María Fonseca
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A MODO DE CIERRE
Reivindicar la guerrilla semiológica
Por Julio C. Oddone
A lo largo de más de tres años, he tomado la responsabilidad de ser columnista permanente en Vadenuevo gracias a la invitación de un compañero del Equipo de Redacción.
Desde el número 141, todos los primeros miércoles de cada mes, sin interrupción, tuve el privilegio de compartir este espacio con otras personas motivados por un solo deseo, desde la honestidad intelectual: propiciar aquellos valores humanistas en los que la ética y la responsabilidad dotaran de sentido a nuestro trabajo.
El eje de los artículos que he presentado en este tiempo fue en torno a lo educativo y sus diversas dimensiones. Con el telón de fondo de acontecimientos como el cambio de signo de gobierno en el 2020, la pandemia y la reforma educativa, propuse una visión o traté de proponer una visión alternativa, crítica y contestataria a lo que se venía gestando.
Aunque haya incursionado por otras temáticas, como el deporte o la informática, las redes o las tecnologías, al final lo vinculaba con lo educativo.
Esto surge del convencimiento de que lo educativo atraviesa todo lo social y todo lo político. La educación es en sí misma política, es un hecho político y la politicidad es su característica inherente.
Pero, además, mi participación como columnista de Vadenuevo me permitió explorar una faceta teórica que creí oportuno fortalecer en estos tiempos que nos tocan vivir.
Al discurso hegemónico dominante, expresado a través de frases como “la educación está en crisis y necesita una reforma urgente” o “es imperioso enseñar por competencias para el mundo del trabajo”, había que oponerle una actitud crítica y lúcida para enfrentar lo que caracterizamos siempre como una embestida neoliberal contra la educación pública. A esto nos hemos opuesto desde siempre y los artículos de Vadenuevo han ido en esa dirección.
No sé si hemos logrado establecer una visión alternativa a lo hegemónico, “otra” visión. Lo que sí estoy seguro es que este es el camino y que lo hemos tratado de mantener a pesar de las dificultades.
Al final, termina siendo una cuestión de principios y de actitud frente a lo instituido, frente a lo hegemónico y frente a lo impuesto.
El concepto de “guerrilla semiológica” de Humberto Eco (1986) me ha colocado en la primera silla del lugar hasta donde nuestro mensaje ha llegado, frente a quienes han leído los artículos que escribí.
Desde siempre agradecí cada una de las respuestas, las críticas, la contrastación de puntos de vista que hicieron las personas que se animaron a leer cada uno de mis artículos. Significaba solo una cosa para mí: que el mensaje no era captado de manera pasiva, que era captado de manera crítica, confrontado, analizado, vuelto a leer y a releer.
La idea de que un día habrá que pedir a los estudiosos y educadores que abandonen los estudios de televisión o las redacciones de los periódicos para librar una guerrilla puerta a puerta como probos de la recepción crítica, puede asustar y parecer una utopía. Pero si la Era de las Comunicaciones avanza en la dirección que hoy nos parece más probable, esta será la única salvación para los hombres libres. (Eco, 1986: p. 145)
Esa fue la idea principal de la aventura de los artículos de opinión: salir puerta a puerta, a una guerrilla contra el discurso dominante, hegemónico, instituido por la clase política, los tecnócratas educativos, los opinadores de los programas “periodísticos” de los grandes medios.
Vadenuevo constituyó una de las tantas trincheras desde donde escribir el mensaje.
Los valores promovidos por la revista los tomé como propios: “[…] desde una común visión humanista, socialmente comprometida, identificada con valores inclaudicables: la libertad, la democracia, la justicia y la equidad, el trabajo, el desarrollo humano, la solidaridad, la paz, la honestidad intelectual, el respeto” (Vadenuevo, nota editorial, núms. 99 y 179).
En definitiva, eran y son los valores con los que me identifico.
Ahora, en este último artículo escrito desde esta trinchera toca mirar atrás, recular un poco para tomar impulso y reencontrarnos con la utopía para llevarla adelante.