Sergio Altesor
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¿DÓNDE SE EXPRESA LA ESTÉTICA DE ESTOS TIEMPOS? SI LA PLÁSTICA NO SE EQUIVOCA, ABRÓCHENSE LOS CINTURONES, VIENEN TIEMPOS MOVIDITOS
Eso que está en el aire
Por Gabriela Balkey
Si el arte actual, y desde hace décadas, es informe, puesto que es conceptual, es decir, que no se preocupa por las formas plásticas, sino por los conceptos que puedan transmitir, entonces, ¿dónde se expresa la estética de estos tiempos?
¿En la piel de los ídolos populares? ¿En los muros de las ciudades?
Si así fuera, ambas tienen algo en común: el horror vacui. Ese “miedo al vacío” aparece de vez en cuando en la historia, y remite a esa tendencia que tienen ciertos estilos a rellenar todo el espacio con elementos plásticos, que gustan del entrecruzamiento, del detallismo, de lo abigarrado. Cada vez que en la historia afloran estas tendencias, estamos en presencia del fin de una etapa civilizatoria. He ahí mi humilde hipótesis.
El arte siempre ha ido un paso adelante que casi cualquier otra manifestación a la hora de expresar eso que “está en el aire”. Creo que el kunstwollen, el “deseo de arte” de nuestro tiempo es el arte del fin del mundo.
Tatuajes de Lionel Messi y Neymar Jr.
Grafitis urbanos
¿Qué caídas civilizatorias ha conocido ya el Occidente? La caída de Roma, el fin de la Edad Media, el fin de las monarquías absolutas, y hasta ahí. En las postrimerías del Imperio Romano, cuando ya era católico, se impuso el modelo plástico del horror vacui, al igual que en el gótico internacional, y en el rococó. Siempre esas corrientes son el último canto del cisne de una civilización espléndida que se apaga y, por ello mismo, expresan inquietud, el temor a un futuro incierto, una suerte de vacío existencial que se intenta llenar con una plástica que no tiene lugar para el silencio, para el vacío.
El horror vacui sistemáticamente expresa un momento de crisis terminal. No me refiero a cualquier crisis, de esas que los sistemas conocen y pueden digerir, sino a momentos terminales de una etapa civilizatoria.
Es quizás por eso mismo que hoy en día son muchísimos más los que se imaginan un futuro apocalíptico, a lo Mad Max, que uno feliz, a lo Star Trek. Es quizás por eso mismo que la distopía le viene ganando por goleada a la utopía. La estética actual presenta, entonces, ese estado de cosas en el que vivimos.
Los referentes actuales, futbolistas, cantantes, y afines, tienen la piel hecha un lienzo. Revisando una amplia muestra de sus tatuajes, se llega rápidamente a la conclusión de que son “rococó”. Aunque con innovaciones, sigue siendo el mismo estilo, la misma voluntad de colmar los vacíos.
Lo mismo sucede con los grafitis de nuestras ciudades occidentales; si no hay más espacio en un muro, se superponen incluso, ningún drama. Todo el espacio posible se llena de trazos y colores en un caos a veces armónico, a veces no; poco importa, el objetivo es llenar los huecos.
Si nos atenemos a la historia del arte, la estética contemporánea presiente que nos acercamos a una época de cambios tan radicales que, efectivamente, configuran el final de una etapa civilizatoria. Incluso tiendo a creer que estamos más cerca de lo que parece. Cuando María Antonieta mandaba a pintarse un retrato todo llenito de flores y curvas, y caprichos, no tenía idea de que, en breve, iban a cortarle la cabeza. Parecía imposible. También a Gala Placidia, regente romana en las postrimerías del Imperio, le hubiera resultado imposible de imaginar un mundo sin imperio, cuando se estaba mandando a hacer su espléndido mausoleo en Rávena, tachonado de florales, arabescos, grecas y mil estrellas.
Quienes encargan obras que expresan horror vacui no tienen idea de lo que significa. Tanto Gala Placidia, como María Antonieta, o Messi, son los últimos que quisieran expresar el fin de nada, son los ganadores del sistema. Lo hacen porque es moda; moda que ellos mismos ayudan a imponer, reproduciéndola. Ellos no saben que es una moda que habla de lo que realmente nos está pasando como sociedad, en el sentido más amplio del término.
Mausoleo de Gala Placidia
La dama y el unicornio: À mon seul désir (tapiz)
Cada fin civilizatorio estuvo marcado por fuertes cambios climáticos que trajeron consecuencias catastróficas que el poder no logró manejar. El sistema se derrumbó por incapacidad de adaptarse a las nuevas condiciones. Ya no era capaz de resolver absolutamente nada vinculado a la supervivencia básica de la gente, que dejó de obedecer.
Desapareció el consenso, el poder intentó aferrarse por la fuerza, pero ni así, al final terminó por disolverse. Lamentablemente, tras cada caída civilizatoria se abren períodos más o menos caóticos, hasta que la sociedad se reordena, y, en general, escoba nueva barre bien. Curiosamente, muchos de los que antaño eran poderosos, en la nueva reordenación se vuelven a encontrar allá arriba en la escala social. Así, al principio de la Edad Media, los Lupi romanos se transformaron en los Wolf germanos, y en lugar de senador, se le llamó duque o conde. Un cambio de sistema nunca es barajar y dar de nuevo, hay estructuras de poder subyacentes que se conservan; sin embargo, todo lo demás cambia.
Si algo nos dice la estética actual, es que hay un enorme cambio flotando en el aire, nadie sabe qué va a pasar, ni cómo, ni cuándo, ni si será un evento o un período. Lo cierto es que las formas del horror vacui siempre coinciden con una fase de agotamiento social y cultural, con un “hasta aquí llegamos”, con una sensación de hartazgo, de “fin del mundo”, sensación de la que son totalmente inconscientes aquellos que fabrican las obras, y aquellos que las exhiben.
La historia del arte sirve para eso, para contextualizar las producciones estéticas/artísticas de una sociedad, para comprenderlas y desentrañar qué revelan.
En lo que va del siglo XXI, la tarea viene siendo complicada. El arte oficial, el de las bienales y los salones, el de los críticos y los premios, el de la academia, la subasta y las millonadas, no representa ni un poquito la “voluntad de arte” de nuestra sociedad. Al 99% de la humanidad, básicamente, no le dice nada una banana pegada con cinta en una pared.
Sin embargo, jamás existió un pueblo que no se expresara plásticamente, y el pueblo de nuestro tiempo no es la excepción. La rareza consiste en que la expresión plástica actual no es considerada arte por una élite de poder, que pretendió definir el arte de tal forma que fuera funcional a sus intereses.
Definan el arte como más les guste, establezcan los criterios que quieran, la voluntad estética de los pueblos trasciende esos vaivenes. No hay necesidad de discutir si un tatuaje o un grafiti son o no son arte, ya que, claramente, representan la voluntad estética actual de este pueblo occidental, globalizado, en este momento de la historia. Son esas formas las que visten sus cuerpos, sus calles, sus espacios, sus vidas. Poco importa si nos gustan o no, se imponen en nuestra cotidianeidad como una evidencia.
Si la plástica no se equivoca, abróchense los cinturones que vienen tiempos moviditos.
Salón Imperial de Wurzburgo
Tatuajes de Angelina Jolie