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TENGO UNA VACA LECHERA; NO ES UNA VACA CUALQUIERA

 Publicado: 07/11/2018

Permanente incomprensión pone en peligro a Conaprole


Por Omar Sueiro


Como ocurre puntualmente, cada primavera sale a la luz pública el eternamente larvado conflicto ente los tamberos cooperativistas de Conaprole y los trabajadores sindicalizados que procesan la leche en las plantas de la cooperativa. El carácter de la relación se agravó con las últimas y reiteradas rebajas de los precios internacionales de los lácteos, originándose conflictos que se agudizan por un permanente y recíproco ejercicio de incomprensión entre los directores y cooperativistas propietarios de la empresa, por un lado, y los trabajadores, por el otro. Se instaura un maltrato mutuo que crea un caldo de cultivo propicio para los buitres carroñeros, que, aprovechando un periodo de debilidad del negocio lácteo, casi consiguen apoderarse de la empresa no hace mucho tiempo.

PREOCUPACIÓN DEL GOBIERNO: ATENDER A LO FUNDAMENTAL

El 18 de agosto el presidente del INALE (Instituto Nacional de la Leche, del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca), Ricardo de Izaguirre, dijo al diario El Observador que “hoy por hoy el relacionamiento es el talón de Aquiles del sector. Nueva Zelanda pasó por eso. Hay que superarlo de cualquier manera. Las empresas internacionales están al acecho de Uruguay y nosotros peleándonos por cosas elementales".

El 16 de octubre, según consigna el mismo diario, “los representantes de las gremiales lecheras fueron recibidos por el presidente Tabaré Vázquez, alarmados por la pérdida de competitividad de la industria y el conflicto recurrente con el sindicato de Conaprole. Al respecto varios productores plantearon la imposibilidad de gestionar la cooperativa por las medidas que adopta el sindicato, y por eso proponen la posibilidad de vender Conaprole”. En este sentido los productores le pidieron a Vázquez la aprobación de “una ley de responsabilidad laboral, que regule la actividad de los sindicatos”.

El pasado martes 16 de octubre el Presidente de la República “se mostró cercano a la posición de los productores lecheros con respecto a la situación conflictiva que vive la empresa láctea por los desbordes del gremio”. El primer mandatario trazó un paralelismo entre la actitud de los sindicalistas de la empresa láctea más importante del país con la de los trabajadores del desaparecido Frigorífico Nacional del Cerro de Montevideo.[1] El Presidente transmitió que, ante la posibilidad que han manejado algunos productores de vender una cooperativa con 80 años de historia, el gobierno comparte la necesidad de que se realicen cambios en la legislación laboral para dirimir conflictos sindicales e incluso manifestó que hay leyes que deben ser actualizadas.

UN MARCO NEGATIVO

La grave situación de enfrentamiento ocurre en un prolongado marco comercial adverso, de precios internacionales oscilantes a la baja, que compromete el sostenimiento de una producción orientada en más de un 70% al mercado externo (ver gráfica).

El índice de precios de los productos lácteos de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), que llegó en 2014/2015 a 280 puntos, registró un promedio de 191,5 puntos en setiembre pasado, es decir, 4,7 puntos (2,4 %) menos respecto del mes anterior, continuando así la tendencia a la baja por cuarto mes consecutivo.

Si bien en este aspecto no le es posible actuar o influir, el gobierno ha dado y se comprometió a seguir dando amplios apoyos a la actividad láctea, particularmente de financiamiento, habida cuenta de lo adeudado por Venezuela a Conaprole. Decretó un sobreprecio por encima del costo fijado a la leche fresca para el consumo, gravamen que deben pagar los consumidores con destino directo a los productores de la materia prima. Esto es reconocido por los productores, que a esta altura solo reclaman que el Estado bloquee acciones sindicales que estiman perjudiciales para su actividad, a lo que muy débilmente agregan la petición de rebaja en la tarifa eléctrica, lo que tuvo eco en el Poder Ejecutivo, que estableció recientemente una nueva rebaja.

NO TODO ES INSENSATEZ

Más allá de airadas declaraciones, desde ambos bandos también se han emitido opiniones equilibradas, que alertan sobre la gravedad de la situación y de alguna manera ponen las cosas en su lugar.

El productor duraznense Agustín Sojo hizo un fuerte llamado de atención al advertir que la propuesta de considerar la venta de Conaprole surge de las propias declaraciones de productores y ex-directivos de la cooperativa, quienes han expresado que “el sindicato es inmanejable”.

Esto hizo reaccionar a los líderes sindicales de la industria láctea: Luis Goichea, secretario general de la AOEC (sindicato de obreros y empleados de Conaprole) y Heber Figuerola, presidente de FTIL (Federación Láctea), salieron a la prensa a defender su posición.

Goichea dijo que “la alarma pública que se ha hecho no es real”, y que no hubo ningún problema en el manejo de la leche tanto en el ingreso como en el abastecimiento y que lo único que se está haciendo es no trabajar horas extra ni descansos. “No negamos que tenemos un salario digno, que es bueno dentro del marco general del país”, añadió Goichea. “Tenemos un montón de convenios que dignifican” el trabajo, reconoció. “Que peleemos por lo que consideramos justo, no quiere decir que no estemos contentos. Trabajamos en la que es desde 2010 la mayor empresa exportadora del país. En el último ejercicio facturó US$ 870 millones. Claro que nos gusta[2] la situación de conflictividad, expresó.

Por su parte Figuerola dijo que “hay una leyenda urbana de que los trabajadores estamos enfrentados a los productores. Hemos demostrado que no es así. Nosotros hemos sufrido coyunturas desfavorables a la par de los pequeños y medianos productores". Para el sindicalista, estos últimos son, junto a los operarios, los más vulnerables del sector: "Habría que dejar ese enfrentamiento que algunos intentan instalar[3]", manifestó.

DEL LADO DE LOS PRODUCTORES LECHEROS

"Hay que recapacitar, dejarse de caprichos y evitar que todo termine en la venta de Conaprole", sostuvo Ramón Curbelo, presidente de la Asociación de Productores de San Ramón. Explicó con elocuencia la situación de los productores y dio su opinión sobre la suerte que debería correr la Cooperativa, que es coincidente con la de la enorme mayoría de sus afiliados. En entrevista con El Observador (28/10/2018) recordó que en Canelones, en estos últimos cuatro años, cerraron más de 120 tambos chicos y medianos de los 240 que había antes. Contó que en la liquidación de setiembre recibió $ 9,70 por litro: “hace mucho que estoy en rojo”. Ese mes Curbelo cobró “algo después de ocho meses. Subsistimos desprendiéndonos de capital, vendiendo alguna vaca, un novillo, porque acá criamos todo. Eso y haciendo un sacrificio familiar, trabajando mucho nosotros y ajustando los gastos, achicando el costo de vida de la familia”.

Advirtió que en esa situación no es posible invertir en infraestructura, en pasturas, en genética. “Si viene el del semen uno no puede decirle que no, si sigo tengo que inseminar”, lamentó Curbelo. Pero “no puedo dudar en hacer una pradera porque las vacas tienen que comer. Al tambo hay que tenerlo en condiciones. Nos endeudamos pese a que sabemos que nos va a ir mal. La vamos llevando vendiendo vacas. Por suerte estamos en Conaprole, está Prolesa que nos permite acceder a los insumos y seguir funcionado porque tenemos semilla y fertilizante, y está Proleco que nos permite acceder a financiamiento si no está muy complicado”, explicó el productor de San Ramón.

En cuanto a la eventual venta de Conaprole que algunos de sus colegas han sugerido, asegura que “no es la solución. Tampoco lo es que se siga como ahora. El precio de la leche no puede seguir siendo un residuo. Hoy Conaprole paga los costos, paga los salarios de los trabajadores y lo que queda es el precio de la leche. Pero tampoco podemos vender la cooperativa que es fundamental sobre todo para los más chicos”, sintetizó.

Curbelo recordó que “tiempo atrás el 30% de la leche remitida a Conaprole la aportaba el 70% de los productores. Hoy ese 30% lo aportamos el 90% de los productores”. Explicó que cobra lo mismo él, que remite mil litros por día, que el que manda 50 mil. “En las empresas privadas el precio se negocia y esa equidad, el precio unitario, se pierde”, aseguró. “Hay que recapacitar, dejarse de caprichos y evitar que todo termine en la venta de Conaprole, que es un orgullo para el país, líder en exportación. Hay que sentarse a dialogar y ponerse de acuerdo”, aconsejó. Si Conaprole se vendiera, “los tamberos recibiremos cierta plata, pero los trabajadores no y un montón de familias se quedará sin un trabajo seguro y el país se perderá una empresa elogiada en el mundo y con un producto intachable”, resumió.

Consultado sobre la actitud del sindicato de empleados de la industria, Curbelo afirmó que “la molestia mayor es que uno genera la leche, que es lo básico, y corre todos los riesgos pero está en desventaja con los trabajadores de Conaprole. Ellos tienen muy buenos salarios, condiciones de trabajo ideales, una fuente laboral segura, con lo que eso significa”. Sostuvo que el empleado de Conaprole tiene mejor acceso al crédito que muchos tamberos. “Durante cuatro años han tenido aumento de salarios y a nosotros no nos mejoró el precio de la leche”, agregó.

Curbelo explicó que “el productor lechero es una cosa distinta del empresario lechero: sigue hasta que no pueda más”.

GRAVES PRECEDENTES

En enero de 1999 Conaprole, que había centrado su desarrollo en el mercado externo y en particular en el Mercosur, sufrió el embate simultáneo de una súbita devaluación brasileña, seguida de similar política en Argentina y la caída de los precios internacionales a valores desconocidos (U$S 1.300 y U$S 900 la tonelada de leche en polvo y manteca, respectivamente), situación que tuvo graves consecuencias para la empresa, sus productores y trabajadores. La reacción de éstos empeoró la situación y debilitó aún más a la Cooperativa.

Conaprole debió entonces soportar el asedio de especuladores del más diverso tipo, verdaderos buitres a la espera de un momento de debilidad de su eventual víctima. Y no cualquier animalejo se lanzó sobre la cooperativa. Nada menos que el Grupo Exxel secundado por el estudio de abogados Posadas, Posadas & Vecino y la multinacional Parmalat, dirigida por “Don” Calisto Tanzi -encarcelado poco después por la quiebra mafiosa de su empresa- fueron los “principales interesados” en apropiarse de los activos de la Cooperativa y de los suministros de materia prima generados por su cuenca lechera.

En definitiva Exxel y De Posadas pretendían dominar Conaprole con 17 millones de dólares (¡!), que indemnizarían a los productores que se retirasen a razón de 5.000 dólares cada uno. Y el actual presidiario Tanzi se habría apoderado de los mayores y mejores remitentes a la cooperativa pagando algún centavo más por los litros remitidos. Por supuesto que agitaron cifras mucho mayores: decían que iban a dedicar más de 300 millones de dólares a la operación. Pero al discriminar esa cifra se verificaba que era una estimación propagandística y lo que había detrás era la liquidación inmediata de los activos de Conaprole.

Finalmente los propósitos de adquisición hostil de la cooperativa y el desmembramiento de su cuenca lechera chocaron con la cerrada defensa de la institución por parte de los cooperativistas, guiados por la inteligente conducción de la dirección de la empresa. El 31 de mayo de 1999 pasó a ser una fecha memorable para la industria láctea nacional: ese día se reunieron el presidente, el vicepresidente y el gerente general de Conaprole (Jorge Panizza, Roberto Irazoqui y Ruben Núñez, respectivamente) con tres representantes de Exxel liderados por Ignacio de Posadas, para comunicarles, diplomática y firmemente, el rechazo de la empresa y sus asociados a la propuesta realizada [4].

LA CULPA NO ES DE MARX, HEGEL O PLATÓN, SINO DE IRURETA GOYENA

Eduardo Blasina, vinculado al movimiento de “autoconvocados” Un solo Uruguay, escribió un artículo en El Observador bajo el título “Conaprole sin paz ni autoridad sobre sí misma - La lucha de clases ataca de nuevo“, en el que adjudica a Marx, Hegel y Platón el descubrimiento de “una de esas falsas contradicciones que nos frenan gravemente (que) es la idea pseudo científica de la lucha de clases”. Sostuvo que “es fundamental dar un debate que vaya a lo más profundo de lo teórico para luego ir a lo práctico y proponer que la idea se archive en el anaquel donde van las ideas probadamente erradas. Filosóficamente es un típico producto errado del idealismo alemán y del platonismo”, estampó.

Pero la cosa parece ser mucho más sencilla y no requiere sesudos análisis teórico-filosóficos. Jurídicamente Conaprole es única porque se trata de una cooperativa creada específicamente por ley a partir de la expropiación por el Estado de cuatro empresas privadas, cuyo patrimonio pasó al de la nueva entidad. No es una cooperativa de empresarios, ni de trabajadores industriales o de los establecimientos agropecuarios: es una cooperativa exclusivamente de productores (empresas de producción) que antes remitían la materia prima a las empresas expropiadas y que quedó totalmente abierta a cualquier nuevo productor que desease remitir a la nueva empresa.

El técnico pionero en leche en Uruguay, Otto Kasdorf, asesorado y apoyado legal y financieramente por José Irureta Goyena, fundó en 1913 una empresa pasteurizadora de leche propiedad de los hermanos Kasdorf, el propio Irureta Goyena y otros socios. Luego, la crisis internacional golpeó duramente a la industria lechera nacional y en particular a la Lechería Central Uruguaya Kasdorf S. A., que fue una de las empresas en bancarrota expropiadas en 1935 por el Estado mediante una ley redactada por el propio Irureta Goyena. Sus activos, expropiados a cambio de condonar los adeudos de las referidas cuatro empresas, pasaron a formar el capital fijo de Conaprole.

Pero Irureta Goyena “se olvidó” de incluir en la ley la cooperativización de los trabajadores de las plantas, quienes siguieron siendo meros empleados de la nueva empresa. Y así han continuado en los siguientes 83 años de vida de la cooperativa.

UNA SOLUCIÓN SERÍA COOPERATIVIZAR A LOS TRABAJADORES, PERO…

Si los trabajadores de las plantas industrializadoras (de Conaprole y sus colaterales) pasaran a ser considerados cooperativistas, entonces terminarían las contradicciones actuales, pues funcionaría la absoluta comunidad de intereses en cuanto a las pérdidas y ganancias; éstas dañarían o beneficiarían por igual a productores y trabajadores.

Si esa condición hubiera formado parte de la solución de Irureta Goyena en 1935, la Cooperativa no tendría los problemas que hoy nos preocupan; seguramente habría otros, pero no éstos.

Cambiarlo posteriormente ha resultado particularmente difícil, casi imposible, pues requiere altas dosis de sabiduría política para convencer a todos los actores (productores, directores, trabajadores) y conseguir una transacción justa y, fundamentalmente, equitativa. Sería necesario poner de manifiesto un alto sentido de solidaridad y comprensión de intereses mutuos para conseguir un avance en este sentido, aunque más no fuera parcial y pequeño. Eso hablaría muy bien del colectivo Conaprole.

El mejor índice de que esta solución no es viable radica en que aun en los periodos de mayor enfrentamiento, nadie ha manejado una solución de este tipo.[5]

Imaginamos que este cambio afectaría de distinta manera a los implicados: los trabajadores ante la incertidumbre sobre la variación de los precios que podría reducir su salario; los productores y los directores ante el riesgo de cambiar algo que en definitiva podría significar mayores costos. Ambos coinciden en no cambiar la situación actual.

ENTONCES, ¿QUÉ HACER? (OPINIÓN PERSONAL DEL AUTOR)

El lunes 29 de octubre, el presidente de la República, Tabaré Vázquez, recibió al sindicato de trabajadores de Conaprole y, según trasmitieron éstos, “Vázquez nos dijo que a los productores les había dicho lo mismo que nos iba a decir a nosotros, que la preocupación era por la conflictividad que había en el sector, pero sin responsabilizar a ningún actor; ni a los productores, la industria o los trabajadores”.

A nuestro juicio, habida cuenta que están formalmente acordados los principales elementos de la relación empresa/trabajadores (salarios, respeto a las normas, etcétera), la causa básica de la conflictividad es la desconfianza mutua entre los dirigentes de ambos bandos.

¡Chocolate por la noticia!, pensará con razón el lector. Pero lo cierto es que este desencuentro debe ser cortado de inmediato. Para lograrlo habrá que acordar ámbitos adecuados con representación de ambas partes y buscar a las personas que mejor se adapten a la restitución de la confianza mutua.

La Cooperativa ha decidido, según resume la Memoria Anual 2013, la constitución de grupos de estudio para el largo plazo, con el objetivo de analizar posibilidades y eventuales rumbos futuros de la empresa. Los ámbitos están previstos pero falta llenarlos de contenido; conviene analizar de qué tipo y sustancia.

Referiré algunas conclusiones de mi experiencia de más de una década en Conaprole (entre 1992 y 2005). No por nostalgia, sino porque fue un periodo de grandes cambios en todos los niveles de la Cooperativa: importantísimas inversiones en el país, consolidación de un modelo “hacia afuera” con cambio de orientación hacia la extra región, modificación del estatuto de la Cooperativa, incorporación de sistemas integrados en la administración y en los registros contables, controles automáticos de fabricación y comercialización, tecnificación de las fuentes de suministros, mejoras sustanciales en la calidad de los productos, entre otras cosas. En el mismo periodo Conaprole pudo enfrentar con éxito el ya referido intento de depredación que intentaran el Grupo Exxel y sus “asesores”.

LINDO HABERLO VIVIDO, PA’ PODERLO CONTAR…

La revolución de Conaprole comenzó con la conducción de Alberto Souto, mítico gerente general -que literalmente vivía en Conaprole y conocía casi íntimamente al personal de todas las plantas, de Montevideo y del Interior- y fue continuada por Ruben Núñez. Los sucesivos directorios fueron comandados por un trio de excepción: Antonio Mallarino, Jorge Panizza y Roberto Irazoqui; los gerentes sectoriales factótum de los cambios fueron Ibarra, Mattos, Franco, Lucia, Fernández y Enzo Venturino. El periodo no fue un camino de rosas, pero la desconfianza era inexistente debido a la modalidad de gestión directa y antiburocrática.

Para restablecer la confiabilidad deberían promoverse liderazgos y estilos de administración de similares características. En lo inmediato habría que dotar al sector de relaciones y recursos humanos de los instrumentos y el respaldo imprescindibles para llevar adelante una tarea que se ha vuelto casi insalubre: no en vano en los últimos tiempos han “desfilado” en el cargo una cantidad importante de ejecutivos que fueron oportunamente seleccionados por su apreciable trayectoria y adecuados conocimientos técnicos. Pero en su casi totalidad no pudieron cumplir con los objetivos, abandonando el cargo.

Además, habría que hacer un esfuerzo importante para evitar lo que en los corrillos de la empresa se comenta acerca de un posible próximo retiro del gerente general Núñez, que ha sido importante para el desarrollo de la Conaprole del siglo XXI y lo será para superar esta coyuntura.

Desde el lado sindical debiera obrarse en forma similar. La veteranía de sus dirigentes, que pertenecen al plantel de Conaprole desde hace varias décadas, les debería permitir manejar esta llave fundamental para mejorar la relación con la empresa.

Finalmente, ambas partes deberán tomar los recaudos correspondientes para evitar que prospere el tratamiento burocrático de los problemas; la dimensión de la Cooperativa conlleva ese peligro. También aquí la mutua colaboración sería fundamental para diferenciar lo técnico de lo tecnocrático.

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