Autorretrato

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AL PIE DE LAS LETRAS

 Publicado: 05/06/2018

Pedro y sus vidas


Por Miguel Millán


Comenzaba la noche y se bajó de su bicicleta frente a mi casa, venía a invitar para su cumpleaños del día siguiente. “Como no fuiste a la última reunión, te quise avisar”.

La clásica, ¿quién soy para negarme a un asado cumpleañero? Pero, lo que más impulsó las ganas de compartir fue ese gesto de un hombre que cumpliría ochenta años y todavía recorre la ciudad en su bicicleta de carrera.

Hace poco me incorporé a la Comisión por la Memoria de Soriano. Comparto el objetivo primero, fundacional y fundamental: el reclamo de verdad, justicia, el fin de la impunidad y, a esta altura pasadas cuatro décadas de los hechos, la aparición de los restos de los desaparecidos por la sinrazón del terrorismo de estado en época de la dictadura cívico-militar.

Tal vez por ser novato, o por haberme perdido no menos de diez calendarios y guías telefónicas de mi ciudad, o por distraído no más, a Pedro lo tenía ubicado por lo poco que salían de sus escasas palabras en medio de una Comisión de muy conocidos y a quienes, justamente, no le escasean los relatos, anécdotas, informaciones.

De esas pocas palabras de Pedro pude conocer al obrero siete oficios, sobre todo peón práctico especializado en el cableado de la empresa telefónica del Estado, compañero de Ricardo Blanco cuando el gobierno de la época implantó las Medidas Prontas de Seguridad y militarizó a los funcionarios de UTE y banca oficial. De los meses que permanecieron en el Cuartel y los sacaban solamente para trabajar, cumplir sus ocho horas y de vuelta al encierro.

Pedro es el testigo directo de esos hechos, conoció a Ricardo cobrador de UTE puerta por puerta con aquel maletín legendario de los cobradores a domicilio. Compartieron con él carpa en el Batallón de Infantería Nº 5. Todo esto lo cuenta a los grupos de estudiantes que, junto a sus maestros y profesores, han venido a realizar el recorrido de la memoria de la historia reciente. (Ricardo Blanco Valiente, detenido-desaparecido con 40 años en enero de 1978, sus restos aparecieron en el Batallón 14 de Toledo muy cerca de los restos del maestro Julio Castro a principios del año 2012).

La casa de Pedro, una vivienda de las que construyó el Banco Hipotecario a la salida de la dictadura en el corazón mismo de la entrada a dos barrios emblemas de Mercedes, el Cerro y el Aparicio. Desde allí hasta donde sea, a las reuniones, al memorial junto al puente para regar los plantines, va Pedro en su bicicleta. Hasta esa su casa caímos la barra de la Comisión.

Para mi sorpresa, de distraído, ya lo dije antes, nos recibieron las hijas. Resultó que una de ellas es maestra y coincidió en la misma escuela con mi hijo, colega pero de educación física. Y su compañero, padre de uno de los niños que iba a jugar baby fútbol al Club Nacional cuando yo fui ocho años técnico y dirigente –por decir, dos palabras demasiado pomposas, para que se entienda- En fin, todos, votantes del Frente Amplio en las últimas elecciones; en el presente, la mayoría, en esa nebulosa que va del “no lo voto más”, pasando por “tengo dudas”, “en el balotaje tal vez”. Todos, y esto es lo común y determinante, esperando, haciendo fuerzas para que las políticas de derechos humanos se impongan por sobre la impunidad en todos los terrenos.

En el patio estaba preparada la mesa larga con sillas alrededor y al fondo la parrilla con Pedro lidiando con el fuego. Al ratito nomás apareció la picada, con oferta de cervezas y refresco. Del lado nuestro prevaleció el tinto con Pedro como estandarte. Escuché clarito el comentario entre las hijas: “Nos vamos a tener que cambiar de la cerveza para el vino. ¡Mirá cómo toma el viejo y cada vez está más vital!

Las conversaciones fueron y vinieron, siempre muy animadas gracias a la circulación de comestibles y bebidas, los lubricantes que mejor ayudan a los engranajes de las relaciones humanas. En algún momento se habló de Pedro ciclista. Allí volví a escuchar el comentario de las hijas: “Corrió mejor de senior que cuando joven”

Con los postres vino una velita que Pedro apagó entre medio de aplausos y cantos de feliz cumpleaños por otros ochenta más. Y las hijas otra vez, en la punta más lejana de la mesa: “Veinte más, seguro, viene de familia longeva, la madre vivió noventa y tres años”.

A las doce de la noche y con la amenaza de una tormenta que al final no se desató, nos levantamos al unísono. En la despedida, mi nueva sorpresa y “descubrimiento”, en la pared de entrada a la vivienda recibiendo al recién llegado o, en este caso, a quienes nos íbamos, ofreciéndonos un claro mensaje-homenaje: un cuadro con una reproducción de esa foto famosa de Seregni y Zelmar.

Pedro, un anónimo para la inmensa mayoría de los frenteamplistas. Tanto o más anónimo de lo que era para mí, lo debo reconocer, pero a quien no dudo en catalogar como parte del carozo, del disco duro.

Por este Pedro valió la pena. Sin este Pedro, todo habrá sido en vano.

Miguel Millán (Mercedes, Uruguay, 1957) ha publicado en vadenuevo una docena de artículos de crítica sobre autores uruguayos y cubanos. Se presenta aquí un texto de su autoría.

Un comentario sobre “Pedro y sus vidas”

  1. Te juro que pasaría horas leyendo estos relatos, por ser en principio historias reales y contadas en primera persona y que yo por ser un guri chico no supe que pasaron y aparte en pueblo chico se tapan muchas cosas

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