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DE LA FICCIÓN A LA REALIDAD DE LA REPRESIÓN PREVENTIVA

 Publicado: 07/11/2018

El algoritmo


Por Luis C. Turiansky


"Cuídate, en cualquier momento esto puede pasarte a ti"

(el personaje John Anderton, "Minority Report", Philip K. Dick)

El éxito de la película de Steven Spielberg, en la que unos mutantes son capaces de avisar los detalles de un crimen por cometerse, casi coincidió con el atentado a las torres gemelas del World Trade Center de Nueva York y al Pentágono en Washington,[1] que sacudió la modorra de la opinión pública estadounidense y creó el mito de la lucha antiterrorista. Sin menospreciar las virtudes cinematográficas de la obra de Spielberg, gran parte de su éxito se debe también a esta coincidencia.

EL NACIMIENTO DEL ALGORITMO

Los sucesos trágicos del 11 de setiembre de 2001 y las críticas de la prensa condujeron al gobierno de George W. Bush a reforzar los mecanismos de seguridad del Estado. Se fundó la "Agencia de Seguridad Nacional" con amplias prerrogativas, se tomaron medidas para vigilar el ingreso de extranjeros al país, sobre todo los provenientes de países que no figuran en la lista selecta de los amigos o aliados, y el territorio nacional se cubrió de cámaras de vigilancia. Los programas de búsqueda en internet y las omnipresentes "redes sociales" se mostraron especialmente colaborativos, poniendo a disposición sus cuantiosos fondos de datos personales y registros de actividad en la red de sus usuarios.

La revolución tecnológica en el campo de la comunicación y la información permite hoy resultados asombrosos. Basta que dos personas con teléfonos modernos dotados de GPS se encuentren en un café a conversar sin tomar la precaución de desconectarse de la red, para que sus respectivos operadores capten su coincidencia en el mismo lugar geográfico, por lo que sabrán que se encontraron, dónde y por cuánto tiempo. Tal vez lo que se dijeron escape al registro, aunque uno nunca sabe. También las preferencias en internet, las compras habituales, los libros que uno lee y las opiniones puestas al conocimiento público son hoy objeto de análisis por parte de poderosas máquinas de seguimiento.

La idea de conocer de antemano lo que unos malhechores planifican siempre fue tentadora para los policías de todo el mundo. De ahí la práctica de mantener informadores en el hampa, mediante el soborno o la amenaza. Crear unos agentes precognitivos estaba fuera del alcance de la policía estadounidense, pero ¿por qué no recurrir a la tecnología de la información? El publicista Herles Velasco comentó en El Universal, México ("El Informe de la Minoría deja de ser una ficción", 14.10.2015), que desde 2009 se estaba trabajando, en colaboración con la Universidad de California, Los Ángeles, en un programa informático que permitiera detectar en las personas sospechosas su intención delictiva concreta, plan que pasó a llamarse de "Precrimen".[2]

El programa en cuestión se construyó alrededor de un algoritmo de datos estadísticos sobre las personas observadas de conformidad con la "ley de los grandes números". La extracción de resultados suele basarse en el cálculo de probabilidad con un grado relativamente elevado de precisión, pero aplicado a las personas, por lo que pasa por alto que se trata de seres con voluntad propia y libre albedrío. Como en otras situaciones, lo que cuenta es el éxito económico: el artículo mencionado destaca que la aplicación experimental del plan habría reportado al Estado de California 9 millones de dólares de ahorro en gastos judiciales y seguros para cubrir las pérdidas materiales.

Recientemente se difundió un documental multinacional dedicado al tema.[3] La descripción que sigue se basa en https://www.arte.tv/fr/videos/061675-000-A/predire-les-crimes/, del canal televisivo franco-alemán Arte. Con lujo de detalles, se describen las diferentes astucias utilizadas para espiar a las personas sin que estas se den cuenta. Las cámaras frontales de los dispositivos de los usuarios, en principio destinadas a facilitar la comunicación en videoconferencia, pueden activarse subrepticiamente a fin de obtener una imagen del rostro del dueño y así completar la documentación disponible aun cuando la persona no tenga antecedentes policiales. Al mismo tiempo, el procedimiento de reconocimiento de las facciones de un individuo y su cotejo automático permite resultados instantáneos gracias a la gran velocidad de la operación. Combinado con la interconexión de las cámaras de videovigilancia instaladas por doquier, ya todo está listo para que los ojos curiosos de la autoridad sigan a prácticamente todos los transeúntes en su circulación por la ciudad, sus desplazamientos por el territorio nacional, sus compras y sus principales esferas de interés.

No obstante, se ve que los estudiantes de la Universidad de California han trabajado con ahínco y regodeo: el algoritmo combina los datos personales con otro conjunto de datos extraídos de las estadísticas sobre la ocurrencia de delitos en diferentes localidades en el correr de diversos años o según la época del año. Los tipos humanos participantes (edad, sexo, raza, origen social y lugar de residencia) también se cuentan. Luego bastará estar en el lugar menos propicio a la hora menos conveniente para caer en la red de la noble lucha contra el delito. Justos y pecadores caerán por igual en la gran redada y aparecerán en una lista de delincuentes potenciales. Algunos de ellos cumplirán con las predicciones de la estadística y serán apresados con las manos en la masa. Los otros sufrirán algunas molestias, pero bien vale un sacrificio en bien de la paz pública.

LOS PARÁMETROS POLÍTICO-SOCIALES

Podrá aducirse que la prevención del delito no tiene nada de malo y esta opinión es perfectamente legítima. El problema que surge está vinculado a que el algoritmo en cuestión es un producto humano y lo aplican seres humanos, con todos sus prejuicios propios y con todas las limitaciones derivadas de la trama social y de la política del Estado. En consecuencia, no será el cálculo frío sino una opinión subjetiva lo que insertará en el programa parámetros de orden racial, social o político al determinar la predisposición de los sujetos a delinquir. El hecho que la mayoría de los delincuentes provengan de los barrios pobres (lo cual puede ser un hecho real) conducirá a extrapolar el dato de tal suerte que todos los habitantes de dicho barrio sean en principio sospechosos, mientras se excluirá por el mismo motivo a los ricos, que seguirán beneficiándose de un tratamiento respetuoso por el solo hecho de su apariencia. Tal vez vuelvan a escena los viejos criterios antropomórficos para caracterizar a los criminales natos, según la teoría fisionómica de Cesare Lombroso.[4]

En Estados Unidos, país donde las tradiciones segregacionistas son fuertes, los afroamericanos o los latinos se verán automáticamente expuestos a la atención de las fuerzas del orden. Tendrán por ello que sufrir controles injustificados y frecuentes u otro tratamiento agraviante, sobre todo si son para colmo pobres. Conocidos son los casos más flagrantes, cuando por ejemplo fue víctima de acoso policial un respetable juez negro, casualmente amigo del entonces presidente Obama, o cuando un joven estudiante del mismo color de piel fue ultimado de un balazo por un policía que creyó que su gesto de buscar el documento en el bolsillo era para sacar un arma. ¿Pero cuántos han sufrido destinos semejantes sin que la prensa se diera por enterada?

En todo caso, el plan también sirve para amedrentar, y no solamente a los eventuales delincuentes. Un método "blando" que mencionan los realizadores del documental y tal vez haya surgido a raíz de los escándalos anteriores producidos por los excesos policiales, consiste en visitar a las personas que figuran en su lista para advertirles de ello, diciéndoles que su eventual aparición en el lugar de los hechos agravaría la probabilidad de verse implicado, por lo que lo mejor sería que ni se acerquen al lugar durante cierto tiempo. Transparencia, pues, pero con fines intimidatorios.

Nada de esto es ilegal, por el contrario parece hasta altruista, pero de hecho es una forma de presión injustificada que siembra el temor, cercena la libertad de movimiento y crea inseguridad. Contribuye a alimentar la atmósfera de vigilancia extrema, dando la razón a quienes consideran que los sistemas de observación del entorno que inundan las vías públicas son algo más que un método de vigilancia pasiva. Es más, el afectado se sentirá injuriado y discriminado y, si ya por otros motivos el rencor lo abruma, puede caer fácilmente en las redes de grupos francamente antisociales o terroristas.

Según el mismo documental, en Gran Bretaña y Alemania el proyecto se encuentra todavía en etapa de estudio, pero ya los efectivos en la calle están aleccionados sobre los tipos humanos que más se prestan para un control más riguroso. En primer lugar los de apariencia extranjera y sobre todo en horas de la noche, en que los agentes actuantes corren menos riesgo de que la escena sea observada o filmada por periodistas que casualmente pasen por el lugar.

LAS POSIBLES CONSECUENCIAS

En los tiempos actuales, caracterizados por la degradación del sistema capitalista global sin una salida clara, el riesgo de endurecimiento de las formas de gobierno y de represión política frente a las diversas olas de protesta que esto provoca es algo real y omnipresente. La crisis de los partidos políticos "tradicionales", de derecha o izquierda, fomenta el surgimiento de movimientos de nuevo corte y estilo, como los llamados "populistas", que procuran aprovechar el descontento de las masas con el fin encaramarse al poder e imponer nuevas políticas en que la demagogia se combinará con la idea de un gobierno estable de tendencia nacionalista, tal vez en torno a la figura de un "hombre fuerte". Puede degenerar en el renacimiento del fascismo o algo semejante. Si bien vivimos una época histórica diferente a la que dio lugar al fascismo en el siglo pasado, existen semejanzas incuestionables.

La crisis de las sociedades liberales es ya un fenómeno visible. En su contexto no sería de extrañar que, en aras de la seguridad, se impongan importantes reducciones a la libertad y se extiendan las formas de vigilancia a un grado que George Orwell ni se imaginaba. El día que la formulación de críticas o ideas de reforma radical de la sociedad se considere un delito, ya estará funcionando el famoso "Algoritmo" en todo su vigor. La institución de la lucha contra el "Precrimen" no tendrá necesidad de esperar y sus agentes se encargarán antes que se produzca un enfrentamiento de caer de visita en casa de los más resueltos e invitarlos a que abandonen sus intenciones combativas, que no vayan a las manifestaciones, no hagan huelgas y, en cambio, se porten como buenos ciudadanos, disciplinados y mansos.

George Orwell había imaginado "1984" como una crítica al totalitarismo socialista, pero el totalitarismo capitalista que se avecina tal vez supere sus predicciones. Si lo dejamos venir y asentarse.

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