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VENEZUELA Y LA MEZQUINDAD

 Publicado: 05/06/2018

Utilización de un drama humano


Por Ernesto Piazza


Muchos de los que se desgarran las vestiduras exigiéndole al gobierno uruguayo una postura más “dura” respecto de Venezuela, históricamente han hecho y siguen haciendo la vista gorda ante otros regímenes antidemocráticos. No piden que Uruguay se pronuncie sobre los gobiernos de China, de Arabia Saudita o de naciones de nuestro continente donde tampoco se respetan los derechos humanos. En el caso de China, nuestro principal mercado exportador, nadie osaría levantar la voz. Tampoco se atreven contra la injustificable política de dominación de Israel en la franja de Gaza. Los partidos opositores uruguayos no han emitido declaraciones de condena contra las reiteradas matanzas en esa región, como tampoco lo han hecho ante ataques con misiles -como los que en innumerables oportunidades ha lanzado Estados Unidos-, represiones de regímenes de diverso signo contra civiles, actos en perjuicio de la dignidad de las personas en países con gobiernos ideológicamente lejanos a la izquierda o a lo que algunos creen o dicen que es izquierda.

Las condenas que han hecho muchos políticos de la oposición -que, como es notorio, se ubica del centro a la derecha- se centran en regímenes que se autodefinen de izquierda (aunque en realidad no respondan a valores intrínsecos de la izquierda, como es el caso de Venezuela). Suelen hacer análisis simplistas y maniqueos, sin rigor, no solo sobre ese país, y contribuyen a incentivar primitivos sentimientos antipolítica.

Por supuesto que esa suerte de hemiplejia con relación a Venezuela también la padece parte de la izquierda, y mucho daño político le hace al Frente Amplio (FA) cuando desde sus filas se aplica una vara diferente para medir la democracia según la supuesta orientación o el membrete de los gobiernos. En algunos casos, vale consignarlo, utilizando almanaques muy viejos, al punto que, a veces, a la Rusia de Putin, nacionalista de derecha, se la concibe encarnando algo así como la herencia de la Unión Soviética.

Muchos políticos uruguayos que están en la oposición -y que por lo visto no se plantean abandonar ese lugar- exhiben, cuando se trata de Venezuela o cualquier otro gobierno autodefinido de izquierda o progresista, una confusión entre la condena que deben recibir los gobiernos autoritarios (todos, sin excepciones), por un lado, y el manejo por parte del gobierno de su política exterior (diplomática, económica, comercial, militar, cultural), por otro. Hay políticos uruguayos de la oposición que proponen la ruptura o la interrupción de las relaciones con Venezuela, o su separación de organismos internacionales, o sanciones económicas, las que siempre recaen sobre los pueblos y, en especial, los sectores más pobres. Por supuesto que hay casos extremos en que la ruptura de relaciones podría justificarse, como aconteció durante las guerras mundiales o en conflictos bélicos que involucren al propio país.

Finalmente, si se trata de ayudar al pueblo venezolano, ¿contribuye al diálogo internacional sobre su situación el aislamiento del país caribeño? ¿No se está abonando una intervención? Porque si bien es cierto que EE.UU. le sigue comprando a Venezuela la tercera parte de su petróleo, la potencia del norte tiene “amigos” y recursos para hacer desaparecer su huella directa en cualquier operación que provoque un cambio de gobierno, en el Caribe o en cualquier lugar del mundo. Ejemplos hay de sobra a lo largo de la historia y en estos últimos años.

Da para pensar que muchos opositores buscan exclusivamente réditos políticos (creyendo que de esa manera golpean al FA y captan a determinados sectores de la ciudadanía), y poco o nada han reflexionado acerca de qué futuro le espera al pueblo venezolano si la aguda crisis política, social y económica no encuentra vías de salida.

El reclamo de democratismo y de republicanismo que varios políticos y analistas le hacen al gobierno uruguayo por su posicionamiento con relación a Venezuela no logra ocultar que se efectúa con un propósito subalterno, muy alejado de la preocupación por la angustiosa situación de millones de seres humanos. Eso torna aún más deleznable el recurso, detrás del cual subyace una indisimulable hipocresía. Lo peor es que de esa forma se lesiona la política en una etapa del mundo en la cual se intenta rebajarla y desprestigiarla. No es esa la manera de defender la democracia y el republicanismo.

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