Compartir

MIENTRAS EN URUGUAY SE CONSTRUYE UNA NUEVA AGENDA DE DERECHOS

 Publicado: 07/11/2018

Bolsonaro perpetra una macabra paradoja


Por José Luis Piccardo


La política de género y, en general, la nueva agenda de derechos ha ido fortaleciendo en la sociedad uruguaya la conciencia sobre valores que son parte inalienable de la democracia y el sentido republicano en sus más elevadas expresiones. Y, de esa forma, esa ampliación de derechos hace una contribución cada vez más necesaria a la convivencia ciudadana. Todo lo contrario a lo que se lograría si no hubiese un rechazo claro al impulso ultraconservador que ha llegado con fuerza a la región encarnado en la oscura figura de Jair Bolsonaro.

Es paradójico que quien se erige en custodio de la seguridad y en abanderado de la lucha contra la violencia y la delincuencia promueva el odio y un conjunto de antivalores que son incompatibles con el respeto a los demás y la convivencia en la sociedad.

La misoginia -que con tanto furor ha practicado el presidente electo- es acompañante y complemento del femicidio, de la violencia de género, del acoso sexual y de la discriminación de la mujer en todos los ámbitos: familiar, laboral, social. La homofobia, el racismo y la xenofobia -también reivindicados por Bolsonaro y compañía- van de la mano con el odio irracional que está en la base de las diferentes formas de violencia que sufren nuestras sociedades y que se han ido incrementando en los últimos tiempos en el mundo.

Reclamando, sin que venga a cuento, la vigencia de un principio indiscutible de la política exterior como es el cultivo de las relaciones con todos los países independientemente de la orientación de los gobiernos, en el Uruguay algunos políticos han optado por no hablar o, por lo menos, bajarle el perfil a sus comentarios críticos de las ideas regresivas de Bolsonaro. De esa manera, más allá de intenciones, ponen distancia de principios básicos del humanismo, de la democracia y de los derechos humanos. Algunos lo harán sin darse cuenta, en su desesperación por agarrarse a cualquier cosa -por absurda y rebuscada que sea- para hacer oposición contra el gobierno y el Frente Amplio. No hablamos de unos pocos casos patológicos como los de Edgardo Novick o Verónica Alonso, cuyo discurso apunta a quitarle respaldos al flanco derecho de los partidos tradicionales. Hablamos de dirigentes importantes de esas colectividades, que suponemos lejos de las ideas extremas de Bolsonaro, pero que han omitido, soslayado, mediatizado o relativizado las críticas a dichas ideas, alegando una obviedad que nadie discute: la necesidad de que las relaciones con Brasil discurran de la mejor manera posible para los intereses de nuestro país.

Esos dirigentes también suelen bajar su perfil -tan prominente a la hora de criticar al gobierno- en la defensa de esa agenda de derechos ciudadanos que se ha ido ampliando en nuestro país y que implica la construcción del más efectivo recurso intangible contra la violencia, la delincuencia, el terrorismo, el odio y la discriminación. Y también contra la corrupción, que Bolsonaro promete combatir embistiendo contra las mejores armas para librar esa batalla, que será especialmente difícil en Brasil: las libertades, el Estado de derecho y la transparencia, que no funciona sin democracia plena.

Es lamentable que haya estas confusiones entre los opositores. Una cosa son las normas de la política exterior y las responsabilidades de los gobiernos, y otra diferente es la actitud de los poderes del Estado, de los partidos políticos y de las organizaciones de la sociedad civil -en los distintos ámbitos y formas que les correspondan- contra ideas execrables y en defensa de los grandes valores universales, cívicos, democráticos, republicanos. O sea, la defensa de los derechos humanos por encima de todo: el derecho a la vida, en primer lugar; el derecho a la libertad, que tanto dolor nos ha costado reconquistar en este país; el derecho de nuestros semejantes, pertenezcan a cualquier colectivo social, a optar y a ser respetados.

Uruguay sabe lo que significa la pérdida de esos derechos. Se puede hacer una intensa campaña electoral, se puede practicar la más dura oposición. Pero no se puede olvidar.

Un comentario sobre “Bolsonaro perpetra una macabra paradoja”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *