y si no podés emular el modelo estás afuera; la única forma de no ser un gil es tener un grupo de pertenencia que presente otros valores que sí sean emulables. Por otra parte, no deja de llamarme la atención el altísimo porcentaje de publicidades nacionales que, a diferencia de las transnacionales, anuncian sus productos a los gritos, como si gritar fuera una estrategia de venta: quien no entienda que el gritar y la violencia van de la mano, nunca tuvo relaciones sociales.

Sólo por mencionarlo al pasar, la música juega también un rol decisivo: el reggaetón (ya prohibido en más de un país debido a las nefastas consecuencias sociales que se ha demostrado que acarrea), transmite los mismos valores que se vienen mencionando, sumado a un machismo execrable. Los invito a escuchar sus letras con atención: son un dispositivo propagandístico de violencia, sexismo y delincuencia en general. El problema central radica en que entra en la cabeza de forma inconsciente y por ello se fija con mayor solidez. No puede estar ausente de toda reflexión el hecho de que es la música escuchada todo el tiempo por los delincuentes, reforzando con enorme potencia sus valores culturales.Vázquez se equivoca cuando dice que es la violencia explícita en TV lo que por emulación genera violencia. Eso es de un simplismo tal que desnuda la incomprensión profunda de cómo operan los medios en la cabeza de la gente. Es altamente preocupante porque significa que desde la cabeza del Estado no tienen ni idea. De entrada no entienden que la inmensa mayoría de los “pichis” no miran los informativos ni leen los diarios.

Es imperioso tomar decisiones incómodas con respecto a los medios de comunicación masiva. La incidencia que tienen en el cuerpo social los hace directamente responsables del relato cultural y por ello el Estado debería intervenir. Se puede pensar o bien en censura o en imponer fuertísimas multas a los medios que transmitan mensajes en el sentido anteriormente descrito. Esto implicará una enorme voluntad política para vencer la resistencia de potentes grupos de poder, al tiempo que conllevará levantar complicados edificios legales. Pero no es imposible, y quien esté dispuesto a gobernar para cambiar las cosas lo sabe de antemano. Lo fácil es decir que es difícil, lo difícil es cambiar.

Entonces, Uruguay creció económicamente, redistribuyó ligeramente mejor la torta, redujo la pobreza, y es más peligroso, más violento, y mucho más bruto que antes… Algo en la lógica del paradigma no funciona, ¿cierto? Es que con sobrevivir no alcanza. Poner plata en el bolsillo de la gente para que llegue a fin de mes sin ahogarse en el intento es lo mínimo que se le puede pedir a un gobierno progresista en Uruguay, pero es del todo insuficiente para evitar un deterioro social, que ya venía asomando la nariz desde los 90.

CULTURA NO ES ARTE

Los gobiernos no generaron este estado de cosas intencionalmente: simplemente nunca entendieron el rol de la cultura en una sociedad. El FA ha confundido sistemáticamente cultura con arte. Una confusión de dramáticas consecuencias. Lo que está fallando es nuestra cultura, no nuestro arte. La cultura, de acuerdo con la Declaración Universal de la UNESCO, es el conjunto de los rasgos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad y que abarca las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias, además de las artes.

Me da la sensación de que simplemente nunca hubo un plan, nunca hubo una estrategia cultural del Estado y ahora las consecuencias están a la vista. Por aclarar a algún desprevenido y casi de modo caricatural aclaremos que Arte es lo que se estudia en Bellas Artes, en el Conservatorio, etcétera, pero que Cultura es lo que se estudia en Humanidades (o debería), el último orejón del tarro universitario. Cuando ves las inversiones en carreras como Comunicaciones y el estado cataléptico de las Humanidades, te empezás a dar cuenta que el gobierno (incluyendo el universitario) ni siquiera ha comprendido el rol de la cultura en un país. Cuando ves que ni siquiera hay puestos de trabajo para los egresados de humanidades, te das cuenta que las prioridades del Estado están en cualquier lado, menos en la cultura. Si el objetivo fuera a largo plazo encontrar soluciones al tema de una subcultura que se posiciona como enemiga de la cultura dominante de la que es producto, si el objetivo fuera reintegrar a esa inmensa población dentro de una cultura común, entonces la inversión en humanidades debería ser más del doble de lo que actualmente es, tanto a nivel económico, como humano. Quizás el problema radique en que la cultura es algo más relacionado a lo simbólico que a lo material, mientras que los gobiernos frenteamplistas son prisioneros de lógicas estrictamente materiales, cuantitativas. Pensar que con los spots televisivos sobre la convivencia y responsabilizando a la masa social del estado patético de nuestra cultura se solucionará algo, es síntoma, una vez más, de que no se ha entendido gran cosa.

EDUCACIÓN: SE NOS EMBRUTECE A PROPÓSITO

Es una obviedad decir que la educación tiene todo que ver en esto. Si la "letra con sangre entra" era la tesis, a partir del 68, vivimos en la antítesis, con las consecuencias a la vista. Es evidente que urge una síntesis que integre aspectos de ambas.

Importa un bledo lo que digan los planes Pisa o cualquier otro organismo internacional. ¿A quién beneficia que hagamos buena letra con el poder transnacional y su modelo educativo? Presentar buenas cifras según esas medidas no tiene ningún sentido. Son guarismos pensados para responder a un modelo de sociedad que nos ha traído hasta este despropósito actual. Es un modelo que obviamente no funciona para lo que nosotros necesitamos. Los modelos que priorizan lo cuantitativo en detrimento de lo cualitativo nos han traído hasta aquí; ¿en serio vamos a seguir por este camino?

Es urgente comprender que cometimos un error al eliminar de la ecuación educativa cosas como la disciplina, el respeto, el rigor, la sanción a la equivocación, el premio al esfuerzo. Debemos entender que el objetivo no puede ser que al niño le guste ir a la escuela o al liceo, que se divierta, aprendiendo algo, pero que se divierta. No. A casi ninguno de nosotros nos gustó nunca ir a la escuela, íbamos porque nos obligaban a hacerlo y así, de paso, nos transmitían valores vinculados a que en la vida no todo es placer y que hay obligaciones. Había un tiempo para el juego, en el barrio, y uno para la obligación, en la escuela. Si sacábamos malas notas nuestros padres nos reprendían; ahora son los padres que reprenden a las maestras como si ellas fueran babysitters que hubieran maltratado a la criatura, lo que es del todo natural bajo el paradigma del "niño rey". Es imperioso un giro radical en materia educativa. Un cambio que no tiene necesariamente que ver con más o menos presupuesto, sino con intangibles, desde lo simbólico, por lo que antes que nada debe operarse un ajuste en la formación de magisterio y del IPA, al tiempo de salir huyendo, como si de la peste se tratara, de los lineamientos que nos impone el poder transnacional, que tiene sus propios objetivos y al que beneficia el estado actual de cosas. La educación pública en casi todo el planeta se ha transformado en una fábrica de empleados pobres e ignorantes, con cero espíritu crítico y sin disciplina ni rigor suficiente como para emprender proyectos complejos de largo aliento como una carrera universitaria o una empresa. Por ello, resultan fácilmente manejables vía los medios de comunicación masiva. ¿En serio alguien cree que las recetas de los organismos internacionales no tienen nada que ver en ello? Se les ha empobrecido primero espiritualmente, para luego empobrecerlos materialmente sin que molesten. Por eso se rompió el ascensor social. La gente que en los 50 salía de primaria pública tenía más herramientas en la vida para progresar que la que hoy sale de secundaria pública. Por eso se ven veteranos a quienes les fue bien arrancando de cero. Desde hace muchas décadas, si arrancás pobre, te quedás ahí. Es que el tema no era escribir sin faltas, el tema era el rigor, el tiempo, la inteligencia, la memoria, el esfuerzo para hacerlo y la recompensa de lograrlo. ¿Cómo medís esas cosas? Y no: ¡no es divertido! Mientras la educación se siga observando desde lo cuantitativo en lugar de lo cualitativo, no puede sino empeorar. Y mientras sigamos en este laxismo en las aulas en que vivimos, los gravísimos problemas sociales que estamos padeciendo no se van a solucionar. Hay que pensar al país como una gran escuela de poco más de 3 millones de alumnos. Hay que entender que se ha infantilizado a la población y que hay que arrancar por poner orden en el aula.

En fin, que se puede operar para cambiar la cosmovisión colectiva con una estrategia educativo-cultural contundente, para la que se precisan objetivos, métodos, recursos materiales, voluntad y coraje políticos. Pero sin perder un minuto de vista que son todas estrategias a mediano y largo plazo que no resuelven el grave problema instalado aquí y ahora.

Como vecina de Los Bulevares, si alguien lee esto y puede hacer algo, necesitamos un PADO durante las 24 horas para el barrio de forma urgente y que se anime a entrar a las zonas peligrosas.

PS: Una vez escrita la nota, me volvieron a robar. Por quinta vez. La muerte de mi vecina solo generó de parte de la policía la puesta de una patrulla que durante un rato, de día, transita tranquilamente por la avenida central del barrio. Sigue sin haber ninguna vigilancia en las zonas realmente peligrosas. Si no fuera indignante sería casi cómico. Si ni siquiera la muerte de un inocente logra hacer que algo cambie, es que el Estado nos ha abandonado.

5 comentarios sobre “Plan de emergencia por la inseguridad”

  1. Considero que estamos enfocando mal el problema de la inseguridad. Mas vigilancia y penas más duras no son la solución: si fuera posible retirar a todos los delincuentes actuales aparecerían substitutos al poco tiempo. Porque las personas no nacen delincuentes, sino que se forman a lo largo de su vida. La falta de expectativas de mejorar de vida estimula a algunos a buscar soluciones desesperadas, arriesgandose y perjudicando a otros. Si las personas tienen la posibilidad de resolver sus problemas por métodos lícitos y seguros, no arriesgarían su libertad y su patrimonio. Para cometer un asalto a mano armada hay que estar muy necesitado y sin expectativas.
    Claro que hablamos de individuos saludables, porque si pensamos en enfermos mentales el problema es diferente, porque esos enfermos no actúan en forma racional.
    En nuestras condiciones las cárceles ya están llenas y la sociedad no está dispuesta a gastar en construir nuevas casas de detención. Más rigor y penas más largas significaría que la población carcelareia iría a aumentar todavía más. Por otra parte, una sociedad con un porcentaje muy alto de ciudadanos presos merece un certificado de mediocridad. Las condiciones de vida no deberían ser tales que la sociedad excrete tal cantidad de ciudadanos inadaptados.
    Sin embargo, concuerdo en que en nuestro país, a corto plazo y en casos puntuales, hay que reforzar la vigilancia para poder ofrecer protección y condiciones de vida segura a los ciudadanos.

    1. Sin ánimo de cuestionar el comentario, me da la sensación de que no leyó la nota completa. Apenas comenta sobre el primer aspecto planteado en la misma. Me gustaría conocer su punto de vista sobre los demás aspectos planteados.
      Un saludo cordial.

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