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OTRO INDICADOR A TENER EN CUENTA

 Publicado: 07/11/2018

El capital humano


Por Fernando Rama


En la última reunión del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, celebrada en Indonesia, se dio a conocer el llamado Índice de Capital Humano (ICH). Supuestamente dicho índice mide el desempeño –medido como productividad- de la próxima generación de trabajadores. Así lo consigna el semanario Búsqueda en su edición del pasado 11 de octubre.

Se trata de otro indicador al que son afectos los organismos internacionales, en especial los dos mencionados. Se relaciona con el Índice de Desarrollo Humano, que mide el desempeño de las actuales generaciones. En la medida en que dicho índice toma en cuenta en exclusividad aspectos sanitarios y educativos, también se relaciona con las denostadas pruebas PISA, al menos indirectamente.

No son pocos quienes arremeten contra el significado de estos indicadores generales con el argumento de que obedecen a intereses espurios y esconden realidades que los organismos internacionales están interesados en soslayar. Si bien este tipo de apreciaciones tiene su razón de ser, en la medida en que estos indicadores comparan las realidades de casi todos los países con los mismos parámetros y establecen una comparación correlativa entre los mismos, me parece que es importante tenerlos en cuenta. El problema es el de siempre: saber leerlos y darles el valor relativo que tienen.

Siempre se trata de estadísticas que dan cuenta de una distribución dispersa de datos y toman en cuenta el promedio de la curva de Gauss. Por ejemplo, el PBI de un país, incluido el PBI per cápita, nada indica acerca de la distribución del ingreso en cada sociedad analizada. Poco o nada se difunden las estadísticas acerca del índice de desnutrición o los referidos al hambre en el mundo.

En relación al IDH interesa señalar cómo está construido. El puntaje máximo es 1 y se trata de un guarismo inalcanzable. Lo es porque ese máximo se conseguiría en un país donde ningún niño muere antes de los cinco años, donde no existe retraso de crecimiento, donde todos alcanzan una escolaridad de 14 años y la vida adulta llega al menos hasta los 60 años. Sobre esta base de cálculo Uruguay alcanza un puntaje de 0,60, bastante lejos de Singapur, que llega a 0,88 y muy por encima de Chad que apenas llega a 0.22.

De acuerdo a este nuevo índice nuestro país desperdicia el 40% de su potencial futuro o, para decirlo de otra forma, el 40% de los trabajadores uruguayos se verán perjudicados en cuanto a los logros a obtener durante su vida productiva.

Teniendo en cuenta que el Uruguay tiene buenas cifras de mortalidad infantil, que los retrasos del desarrollo no son dramáticos y que la expectativa de vida está en un nivel que puede considerarse bueno, se llega a la conclusión de que el principal déficit se encuentra en la educación. Existe, según el estudio que reseñamos, una ”brecha de aprendizaje” pues si bien se cursan 11,8 años (educación preescolar, primaria y secundaria), lo que realmente se aprende equivale a 8,4 años. Este resultado coincide con la realidad que uno observa cotidianamente, por el sólo hecho de estar en contacto con las nuevas generaciones.

Quienes llevaron a cabo el relevamiento reconocen la importancia del Plan Ceibal y los avances en la enseñanza de idiomas, pero atribuyen la brecha de aprendizaje a una “institucionalidad inflexible”. Una vez más corresponde señalar la subdivisión de nuestra sistema educativo en compartimentos estancos, no coordinados entre sí, que rozan la autarquía, so pretexto de la “autonomía técnica” de cada segmento del trayecto educativo. Se sigue insistiendo en los altos índices de deserción después de la educación secundaria básica cuando esta deserción se gesta en los años antecedentes, en especial en primaria. Y, en especial, se sigue negando la importancia de las carencias registradas en materia de comprensión lectora, de aprendizajes en matemáticas y en las disciplinas científicas. Un aspecto, este último, que no se contrapone a la enseñanza de las humanidades o las ciencias sociales. Y que tampoco se contrapone a los esfuerzos que hay que hacer en materia de educación física, actividades recreativas y otras disciplinas vinculadas al desarrollo emocional.

No se trata de dramatizar el problema, de exagerar las consecuencias de los malos resultados. Se trata, eso sí, de tener en cuenta estos datos, reflexionar sobre la causalidad de los mismos, teniendo en cuenta que todos los indicadores de este tipo, más allá de quienes los promueven, reflejan comparativamente una realidad que es necesaria cambiar.

Es obvio que mejorar los resultados del desempeño educativo uruguayo no se logrará a partir de un único cambio puntual, casi mágico. Ni la creación de la Universidad de la Educación, ni la elaboración de una coordinación flexible, ni el 6% del PBI para la enseñanza, por sí solas resolverán el problema.

Un problema que, además, llevará tiempo corregir.

Un comentario sobre “El capital humano”

  1. Nuestro punto flaco en estos momentos es la educación pública o sea un futuro q no va con las enseñanza impartidas de.nuestro Jose P Varela

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