Diego López
Compartir
CUANDO TODAVÍA FALTA PARA LAS ELECCIONES
Los grandes objetivos y las minucias de la política
Por José Luis Piccardo
Para algunos opositores, por ejemplo usuarios de redes, pero también para políticos, el presidente Luis Lacalle Pou es pituco, soberbio e inepto. No parece que lo fuera para una proporción importante de la población, incluyendo a gente que la oposición necesitará convencer para alcanzar el gobierno nuevamente.
En torno a la política se generan círculos cerrados de personas a las que les cuesta concebir que otros piensen diferente. A algunos les podrá asombrar que Lacalle no haya caído más en las encuestas. A otros les podrá asombrar el asombro de los primeros. La gente no anda por las mismas calles.
También podrán haberse asombrado quienes esperaban que casos como Astesiano, Marset o Penadés movieran significativamente, de manera directa y rápida, la aguja en la opinión pública en favor de la oposición. Que pasado el tiempo esos episodios se sumen al conjunto de factores que el ciudadano tenga en cuenta para procesar su síntesis política previa al voto, es otra cosa. Pero, además, las conclusiones que saque la gente no solo dependerán de los errores del oficialismo y de las calamidades que le caigan encima, sino también de lo que haga la oposición para capitalizar políticamente las situaciones.
Es más fácil descargar las emociones que encarar los análisis y las propuestas. Pero la política es difícil y requiere esfuerzos, al menos para los que se plantean objetivos e intentan construir apoyos populares para alcanzarlos.
Los lineamientos programáticos que en estos días el Frente Amplio (FA) comienza a compartir con la ciudadanía, abren posibilidades para que se vayan instalando con más fuerza temas e ideas, y que ese proceso le renueve la chance de alcanzar el gobierno. Sería necesario para el FA -que mantiene a su interior diversidad de opiniones sobre algunos temas importantes- lograr la mejor síntesis posible y que llegue a las instancias electorales con una potente plataforma de cambios y amplios canales de comunicación con la sociedad.
Está conspirando contra ese objetivo una situación preocupante: en el marco de una crisis global de valores -cuyas características y complejidades no es posible abordar aquí-, la política es hoy en día una actividad devaluada, empobrecida, disminuida en su capacidad de incidencia positiva sobre la vida de las sociedades. Uruguay está lejos de los niveles de zócalo que se manifiestan en otros países, pero es difícil negar que también aquí el debate político se ha empobrecido.
En los ámbitos de gobierno, como el Parlamento, hay personas responsables, que trabajan mucho y bien; además sería injusto no reconocer la enjundia de algunos debates legislativos. Pero también ahí, y con frecuencia, se registran situaciones que indignan a quienes esperan respuestas a sus problemas. Entonces, en vez de las cosas importantes, lo que trasciende son peleítas menores entre políticos o manifestaciones de tilinguería que rápidamente saltan a los medios y a las redes sociales para que muchos ciudadanos se indignen y unos pocos se diviertan o entretengan.
Mientras tanto, el sistema político y la sociedad toda tienen inmensos retos. Desde hace bastante tiempo, varias de estas columnas en Vadenuevo han intentado poner el acento en este asunto por considerarlo crucial. Para subrayarlo mediante un ejemplo de dimensiones dramáticas, basta tener en cuenta lo que sucede con la pobreza en la niñez y la adolescencia.
Guiándose por la determinación que utiliza la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), el sociólogo Gustavo de Armas, asesor de ONU, informó el 11 de julio pasado, en un conversatorio de la Fundación La Plaza del que dio cuenta la diaria, que en Uruguay el porcentaje de pobreza en niñas, niños y adolescentes es 33 veces más alto que en adultos mayores. Además de que 44% de la población pobre es menor de 18 años, la situación afecta con mayor notoriedad a las mujeres, que suelen ser las jefas de los hogares más vulnerables. El 68% de los 88.000 hogares pobres que hay en nuestro país tienen jefatura femenina. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), a fines del año pasado la pobreza en menores de seis años alcanzó el 22,5 %.
Se viene la campaña electoral. Y después se vendrá un nuevo gobierno. Y en seguida habrá tareas a cumplir. Ante problemas como el que acaba de señalarse, que por cierto no es el único gran desafío del país, ¿cuánta atención se merece tanta minucia política que ocupa los primeros planos de la agenda mediática?
El país, la sociedad uruguaya, sus niños y jóvenes, los que trabajan y emprenden (o lo intentan), los que desean lo mejor para ellos y sus semejantes, necesitan que la política sea funcional a sus aspiraciones. Ojalá que la izquierda, en base a sus valores, tenga posibilidad de actuar en consonancia con sus principios, sin olvidar su historia, los esfuerzos colectivos y las renuncias personales que la trajeron hasta aquí. Y sin desconocer que lo que queda por hacer es mucho más que lo que se hizo.